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Que también muera el mal gobierno
El 15 de septiembre López Obrador proclamó muerte a la corrupción, al clasismo y al racismo; pero olvida que en su gobierno están a la orden del día. Dijo "¡vivan los pueblos indígenas!", cuando hoy son los más olvidados.
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En un drama cómico, en eso convirtió Andrés Manuel López Obrador el festejo del 15 de septiembre en Palacio Nacional. Con bastantes dotes histriónicas, nuestro presidente no solo homenajeó a los héroes de la patria, sino que le puso su toque personal al proclamar: “¡Muera la corrupción! ¡Muera el clasismo! ¡Muera el racismo! ¡Vivan los pueblos indígenas! ¡Viva la grandeza cultural de México! ¡Viva México!”.

Decimos que las dotes histriónicas del presidente son impresionantes porque a todos nos queda claro que la corrupción goza de excelente salud (v.gr. las casas de Barttlet, los moches de Pío López Obrador, Delfina y sus cobros de cuotas a los trabajadores de Texcoco, y un largo etc.); el racismo y la discriminación a grupos vulnerables está a la orden del día; los pueblos indígenas permanecen en el rezago, la marginación y el olvido; y la grandeza cultural de México es solo un recurso literario del que todo mundo echa mano para “ensalzar” su oratoria, pero por la que poco o nada se hace.  

Pero lo cierto es que México se está muriendo. La actual administración tiene el récord de homicidios dolosos en el país: más de 124 mil muertos y 18 mil 334 personas desparecidas en cuatro años. Suma y sigue: 3.8 millones de personas se unieron a las huestes de la pobreza para sumar un total de 55.7 millones de mexicanos en esta condición; 33 millones de personas no tienen acceso a servicios públicos o privados de salud, 10 millones perdieron sus empleos por la pandemia. Es decir, México no vive bien; lo están matando.

Aunado a ello, la inflación alcanzó su mayor repunte en julio de 2022, el incremento en los precios fue de 8.5 por ciento respecto al mismo mes del año anterior; es el más alto en la historia reciente del país. En el último año, la canasta básica subió 14.6 por ciento su precio, lo que provocó que a los mexicanos ya no les alcance el dinero ni para comer. Aún así las autoridades federales se empeñan en decir que éste es el gobierno de los pobres y que el proyecto de la Cuarta Transformación va viento en popa. La realidad los contradice.

Todas las estadísticas, incluidas las que dan las propias instituciones de gobierno, evidencian que el país no solo está estancado en tema de lucha contra la pobreza, mejoramiento del bienestar social, seguridad, garantías de derechos humanos y políticos; sino que va en franco retroceso, como lo muestran las cifras antes referidas. Pero lejos de los datos duros, el ciudadano de a pie sabe que lo que aquí afirmo es cierto, que no ya no alcanza el salario como antes, que todo subió su precio, que se tiene que andar con extremo cuidado porque la inseguridad está a la orden del día, que tiene que cuidar su empleo, aunque su salario sea miserable, que si lo pierde, difícilmente encontrará otro, que si se enferma lo más probable es que no encuentre medicamentos disponibles en los centros de salud y tenga que apretarse la panza, rasguñar su limitado presupuesto y comprar medicinas.

Por eso el festejo del 15 de septiembre y la arenga que montó el presidente se asemeja más a una comedia, aunque trágica, que a una verdadera celebración por la patria. ¿De qué nos sirve el discurso y los llamamientos la unidad nacional si la realidad nos golpea en la cara, a cada momento, todos los días?

Aun así, la propaganda gubernamental y la mentira cientos de veces repetida por el primer mandatario en cada una de sus mañaneras, han dejado la falsa impresión de que las cosas van por buen camino. La aprobación de López Obrador se mantiene en el 61 por ciento, según las encuestas por su cuarto informe de gobierno, quiere decir que algo no estamos haciendo bien los que informamos de lo que sí pasa en el país, de los hechos que sí le afectan, que determinan la vida y la cotidianeidad de la gente. Como periodistas nos toca demostrar que ésta no es la república de caramelo que nos pinta el presidente; como ciudadanos nos toca exigir que, así como exclamó en el balcón principal de Palacio Nacional, también muera el mal gobierno.


Escrito por Adamina M. Díaz

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