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En el mes de agosto del año pasado se publicaron en Estados Unidos (EE. UU.), en la página de la institución, algunos resultados de encuestas aplicadas por Gallup sobre la opinión que tienen los norteamericanos acerca del socialismo y el capitalismo. Los resultados dados a conocer no son determinantes y mucho menos estremecedores; pero, sí, si tomamos en cuenta los 100 años que por lo menos ya cumple en ese país la intensa propaganda en contra de todo lo que huela a socialismo, no dejan de ser curiosos (no pasar por alto que en el mes de febrero de 1918, unos cuantos meses después de la Revolución de Octubre, EE. UU. ya participaba con tropas en una fuerza expedicionaria que invadía lo que poco después sería la Unión Soviética).
Pues bien, interrogados los jóvenes norteamericanos, en un rango de edades entre 18 y 29 años, acerca de tener un punto de vista u opinión favorable al socialismo (la encuesta deja que cada quien aplique su propia concepción de socialismo), se nos informa que en el año 2010, 51 por ciento respondía que sí, que tenía una visión positiva del socialismo; y en el año 2018 el dato seguía siendo el mismo: un 51 por ciento era el que tenía una opinión favorable del socialismo; el porcentaje se sostiene, no obstante, tratándose del país con el capitalismo más poderoso y desarrollado del mundo, me permito decir que es un porcentaje alto. Por otra parte, cuestionados acerca de su opinión acerca del capitalismo, se nos informa que, en el año 2010, opinaba favorablemente el 68 por ciento, mientras que ya para el año pasado, solamente opinaba favorablemente el 45 por ciento. No es muy aventurado afirmar que la juventud norteamericana se desencanta del capitalismo.
El día siete de febrero, en el diario The New York Times, el economista Paul Krugman escribió lo siguiente: “Algunos políticos progresistas de EE. UU. se describen a sí mismos como socialistas y, un número significativo de electores, incluyendo una mayoría de votantes de menos de 30 años, dicen que aprueban el socialismo. Pero ni los políticos ni los votantes defienden la expropiación de los medios de producción. En lugar de ello, han adoptado un discurso conservador que describe todo lo que sea atenuar los excesos de la economía de mercado, como socialismo… Lo que los norteamericanos que apoyan el “socialismo” (las comillas son de P. Krugman) quieren en realidad, es lo que el resto del mundo llama socialdemocracia: una economía de mercado, pero con la pobreza extrema limitada por una poderosa red social protectora y la inequidad extrema limitada por una política fiscal progresiva”. Y termina su escrito diciendo que ante una posible candidatura presidencial de alguno de los políticos que defienden este punto de vista, no se ve difícil que concite el apoyo de los votantes. Pero, añade, “no debemos olvidar el poder de la deshonestidad, los medios del ala derecha retratarán a quien los demócratas nominen para presidente, como un segundo León Trotsky y millones de gentes les creerán”.
Krugman adelanta una campaña mediática para deformar el verdadero rostro de un candidato “socialista” en EE. UU. No obstante, si sucediera como Krugman dice, habría que decir que todavía a la prensa de derecha de EE. UU. le quedaban restos de honradez, pues colocaba a su adversario como un político inconveniente y tal vez peligroso, pero al fin un político con un programa para los norteamericanos. Lo digo porque la prensa de derecha de México se ha mostrado mucho más agresiva e inescrupulosa: a quienes defendemos un programa en el que haya empleos, buenos salarios, obras y servicios para la población y que todo ello se financie con una política de impuestos progresivos, nos cataloga de delincuentes que merecen cárcel.
No tengo el gusto de conocer al señor Salvador Camarena, pero leo su columna La Feria que publica en el diario El Financiero. Me interesaron algunas ideas acerca de la prensa que publicó en su colaboración, del día 13 de los corrientes, bajo el título Las Mañaneras y, sin su permiso, pero atendiendo a su importancia, las cito aquí para mis posibles lectores: “…que nuestra prensa no es un negocio profesional, sino uno subsidiado desde el poder; que no hay un gremio; que la centralización mediática siempre despreció los problemas, las agendas de las regiones; que ‘los grandes’ medios nunca han querido aceptar un mercado regido por la meritocracia y verificadores de audiencia imparciales; que buena parte de la información que circula no se obtiene con mejores y valientes preguntas, sino en un trueque de favores… en nuestra prensa subsisten las taras del modelo corporativo que siempre fuimos: sin el eje del poder político, o de un poder económico, difícilmente sobreviviría eso que llamamos medios. Cuál cuarto poder, hicimos todo para ser solo un sector más del PRI… y ahora de Morena”.
Estoy de acuerdo. Morena y su más alta autoridad que es la Presidencia de la República están imponiendo las notas a la prensa. Tal es el caso de los ataques al Movimiento Antorchista Nacional. La revista Proceso se ha estado refiriendo a nuestra organización acusándola sin pruebas de la comisión de delitos, pero la relación de la prensa con el poder no es en este caso de mera dependencia por obsequiosidad o zalamería, es el poder público en persona: el señor Julio Scherer Ibarra, accionista principal e influyente personaje en la línea editorial de esa revista, es el Consejero Jurídico del Presidente de la República. El señor Santiago Nieto Castillo, por su parte, titular de la Unidad de Inteligencia Financiera de la SHCP, alimenta la columna de Carlos Loret de Mola, involucrándonos con el delito de la venta de combustible robado. Pero el señor Nieto Castillo, supuesto investigador de delitos, ya tiene una idea, se ha formado un juicio, tiene un prejuicio sobre el Movimiento Antorchista. En el libro de su autoría que publicita entre los medios, nos calumnia y nos insulta hasta que se cansa. Santiago Nieto no investiga, él ya juzgó y, si nos atenemos a lo escrito en su libro, sentenció sin prueba alguna al Movimiento Antorchista en su conjunto, que es lo que políticamente le interesa. ¿Qué tribunal, ya no se diga de México, sino del mundo, le daría validez a una “investigación” posterior que, como consecuencia, imputara o, más bien, les diera forma a los delitos de los que ya tiene Nieto Castillo toda una concepción? La buena fe del ministerio público como base de nuestro sistema acusatorio (y de todos los sistemas acusatorios del mundo), la neutralidad de quien representa a la sociedad, el respeto a los derechos humanos, están bajo los pies de Santiago Nieto Castillo. Lo que cuenta es una decisión ya tomada. En consecuencia, lo que analiza y prevé Paul Krugman para quienes en EE. UU. defienden, como nosotros, un modelo económico que construya una sociedad más equitativa, resulta casi un juego de niños comparado con la trama que se urde en contra de dos millones de antorchistas y sus dirigentes en México.
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Escrito por Omar Carreón Abud
Ingeniero Agrónomo por la Universidad Autónoma Chapingo y luchador social. Autor del libro "Reivindicar la verdad".