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Resurrección, Ertugrul (I de II)
De hecho, las tribus turcomanas, provenientes de Asia Central se fueron asentando en la antigua península de Anatolia.
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Desde hace dos décadas, las series o novelas de televisión de Turquía se han popularizado no solo en ese país, sino en muchos otros. Estas series o telenovelas están haciendo lo que hace tres décadas hacia la televisión mexicana (que exportaba sus telenovelas a más de 80 países). Las series o telenovelas turcas no solo son populares en Latinoamérica, lo son también en países situados en Los Balcanes y el Cáucaso; también son vistas masivamente en países de Europa y en las naciones del llamado mundo árabe, así como en Asia Central: Pakistán e Irán. En Latinoamérica se les llama telenovelas, pero en los países anglosajones se les conoce como soap operas (culebrones). Se sabe que desde 2001 fueron vendidos los derechos de series turcas con un valor de más de 50 millones de dólares; y para el año​ 2012, la exportación de telenovelas turcas redituó a sus productores más de 130 millones de dólares. ​

Se puede señalar que el éxito de esos productos se debe a la forma en que manipulan los sentimientos, los gustos, las aspiraciones emocionales y por el manejo de tópicos de índole amorosa o de escarceo sexual; esto último ha movido a los religiosos radicales islámicos a calificar las series turcas como “vulgares” y “heréticas”.

Sin embargo, dentro de toda la gama de productos televisivos o de cine que exporta Turquía, se pueden encontrar algunas series que, sin tener completamente un carácter cultural o educativo, tienen algún contenido histórico o social con cierto grado de objetividad o contenido científico desde el punto de vista histórico.

En 2016 se realizó la serie llamada Resurrección, Ertugrul,  la cual nos narra la historia del padre del fundador del imperio turco otomano (Osmán I), llamado Ertugrul (Engin Altan), quien –según las fuentes históricas en las que se basa la serie–, luchó para que la tribu “Kayi” sobreviviese durante muchos años a las persecuciones de los mongoles, al rechazo de los sultanatos que existían en el Siglo XIII en aquella región del Medio Oriente y al asedio e intento de aniquilación de la misma tribu por parte de los “templarios”, invasores cristianos –conocidos también como “cruzados”– que saquearon e intentaron someter a los pueblos musulmanes del Medio Oriente con el pretexto de “recuperar para la cristiandad los lugares santos”. La tribu “Kayi” fue nómada durante muchos años, ya que carecía de un territorio propio, por lo que el bey (líder o caudillo) Sha Suleyman (Serdar Gökhan), padre de Ertugrul, inicia la búsqueda de que el sultanato de Alep (actualmente ciudad siria devastada por la prolongada y cruenta guerra que han librado los rebeldes patrocinados por las potencias occidentales para acabar con la independencia del régimen que le otorgue a su tribu un territorio propio, en el cual se pueda asentar de forma definitiva y acabar con su permanente inestabilidad y su condición de pueblo errante y desvalido.

De hecho, las tribus turcomanas, provenientes de Asia Central se fueron asentando en la antigua península de Anatolia (territorio sucesivamente ocupado por hititas, griegos, romanos, árabes y otros pueblos). Y una de esas tribus, la “Kayi”, sería en el Siglo XIII, según la serie turca –hoy reseñada y opinada–, la que encabezaría la lucha por la integración de los turcomanos en un pueblo que se convertiría, a la postre, en el poderoso Imperio Turco Otomano. En el Siglo XIII las tribus de origen turcomano estaban dispersas, desunidas y en la serie Resurrección, Ertugrul, mediante una narrativa en la que se mezcla lo histórico con la ficción, se nos brinda un bien ambientado cuadro que refleja la tenacidad, el aplomo de un pueblo que buscaba no solo tener su propio territorio, sino tener una fuerza capaz de vencer a las demás razas y naciones que durante siglos los habían marginado.

 


Escrito por Cousteau

COLUMNISTA


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