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Presencia de Belice es el tributo del internacionalista Huberto Alvarado, a un pueblo hermano bajo las garras del imperialismo y que hoy presentamos para honrar la memoria de un poeta, injusto, pero comprensiblemente relegado al olvido, como sucede con muchos escritores revolucionarios.
1
Esta patria de mazorcas y de trigo,
esta patria de cafetos y madera,
esta patria proclama su palabra
y siente agitarse en el océano la luz
y un grito volcado a su garganta.
Esta patria hecha de distancia,
troquelada de piedra
y rotulada de quetzales,
esta patria te reclama,
esta patria te nombra
y te recobra.
Belice, corazón del sueño
pulmón de América.
II
Ya nos duele, el viento,
el agua y la tierra.
Ya nos duelen las playas,
los puertos y los esteros.
Ya nos duele la sierra,
los volcanes y los ríos.
Ya nos duelen los lagos las aldeas
y las selvas.
Ya nos duele el cuerpo todo
al ver a Belice entre los dientes
de los plutócratas
y de las poltronas londinenses.
Nos duele el cuerpo
y nos arden las arterias
y Belice está en las manos
sucias de los ingleses.
III
Yo sé que Inglaterra está al fin
de su reinado
y que su última mentira murió
hace muchos años.
Yo sé que América no cree en
cartas, ni en mensajes
ni en hombres con puros
y chisteras.
Yo sé que la carta del Atlántico
es un papel
con palabras, palabras
y palabras.
Yo sé que hay una Unión
Panamericana
donde se acostumbra hablar de
democracia
y firmar acuerdos, compromisos
y contratos.
Yo sé que los plutócratas se unen
y se defienden con las uñas, con
los dientes.
Yo sé también que el otro pulso
de América
está latiendo con la tierra de
Belice.
IV
En este siglo de dolor y canto
América está despertando con
el azul poniente
y pone su voz y junto al agua
y la tierra
y Junto al cielo y las estrellas,
América está naciendo.
Hace siglos que el hombre
americano
estaba con la garganta
destrozada
y los brazos y las manos
mutilados.
En este siglo de dolor y canto
hay despertar de albas
y trompetas,
hay un erguido pecho que proclama
que el hombre está
sobre la tierra
y la tierra es de todos
y es de unos.
La tierra que nos baña,
que nos une.
Está la tierra de Belice pegada a
nuestra cintura
es de otros, es del pirata,
es del gentleman,
cruceros, marinos, armas
parlamentos, puros y chisteras.
Tanta basura que existe
en el mundo.
Hombres, mujeres, niños,
brazos, puños, músculos.
EI pueblo ha conquistado
su estatura.
Frente al mundo congregado en
las calles o en largas asambleas,
Guatemala está latiendo con Belice,
con Belice, corazón del sueño,
pulmón de América.
Belice está en la sierra,
Belice está en las calles
Belice está en el canto,
Belice está en los brazos,
Belice en el corazón,
Belice, por ti ha de despertar
América.
El 20 de diciembre de 1974, miembros de bandas paramilitares, conocidas como los Escuadrones de la Muerte, secuestraron al ensayista, poeta, periodista y narrador guatemalteco Huberto Ezequiel Alvarado Arellano, lo torturaron brutalmente hasta arrancarle los ojos, para después asesinarlo y arrojar su cadáver a las afueras de la ciudad de Guatemala. Recién volvía del exilio sufrido tras el golpe militar de 1954. Así terminaba el viaje de un hombre que, habiendo nacido el 21 de mayo de 1927 en Quetzaltenango, dedicara su vida, desde temprana edad, a dos vocaciones: la Revolución y las letras. Militante de la izquierda marxista-leninista, participó en la fundación del Partido Guatemalteco de los Trabajadores, llegando a ser Secretario General; colaboró activamente con la Revolución Guatemalteca y, durante los gobiernos progresistas de Juan José Arévalo (1945-1951) y Jacobo Arbenz (1951-1954), fue Director de la Casa de la Cultura, desde donde promocionó la literatura de su país y organizó el Primer Congreso de Escritores Guatemaltecos.
Fue el fundador del grupo Saker-Ti (Amanecer, en cakchiquel), junto a un grupo de jóvenes y revolucionarios poetas, entre los que figuraban Rafael Sosa, Olga Martínez Torres, Miguel Ángel Vázquez, José María López, Werner Ovalle López, Orlando vitola, Melvin René Barahona, Oscar Arturo Palencia y Abelardo Rodas, que no dudaron en incorporarse en masa al Partido Comunista.
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Escrito por Tania Zapata Ortega
Correctora de estilo y editora.