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Uno de los defectos del cine biográfico sobre los grandes hombres y mujeres de la historia, del arte, de la ciencia, etc., consiste en presentar solo un segmento o una etapa de sus vidas, y obras, como si dichas partes –a veces muy pequeñas– ofrecieran una versión integral de sus historias. Esta forma de enfocar la realidad es opaca y minimiza la importancia de los biografiados, sean artistas, pensadores o revolucionarios. Está claro que una obra cinematográfica dispone solo de unas horas y que es materialmente imposible mostrar la parte medular de los hechos trascendentes de cualquier connotado personaje.
Este defecto tiene la cinta francesa Moliére, las aventuras amorosas de su juventud (2007), dirigida por Laurent Tirard, quien narra un episodio del periodo juvenil de Jean Baptiste Poquelin, el más encumbrado de los escritores en lengua francesa del siglo XVII. En el filme de Tirard, Moliére (Romain Duris) está endeudado; para pagar sus deudas, llega a un acuerdo con el rico burgués Jourdain (Fabrice Luchine), quien pretende conquistar a una viuda de la cual está enamorado. Moliére vive en la casa de Jourdain y se enamora de Elmire (Laura Morante), la esposa de éste. Moliére la corteja y logra que le corresponda, aunque al principio ella lo considera engreído.
La hija de Jourdain está enamorada de un joven sin alcurnia y sin fortuna, pero aquél quiere casarla con un joven aristócrata. Sin embargo Elmire, con la ayuda de Poquelin, propicia que el noble –y sobre todo el padre de éste– evidencien sus verdaderas intenciones: adjudicarse la cuantiosa fortuna de Jourdain. Para lograr este objetivo, Elmire y Poquelin, recurren a una ingeniosa farsa instruida por éste en la que actúa convincentemente toda la familia: fingen un incendio de las cosechas de Jourdain que lo deja en la ruina. Esto ocurre en el momento cuando va a efectuarse la boda de la hija del burgués; pero al enterarse de la repentina pobreza de su consuegro, el aristócrata vivales agarra a su hijo del brazo y lo retira de la ceremonia. La hija de Jourdain termina casándose con el joven que ama.
Como un chispazo que apenas logra vislumbrar la grandeza de Jean Baptiste Poquelin, en la parte final de la cinta Moliére –a quien nunca se le dio la escritura de tragedias– hace una reflexión importante sobre la relación dialéctica entre lo cómico y lo trágico. Los grandes artistas –tanto el de la literatura como el del cine y el teatro– captaron en su esencia la indisoluble relación que hay entre estos géneros, pues en la vida real lo trágico va acompañado de lo cómico y lo cómico de lo trágico, ya que ambas expresiones vitales se contradicen y se suceden una a otra. Nunca, sin embargo, saldrá sobrando decir que Moliére es considerado el más grande dramaturgo francés, ya que sus obras conforman una profunda crítica a la hipocresía, el egoísmo, la vanidad y la falta escrúpulos que promueve la sociedad capitalista, naciente en el siglo XVII.
Escrito por Cousteau
COLUMNISTA