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Enfermos de indecisión
Ortega y Gasset recurre al carácter del escritor alemán Johann Wolfgang Goethe para ejemplificar el sentido de la indecisión. Advierte que Goethe fue un náufrago de su propia existencia, marcado por escapes físicos y sentimentales.
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«Se vive desde el porvenir, porque vivir consiste inexorablemente en un hacer, en un hacerse la vida de cada cual a sí misma», escribe José Ortega y Gasset en su Carta a un alemán, expresión con la que propone que cada persona debe realizar para sí misma un proyecto de vida propio.

El filósofo español recurre al carácter del escritor alemán Johann Wolfgang Goethe para ejemplificar el sentido de la indecisión. Advierte que Goethe fue un náufrago de su propia existencia, ignorante de qué sería de él, marcado por muchas fugas: escapes físicos y sentimentales. Comenzó huyendo de sus amores juveniles, luego no terminó siendo poeta, ni pintor, ni ministro. A este “casi amante”, Ortega y Gasset le escribe estos versos:

 

En una casi ciudad

unos casi caballeros

sobre unos casi caballos

hicieron casi un torneo.

 

Para Ortega, Goethe fue un excelente ejemplo de la falta de vocación y un terrible ejemplo de auténtica existencia. La vida de Goethe ha generado polémica, tuvo varias facetas contradictorias y no todos sus estudiosos lo han enjuiciado igual que Ortega. Pero me interesa aquí destacar únicamente los señalamientos que hace el pensador español sobre la indecisión del alemán, lejos de calificarlo como desertor. La falta de decisión en Goethe estuvo marcada por su personalidad incompleta como individuo, un mal natural que trae consigo la clase burguesa. 

La cultura burguesa produce individuos con carácter destructivo y egoísta que los hace incompatibles con la población entera, porque explotan a la gran mayoría. Esta posición, colmada de vacilaciones y ligerezas con respecto al porvenir, es proclamada en el sistema capitalista donde predominan el dinero, el despilfarro, la pérdida de sentido humanista y ninguno se concibe como miembro de un colectivo. Muchos tenemos este conocimiento veraz; hay encuestas que revelan que a muchos individuos no les interesan los temas sociales ni los religiosos, mucho menos los políticos. Pero no basta saberlo para combatir la enfermedad. Es preciso ir más lejos, allá donde nos evidenciamos inconformes.

La única esperanza para un mejor porvenir está en la organización popular. Una vez decididos, comenzada la acción, las exigencias por construir otro mundo no deben morir; para esto es necesario prepararnos, encontrar medios, conocer el arsenal de experiencias del pasado. Esto implica edificarnos individualmente, sin perder de vista un objetivo común y, sobre todo, no cesar en ello. 

El ser humano se comprende como un “bloque histórico” de individuos en relación activa con la sociedad.  Concebidos así, somos quienes transformarán el mundo material y moral; esto denota un cambio individual. “Transformar al mundo externo, –escribe Antonio Gramsci– las relaciones generales, significa potenciarse a sí mismo, desarrollarse a sí mismo”. No puede darse una superación individual si ésta no se efectúa en relación con el colectivo. Entonces, el cambio se produce dialécticamente. No es verdad lo que dicta la educación burguesa, pues no es viable que el individuo se desarrolle de forma aislada e incompleta. 

Las relaciones exteriores y los vínculos entre los individuos pueden sustituirse; debemos erradicar la miseria que padecemos millones, por eso no hay que ceder a la fragmentación de nuestra fuerza política.


Escrito por Betzy Bravo

Investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales. Ganadora del Segundo Certamen Internacional de Ensayo Filosófico. Investiga la ontología marxista, la política educativa actual y el marxismo en el México contemporáneo.


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