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La escuela católica
El filme italiano, basado en hechos ocurridos en 1975, narra es un retrato sociológico de la Italia de aquellos años, aunque, un poco más analizado, es un retrato de la actualidad europea.
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La escuela católica (2021) del realizador Stefano Mordini, es un filme italiano que narra una historia basada en hechos reales ocurridos en 1975. Lo que define la esencia de esta cinta no es el hecho de que nos cuente en forma descarnada la historia de tres jóvenes de clase media alta que cometieron un horrendo crimen, sino que es un retrato sociológico de la Italia de aquellos años y, bien miradas las cosas, es un retrato de la actualidad europea. La escuela católica bien puede llevarnos a recordar el filme de Ingmar Bergman, El huevo de la serpiente (1977), un retrato de Alemania poco antes del ascenso al poder de Hitler, cuando se estaban gestando las condiciones económicas, políticas y sociales para que apareciera el fascismo (una Alemania con una hiperinflación desbocada, un creciente descontento de las masas trabajadoras, un gobierno incapaz de generar políticas correctas para orientar al Estado por el camino de la recuperación económica, social y política (la República de Weimar) en aquella Alemania vencida en la Primera Guerra Mundial.

Los tres jóvenes protagonistas del infame crimen conocido como El asesinato de Circeo –Costa de Lacio–, son Angelo Izzo (Luca Vergoni), Gianni Guido (Francesco Cavallo) y Andrea Ghira (Giulio Pranno). Angelo y Gianni conocen a dos jovencitas que viven en un barrio obrero de Montagnola: Donatella Colasanti (Benedetta Porcaroli) y Rosaria López (Federica Torchetti).

Las invitan a ir a la casa veraniega de un amigo de ellos, una mansión lujosa con vista al mar. Al ver que se hace tarde, las dos muchachas piden a los dos jóvenes que las lleven a su casa, lo cual no ocurre, pues a los dos secuestradores se suma Andrea y, a partir de ese momento, comienzan las 30 horas en las que las dos jóvenes son violadas y golpeadas brutalmente, hasta que muere Rosaria; Donatella en condiciones inenarrables, finge estar muerta. Los jóvenes fascistas las envuelven en plásticos, las cubren con mantas y las llevan a la cajuela de un automóvil. Los errores de los asesinos permiten que el crimen sea descubierto, dado que Donatella golpea la lámina de la cubierta de la cajuela y la policía se da cuenta.

El filme –es importante señalarlo– no se reduce a presentarnos la barbarie de tres jóvenes que se identifican con la ideología nazi, sino que elucida, de alguna manera, la atmósfera social que prevalece en Italia y que se refleja en la hipocresía de los que dirigen la escuela: un directivo de la institución, que es sacerdote católico, es visto por los estudiantes subiendo a una prostituta a su carro en un lugar en el que concurren los que hacen uso de los servicios de las sexoservidoras. Además, los progenitores de los jóvenes asesinos también presentan conductas licenciosas y permiten radiografiar a una sociedad abismalmente clasista, machista y donde los “valores” en que se funda son una mascarada que sirve para encubrir su crápula y su fondo lleno de perversidad.

La historia se ubica en los años 70 del siglo pasado; sin embargo, la historia nos permite sopesar la realidad que está viviendo Italia y toda Europa, dado que el fascismo está adquiriendo fuerza entre la población del viejo continente. Así lo prueban los hechos que configuran la realidad actual. En Italia acaba de ganar las elecciones para la presidencia de la república la ultraderecha (con Giorgia Meloni, admiradora de Benito Mussolini) y en el Parlamento europeo ya hay 133 eurodiputados que se identifican con la ultraderecha.

En esta situación, no es difícil pronosticar que las burguesías de Europa están fomentando la ideología nazi-fascista, pues les horroriza que los pueblos de los países del viejo continente, ante las crisis generadas por el respaldo a la política guerrerista de Estados Unidos y de sanciones a Rusia, han generado inflación, pobreza, desempleo, encarecimiento de combustibles y alimentos, etc., a niveles que nos recuerdan la época de la República de Weimar. La clase capitalista europea y la gringa están no solo tolerando sino claramente impulsando la ideología de las políticas del fascismo.


Escrito por Cousteau

COLUMNISTA


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