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En el relato en primera persona, Sibajita aparece acompañado por Herminio y Calero, sus compañeros de trabajo más regulares en las plantaciones de banano en la región sur de Costa Rica, específicamente en la provincia Limón, que colinda con el departamento Chiriquí, de Panamá. Los personajes de la novela se mueven en la comunidad Andrómeda, en el valle de Talamanca. La población era predominantemente indígena, pero también había muchos mestizos y negros, de quienes Sibajita dice que eran “fuertes y sufridos para el trabajo (y que) por eso van dejando sus huesos como abono para el banano”.
También denuncia que la United tenía a su servicio a funcionarios del gobierno federal, incluido el Presidente de la República, a la policía, al ejército, al Congreso, a los dueños de periódicos y a los periodistas, quienes a partir de la huelga de 1934 acusaron a los huelguistas de estar manipulados por los comunistas locales, quienes “recibían órdenes de Moscú” para alterar el orden interno y democrático de Costa Rica. En el ámbito legal, el movimiento laboral logró un primer acuerdo de alza salarial y prestaciones médico-asistenciales, que luego fue negado por la empresa y seguido de una brutal represión física que duró 15 días, pero que no pudo evitar su éxito final gracias al apoyo de otros sindicatos del país y aun de las federaciones sindicales de Estados Unidos, que incluso enviaron dinero de apoyo que el gobierno tico hizo perdidizo.
En una de las páginas de Mamita Yunai, su autor reseña así el arribo de la UFCO a Costa Rica en los primeros años del Siglo XX: “Los gringos de la United no trajeron arcabuces ni corazas. Trajeron muchos cheques y muchos dólares para corromper a los gobernantes venales y adquirir perros de presa entre los demás descastados hijos del país…y el plácido y tranquilo valle de Talamanca se estremeció al paso de la jauría azuzada por los yanquis, que no llegaron en pos del legendario Tisingal. No. Querían tierra y hombres-bestias que la trabajaran. Y ya los pobres indios no pudieron contener el avance de la “nueva civilización”. Llorando de impotencia vieron abatirse las montañas seculares, en donde por tantos siglos la Raza Heroica había cantado su canción de libertad. Y ardieron sus palenques, se destruyeron sus sembradíos y se revolcó la tierra en que dormían los huesos de sus bravos guerreros. ¿Buscaban esmeraldas fantásticas? No. Se iba a transformar el jugo de la tierra en bananos y en cacao que luego cambiarían por oro legítimo en mercados extranjeros”.
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Escrito por Ángel Trejo Raygadas
Periodista cultural