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"Los pasos de López", de Jorge Ibargüengoitia (I de II)
Es una versión novelada del movimiento de Independencia de México en 1810. La propuesta del autor es crítica y hasta burlona cuando explota las acciones anecdóticas y desafortunadas de los principales actores de ese episodio histórico.
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Es una versión novelada del movimiento de Independencia de México en 1810, encabezado por el cura Miguel Hidalgo y Costilla. La propuesta de Ibargüengoitia (Guanajuato, 1928—Madrid, 1983) es desmitificadora, crítica e incluso burlona cuando explota las acciones anecdóticas y desafortunadas de los principales actores de ese episodio histórico, entre quienes también figuraron Ignacio Allende, Juan Aldama, José Mariano Jiménez, Mariano Abasolo, Josefa Ortíz de Domínguez y su esposo, el corregidor Miguel Domínguez. Éstos y otros personajes, así como las villas y ciudades que fueron escenario del movimiento político-militar, tienen otros nombres en la novela. En su elaboración recurre al uso de sinonimias y paronimias, como es el caso del apellido Ontananza aplicado a Allende, que acopia el de lontananza, que tiene significado parecido al de allende.

A Hidalgo lo llama Domingo Periñón porque es blanco y calvo, aunque también se refiere a él con el apellido López, porque el cura de Dolores lo utilizó en la firma de su acta de contrición antes de ser fusilado en Chihuahua, ciudad a la que llama Horcasitas. Aldama es Pepe Aldaco; la corregidora, Carmen de Aquino, su marido Diego y Abasolo, el único sobreviviente de la represión de 1811 —exiliado en España y muerto varios años después—, es el teniente Matías Chandón, sugerido como el relator en primera persona de la novela. Otros protagonistas relevantes son el obispo Manuel Abad y Queipo (Juanito Begonia), conspirador y denunciante de la Junta de Querétaro (Junta de la Cañada); el intendente de Guanajuato, José Antonio Riaño (Borunda). Ignacio Elizondo, quien apresó con engaños a los insurgentes en Acatita de Baján, es designado como Ardaviles.

La conspiración de 1808 en Morelia, liderada por Miguel Michelena, es invocada como de Huetámaro; Guanajuato es Cuévano; Querétaro es La Cañada; Dolores es Ajetreo; la hoy ciudad de Aldama es Muérdago y el Monte de las Cruces, donde los insurgentes tuvieron a su alcance la Ciudad de México, es el Cerro de los Tostones. Ibargüengoitia utiliza también el doble sentido en la imposición de nombres o apodos, como ocurre en los casos del abogado español Licenciado Manubrio, El padre Pinole y El Patotas, ladrón de caminos amigo de Periñón, con quien compartía la afición por el toreo a pie y a caballo. La Alhóndiga de Granaditas es llamada La Requinta y los generales españoles Torcuato Trujillo y Félix María Calleja, quienes más contribuyeron a la represión del primer alzamiento militar de 1810-1813, son aludidos indistintamente como general Cuartana.

El relato es lineal, ágil, directo y dotado de descripciones sencillas y eficaces, como es el caso de la siguiente, dedicada a proveer a los lectores de una imagen puntual y bella de los semidesiertos del Altiplano Mexicano: “Atravesamos un llano que estaba cubierto de espesa niebla que de pronto se disipó. Vimos los huizaches. Cuando el sol salió entre los cerros apareció en cada huizache una telaraña y en cada telaraña unas gotitas de agua que el sol hizo brillar”.


Escrito por Ángel Trejo Raygadas

Periodista cultural


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