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Una catástrofe natural, o provocada por la humanidad, coloca a los migrantes en una situación de perder-perder. Hoy, millones de mujeres y hombres latinoamericanos son víctimas del actual coronavirus (Covid-19) y están expuestos a más contagios con el reinicio de las actividades económicas en Estados Unidos (EE. UU.), que fue decidido por autoritarios sectores industriales. Aunque nutren la cadena de suministros del país más rico del planeta, el gobierno de Donald John Trump les niega apoyos económicos, protección sanitaria y amenaza con deportarlos. Sus países de origen también los desdeñan al desentenderse de su drama.
Al condenarlos a la infección del nuevo coronavirus, el clasismo racista de gran parte de la sociedad estadounidense oculta el aporte económico-cultural de mexicanos, salvadoreños, guatemaltecos, nicaragüenses, hondureños, argentinos, ecuatorianos y bolivianos, entre otros. A pesar de que los 60 millones de latinos en EE. UU. generan más de 2.3 mil millones de dólares (mdd) anuales son la minoría más afectada en la crisis actual.
Estos trabajadores producen alimentos, despachan combustible para autos de profesionistas, funcionarios públicos y tráileres con insumos hospitalarios. Son médicos y enfermeros que luchan contra un virus que contamina todo; también educan a miles por tele-escuelas, atienden supermercados, operan las finanzas y dirigen empresas exitosas.
En EE. UU., los latinos garantizan el flujo de las telecomunicaciones, distribuyen comida, libros y medicinas en ciudades o poblados y arreglan cañerías y aire acondicionado en oficinas y congresos locales. Son también, a la vez, la mayoría de los contagiados por el Covid-19.
Ante la inacción de Trump, gobiernos estatales y condados por el meteórico incremento de Covid-19, los latinos preguntan: “¿A nosotros quién nos protege?”. Solo reciben discriminación. Les urge atención médica y una remuneración tras semanas sin trabajo.
En las próximas semanas, la perspectiva empeorará para los latinos, porque ya hay más de 70 mil muertos y en junio sumarían 100 mil. Pero la avaricia capitalista, dominante detrás de la inminente y desmedida reapertura de empresas, condena a muerte a los inmigrantes, pese a que son el motor y la principal fuerza de trabajo en aquel país.
Cínico, el presidente estadounidense Donald Trump no escatimó en esfuerzos para dar una bofetada al sector laboral que sustenta a su país cuando admitió que, con el término del confinamiento “habrá muchos perjudicados, pero debemos reabrir y hay que hacerlo pronto”
Desdén binacional
De forma alarmante e injustificada, México y la superpotencia silencian la tragedia de los connacionales y hermanos latinoamericanos. Ambos eludieron los primeros informes del Departamento de Salud que situaban a Nueva York como epicentro de la enfermedad, y advertían que los latinos serían sus principales víctimas.
Y así fue, porque ellos constituyen el 32 por ciento de la población de esa urbe y el 34 por ciento de las muertes causadas por el Covid-19 son latinos. La rápida propagación del coronavirus, en este segmento, obedece a la desigualdad. La falta de recursos agrava males pre-existentes (diabetes, males cardíacos, asma e hipertensión), alimentación deficiente, escasos seguros médicos y difícil acceso a atención hospitalaria.
Morir ‘del otro lado’
Los migrantes mexicanos en Waukegan, Illinois: En esta localidad es obligatorio usar mascarillas en lugares públicos. Aquí residen seis mil oriundos de Tonatico e Ixtapan de la Sal, Estado de México (Edomex). “Hemos confirmado que hay muchas personas de Tonatico infectadas y personas enteras. Algunos están graves en los hospitales, bajo respiradores”, informó Habacuc López, del Club Mexiquense en Illinois. El viernes 1° de mayo se confirmaron tres mil 509 casos en Waukegan y 138 fallecidos. El Consulado de México en Chicago aún no precisa cuántos de éstos pudiesen ser mexicanos, reportó el periodista Federico Campbell.
En México, origen de la mayoría de integrantes de la comunidad latina en EE. UU., las cúpulas político-empresariales también soslayaron la advertencia del peligro. El Gobierno Federal anunció una tibia cobertura consular, mientras gobernadores y municipios lamentaban el casi seguro descenso de remesas, de las que viven sus entidades.
En Nueva York, el corazón de la pandemia, el impacto fue tan notoriamente sectario, que el director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas, Anthony Fauci, afirmó en abril: “Esta crisis revela claramente la disparidad y debilidad que coexisten en nuestra sociedad”.
