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En 1620, por razones políticas, el poeta Francisco de Quevedo permaneció desterrado en Villanueva de los Infantes, municipio español donde, aislado, escribió uno de sus sonetos más famosos titulado Desde la torre. El soneto empieza así:
Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos
y escucho con mis ojos a los muertos.
Los críticos literarios han elogiado la construcción musical en dicha estrofa, pues su ritmo es perfecto. La grandeza del soneto se completa con la profundidad de sus conceptos, que se subrayará a continuación a partir de dos estrofas. Para Quevedo, la lectura es un acto racional, es decir, no se trata de algo pasivo, por eso explica “vivo en conversación con los difuntos”. La lectura es un diálogo; en los libros hallamos las ideas vivas de los difuntos, con quienes podemos hablar: “se vive en conversación con los difuntos”; la lectura es una forma de dialogar con quienes han edificado el saber humano; esto, a su vez, permite mantener erguido el edificio del saber.
El último verso de la estrofa dice: “escucho con mis ojos a los muertos”. Hay aquí dos sentidos que se unen intelectualmente: la vista y el oído. Leer es escuchar los sonidos de la palabra; estos se concentran en el texto, se convierten en grafías que reviven el pensamiento. Significa que al leer, incluso en silencio, se habla, se reproduce en el cerebro la voz de los difuntos. Por otro lado, Quevedo usa la palabra “escuchar”: se trata de oír atentamente, de profundizar en la escucha, esto significa construir una forma de silencio, oyendo de modo atento; pues solo quien escucha con atención, quien guarda silencio para oír, puede responder con la profundidad o la adecuación necesaria.
Esto nos recuerda que la palabra tiene su origen en el habla, la práctica humana del habla es el fundamento de la palabra escrita; esto se olvida ahora que los gráficos dominan la cultura; de hecho, ha habido miles y miles de lenguas habladas en la historia de la humanidad y solo 106 han sido escritas; además, de las aproximadamente tres mil lenguas que hoy existen, solo 78 tienen una literatura. Quevedo pertenece a una cultura apoyada en la escritura (la imprenta recién inventada) y en una lengua oral primaria al mismo tiempo; esto le da una gran ventaja, pues está muy cerca del lenguaje actual del pueblo (no se trata de una lengua muerta, como el latín), por eso puede comprendérsele fácilmente.
Volvamos al soneto. La segunda estrofa afirma:
Si no siempre entendidos, siempre abiertos,
o enmiendan, o fecundan mis asuntos
y en músicos callados contrapuntos
al sueño de la vida hablan despiertos.
Al escribir que los libros “enmiendan o fecundan”, se entiende que brindan respuestas a quien los lee, enmiendan al lector, le hablan al “sueño de la vida” como si fueran música; así Quevedo nos recuerda por qué es importante no alejarnos de la lectura. Leer constantemente nos mantiene reflexivos, activos, en posición recta, lejos de la animalidad.
Escrito por Betzy Bravo
Investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales. Ganadora del Segundo Certamen Internacional de Ensayo Filosófico. Investiga la ontología marxista, la política educativa actual y el marxismo en el México contemporáneo.