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Geofísica, arqueología y el Peñol de Nochistlán
Paradójicamente, este torbellino de disciplinas no destruye sino ordena la comprensión de la contradictoria sociedad en movimiento.
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La Guerra del Mixtón fue una serie de conflictos bélicos que se desarrollaron de 1541–1542 en la Nueva Galicia, cuyo territorio incluía los de los actuales estados de Jalisco, Zacatecas, Nayarit, Colima y Aguascalientes. En esas batallas caxcanes, tecuexes, zacatecos y otros grupos indígenas enfrentaron a los invasores españoles y sus aliados prehispánicos. Según Fray Antonio Tello, de esta guerra “dependía la salvación o caída de toda la Nueva España”.

Una de las batallas más importantes ocurrió en el actual Nochistlán, Zacatecas, en 1541. Los caxcanes se resguardaron en lo alto de un cerro (Peñol de Nochistlán), rodeado por el ejército del virrey Antonio de Mendoza, que estaba conformado por 50 mil hombres. “Viendo los enemigos en su daño, por no darse a prisión, se despeñaban por la parte do el Virrey estaba (…) murieron más de dos mil” (Tello).

¿Dónde se ubica exactamente el Peñol de Nochistlán? ¿Dónde están los restos de los miles de muertos? La doctora Angélica María Medrano Enríquez dirigió una serie de investigaciones para dar respuesta a ello y las sintetizó en su libro La Arqueología del Conflicto. La Guerra del Mixtón (1541–1542) vista a través del Peñol De Nochistlán.

¿Cuáles fueron las técnicas de prospección arqueológicas y geofísicas empleadas durante sus investigaciones?

Su equipo trabajó en los lugares “candidatos” a ser el Peñol de Nochistlán: el Cerro de San Miguel, la Mesa de San Juan y el Cerro El Tuiche. Revisaron documentos históricos sobre la Guerra del Mixtón; utilizaron fotografías aéreas y mapas topográficos para observar las características naturales del terreno y sus modificaciones (“muros, barricadas, fosos”); trazaron una cuadrícula imaginaria con cuadros de 100 x 100 metros y emplearon detectores de metales para buscar restos de balas, armaduras, cabalgaduras, etcétera.

En los espacios donde era más probable encontrar artefactos de metal, trazaron cuadrículas imaginarias de 1 x 1 metros, utilizaron un gradiómetro para medir cambios en el campo magnético y, mediante programas de computadora, generaron mapas que mostraban “las anomalías provocadas por objetos de metal, tumbas, fogatas y otros rasgos culturales”. Esto fue verificado con un radar de penetración terrestre y un detector de metales.

¿Qué son las anomalías magnéticas detectadas por el gradiómetro?

La Tierra se comporta como un gigantesco imán: tiene un campo magnético de entre 25 y 65 microteslas que cambia con el tiempo; el campo magnético terrestre afecta yacimientos con magnetita (Fe3O4) y éstos, a su vez, producen su propio campo magnético (campo magnético inducido). El campo magnético inducido puede persistir en minerales o rocas (campo magnético remanente).

¿Qué se encontró en el Cerro del Tuiche?

Se encontraron dos entierros humanos de niños con aproximadamente seis años de edad, los restos de albarradas (bardas de piedra utilizadas para resguardar las zonas menos protegidas del cerro) y una escalinata de piedra enterrada. En el noreste del cerro hay algunos petrograbados. Fueron hallados también varios restos de cerámica, 18 puntas de ballesta, restos de balas de arcabuz, puntas de proyectil de obsidiana y pedernal, una cadena, un aro de cota de malla, clavos de herradura, dos macuquinas (monedas), hebillas y otros objetos.

Además de evidenciar la presencia indígena en el sitio y del enfrentamiento entre caxcanes y españoles, las fuentes etnohistóricas reportan que el Peñol de Nochistlán tenía grandes acantilados, corrientes de agua circundantes y albarradas. El único de los tres lugares que cuenta con estas características es el Cerro del Tuiche.

“La arqueología es una encrucijada de disciplinas”, afirma la autora del libro. Hay ahí un estudio donde la historia, la arqueología del paisaje y las técnicas de prospección geofísica se funden para brindar información sobre la sociedad caxcana y el conflicto hispano-caxcán.

Paradójicamente, este torbellino de disciplinas no destruye sino ordena la comprensión de la contradictoria sociedad en movimiento. La historia, como el campo magnético terrestre, se manifiesta y cambia, y lo intrincado de su fondo proyecta luz hacia el porvenir.


Escrito por Daniel Lara Jáuregui

COLUMNISTA


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