El virus se ensañó con los menos afortunados: latinos que trabajan y residen en EE. UU. e inmigrantes recién llegados, que apenas sobreviven ofreciendo servicios en la vía pública. No se les aplican pruebas para detectar la infección, aunque el gobierno federal aseguró que estarían disponibles para todos ellos, así como tratamiento contra la infección.
Esta falacia se confirma porque todo latino sin permiso de residencia, o con documentos que avalen su estancia en el país, es excluido de estos beneficios médicos. De igual manera, la raquítica ayuda económica aprobada por el Congreso es solo para que los contribuyentes lidien con el desempleo.
Y aunque los latinos son grandes contribuyentes en EE. UU. su estatus como indocumentados los priva de todo beneficio gubernamental. Sin embargo, son los más expuestos al contagio, pues la mayoría de las familias y trabajadores migrantes viven en viviendas estrechas para ahorrar renta, advirtieron epidemiólogos a la cadena de televisión británica BBC.
Fue hasta la primera semana de mayo cuando un juez de California dio luz verde al gobernador Gavin Newson para que brindara estímulos económicos a los indocumentados. El decreto prosperó luego que inmigrantes latinos presentaron dos demandas contra el gobierno del estado por negarles ayuda.
Sin embargo, otro riesgo es el de los portadores de Covid-19 asintomáticos, que diseminan el virus en su grupo familiar, por lo que la Asociación Nacional de Enfermeras Hispanas ha exigido más campañas de orientación en castellano para esa comunidad. Pero las autoridades locales desoyen ese llamado.
El Centro Hispano Pew reveló que el enorme esfuerzo realizado por los latinos cotidianamente en sus actividades laborales, debilita su sistema inmunológico e impacta en su conducta psicosocial; muchos sufren de depresión.
Huéspedes olvidados
Son trabajadores agrícolas invitados por dueños de granjas estadounidenses, la mayoría mexicanos. Sin embargo, cotidianamente son explotados y sin garantías laborales a pesar de tener visa del programa H2A, denuncia el activista David Bacon.
En 2019 se cifró en 250 mil el número de estos extranjeros, quienes, por su precaria condición social, enfrentan mayor riesgo de contagio. “Para ellos no hay pruebas de diagnóstico y trabajan en condiciones infrahumanas. No se sabe si alguno ya tuvo contacto con el virus antes de empezar a trabajar o lo contrajo en su estancia acá.
“Viven hacinados en barracas y si se enferman no tienen posibilidad de aislarse. Es muy grande la posibilidad de contagio pues viajan en transportes colectivos, porque los granjeros no les dan mejores condiciones”, denunció Bacon.
Además del peligro por Covid-19, los trabajadores hispanos son explotados solo por ser extranjeros. “El gobierno de Trump tiene obligación de protegerlos y ver que les paguen sus salarios. Están en el campo de forma exhaustiva.
Los quieren en Europa
Mientras la paranoia anglosajona se encarniza con los migrantes latinoamericanos, Europa mendiga mano de obra extranjera para sus abandonados campos. Los pequeños propietarios agrícolas del norte italiano llamaron la atención a un fenómeno imprevisto: por falta de jornaleros extranjeros quedan sin cosechar los cultivos de fresa en los campos del Véneto y Lombardía, las regiones más azotadas por la pandemia.
También productores de calabazas, sandías y melones de pequeñas huertas piden con urgencia la llegada de jornaleros de países al sur del Mediterráneo y del este europeo. Cada finca contrata, en promedio, a 40 temporeros, todos hábiles en ese trabajo.
Entre abril y mayo, en Italia trabajan hasta 350 mil personas; rumanos la mayoría, seguidos de moldavos, marroquíes, indios, albaneses, senegaleses, polacos y tunecinos. No todos residen en la península, llegan de sus países adonde regresan al fin de temporada.
En toda Europa, el Covid-19 trastocó ese ciclo y, para los productores de espárragos en Alemania, la falta de esta fuerza laboral supone pérdidas de casi un millón de euros desde abril, señala la analista Irene Savio.
“Si alguno critica las condiciones de trabajo u organiza un sindicato, se considera que ofende a su empleador y pierde su permiso para permanecer en EE. UU. Se le deporta y pasa a la lista negra que tienen los enganchadores en México para no reemplearlos el siguiente año”, critica el también sindicalista.
Caen las remesas
A pesar de contribuir en gran medida a la economía estadounidense y la de sus países, miles de latinos fueron los primeros en perder sus trabajos por la pandemia. Hoteles y casinos que los emplean temporalmente, cerraron por cancelación de reservaciones, así como eventos deportivos. Muchos paisanos quedaron sin trabajo en Las Vegas, Chicago, Florida, Texas y California, entre otros.
