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Entre la razón y la locura
Entre la razón y la locura nos mueve a reflexionar dialécticamente sobre los contrarios que se encuentran en la existencia de todo ser humano.
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Los idiomas más hablados en el mundo son el chino, en primer lugar; el español, segundo y el inglés, tercero. Éste, sin embargo, es la lengua “franca” de la mayoría de instituciones de carácter internacional, de las negociaciones entre países y bloques regionales y de reuniones mundiales de ciencia, educación, deporte, etc., debido al enorme poderío económico, político y militar de sus naciones hablantes más destacadas: Gran Bretaña, imperio global entre el siglo XVII y mediados del siglo XX y Estados Unidos (EE. UU.), su sucesor imperial al término de la Segunda Guerra Mundial. Pero el idioma inglés, como todos los del orbe, ha evolucionado de manera constante y sufre la influencia de otras lenguas. Tuvo su origen en las oleadas inmigrantes de los antiguos pueblos germánicos que se asentaron en las islas británicas; después éstas fueron invadidas por los vikingos y, sobre todo, por los normandos, previamente establecidos en el norte de Francia, quienes aportaron gran cantidad de vocablos al inglés británico. Hoy esta lengua tiene más de 250 mil palabras, sin contar muchas expresiones técnicas y científicas que se utilizan a lo largo y ancho del planeta.

Pues bien, la cinta que hoy comento, amigo lector, trata sobre la relación de dos hombres completamente disímbolos, quienes comenzaron a elaborar el diccionario más importante de la lengua inglesa hasta este momento: el Diccionario Oxford. El filme Entre la razón y la locura (2019), de Farhad Safinia, narra la titánica lucha que debió emprender el filólogo James Murray (Mel Gibson) para elaborar este documento, que le encomendara la Universidad de Oxford a mediados del siglo XIX. Murray, según esta historia, no estudió en ninguna universidad, ni poseyó ningún título académico, pero era el mejor lingüista que tenía Gran Bretaña, pues dominaba los idiomas más importantes del mundo, entre ellos el latín, el griego y la mayoría de las lenguas y dialectos europeos. Para realizar su tarea, lo primero que hace Murray es convocar a los ciudadanos de habla inglesa para que le manda, vía postal, todo tipo de palabras, junto con su uso oral, regional y en obras literarias y científicas. Murray sabe que las palabras evolucionan, que tienen “vida propia”, que no son estáticas y que están en constante cambio. A pesar de que dispone de un equipo profesional de colaboradores, su tarea es complicada y lenta; sin embargo, un día recibe la carta de un presidiario estadounidense llamado William Minor (Sean Penn), quien purga en Londres una pena por haber asesinado a un hombre, a quien confundió. En la misiva, Minor le propone un método y claves que permiten a Murray un avance importante en su obra de investigación. Desde entonces, Murray visita con frecuencia a William en la cárcel y entre ellos surge una sólida amistad. Minor, profundamente arrepentido de su crimen y de haber dejado en la orfandad a los hijos de su víctima, le encarga a un carcelero que entregue a Eliza (Natalie Dormer) –la esposa del victimado– su pensión de militar del ejército estadounidense, esto tiene la finalidad de que ella y sus hijos no padezcan hambre. En un principio, Eliza rechaza el apoyo, pero después de ir conociendo a Minor, su profundo rencor contra el asesino de su marido cede a dicha oferta y acepta la propuesta de éste de enseñarle a leer y escribir. Pero William Minor padece esquizofrenia y el psiquiatra que lo atiende en el presidio le aplica terapias tan duras y brutales que lo dejan en un estado mental deplorable, al grado de ya no puede reconocer a nadie, ni reaccionar a ningún estímulo físico o emocional. Finalmente, Murray decide llevar a Eliza para hacerlo reaccionar y Minor recobra su estado consciente; pero el gobierno británico decide deportarlo a EE. UU. a fin de que no siga en la cárcel, donde su estado puede agudizarse.

Entre la razón y la locura nos mueve a reflexionar dialécticamente sobre los contrarios que se encuentran en la existencia de todo ser humano; de cómo entre la razón y la locura puede haber solo una delgada línea; de cómo entre la genialidad y la más terrible postración moral y psicológica hay un solo paso y cómo la condición humana en algunos casos puede ser de enorme fortaleza y en otros de terrible fragilidad. Con la notable interpretación de estos opuestos humanos del personaje William Minor, el actor Sean Penn logra mostrar su gran capacidad histriónica. Por ello, Entre la razón y la locura es una cinta recomendable. Una vez más, la dialéctica es mostrada en una historia que mezcla la tragedia de un hombre que aportó mucho a la creación de una obra tan importante como el Diccionario Oxford y también sus sentimientos más nobles y trascendentes para la sociedad.


Escrito por Cousteau

COLUMNISTA


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