La cuarentena y el desempleo ocasionaron pérdidas por millones de dólares a trabajadores latinos que no tienen un empleo al cual retornar y, por tanto, tendrán dificultades para pagar sus deudas, señaló el director del Programa de Economía de Unidos, Orson Aguilar.
Por esos drásticos recortes de personal, el Banco Mundial estimó que las remesas enviadas a América Latina caerán hasta el 21.5 por ciento. Es decir, habrá un descenso de 98 mil 234 mdd a 77 mil mdd y eso afectará a México por una caída del cuatro por ciento (31.4 mil mdd). El grupo Diálogo Interamericano consideró que Cuba también resultará muy afectada.
Lejos de la demagogia difundida por las autoridades de los países de origen, llegó en su ayuda un gesto elocuente de sus paisanos en EE. UU. Sindicalistas, artistas y organismos humanitarios articularon a través de las redes sociales una campaña del seis al 30 de mayo para otorgarles ayudas económicas.
Tan eficientes fueron que el primer día, colectaron un millón de dólares que destinaron a trabajadores campesinos latinos en EE. UU. y Puerto Rico, tras convocar al público a donar al menos cinco dólares. Y mientras esto ocurre en la superpotencia, los gobiernos de origen de los migrantes siguen “lamentando” la pérdida de vidas y de remesas.
México a la defensiva
Ante la reapertura gradual de la actividad económica en EE. UU., que algunos estados iniciaron desde fines de abril y se espera que la mayoría lo haga a mediados de mayo, el subsecretario para América del Norte, Jesús Seade, analizó con 51 cónsules la “ruta post Covid-19” y su impacto en la comunidad mexicana en ese país.
La prioridad de los cónsules mexicanos en EE. UU. tiene tres ejes: Uno, atender a migrantes en centros de detención para exigir medidas anti-contagio a las autoridades migratorias de ese país y, si se presentan casos positivos, que reciban atención médica adecuada.
La segunda prioridad en la frontera sur de EE. UU. consiste en dinamizar la comunicación con autoridades locales para garantizar derechos de repatriados. La tercera es proteger los derechos laborales y medidas de seguridad en industrias esenciales, con énfasis en trabajadores agrícolas.
Dónde trabajan, cuánto ganan y qué compran
De los 60 millones de latinoamericanos que viven y trabajan en EE. UU. el 65 por ciento es de origen mexicano. En noviembre de 2019 la Cámara Hispana de Comercio estimó que generan 2.3 mil mdd anuales.
La mayoría de estos, casi 38 millones emigró por urgencia económica y en busca de seguridad, estimó en 2019 el censo de EE. UU. Hace más de medio siglo, los latinos se empleaban en el campo, la construcción y en servicios de electricidad, plomería, restaurantes y jardinería.
Hoy, pese al racismo y la exclusión social, sus descendientes lograron acceder a educación superior, elevaron ya su nivel de vida al emplearse en trabajos mejor remunerados o crear micro y medianas empresas.
Eso dejó atrás el estereotipo de inmigrantes latinos pandilleros, sirvientes o albañiles. En una década aumentó el número de los latinos que trabajan como ejecutivos negocios y finanzas en ocho por ciento. Además, en promedio trabajan entre 35 y 44 horas por semana y contribuyen ostensiblemente a la economía estadounidense, por los trabajos que crean y su consumo, afirma el Centro de Investigación Pew.
La Fuente de Población Actualizada de EE. UU. estima que 38.5 millones de origen mexicano viven ahí; de ellos 12.3 millones nacieron en nuestro país y el resto son de segunda y tercera generación, aunque solo la tercera parte es ciudadano estadounidense.
El 19 por ciento llegó a la EE. UU. entre 2006-2016, cuando en México gobernaron el Partido Acción Nacional (PAN) y el Partido Revolucionario Institucional (PRI). En 2018 subió a 12.3 millones la cifra del residentes en EE. UU. que nacieron en México.
En agosto, el número de visitantes internacionales que ingresaron al país fue de 7 millones 157 mil 990 personas, lo que representó una disminución del 13.1 por ciento
Aunque nutren la cadena de suministros del país más rico del planeta, el gobierno de Donald John Trump les niega apoyos económicos, protección sanitaria y amenaza con deportarlos.
Ciudad de México.- La inestabilidad económica en Turquía provocó la caída de las monedas latinoamericanas, como el real brasileño, el peso uruguayo, el chileno, el colombiano, así como el argentino y el mexicano.
“Hoy en día, el Estado no es ni puede ser el motor de la economía en el mundo y mucho menos en México; pero el gobierno está proponiendo una reforma eléctrica retrógrada, improvisada, que podría generar enormes costos".
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Escrito por Nydia Egremy
Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.