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La idea de humanidad que el arte contiene se va desmoronando en la medida en que el mundo es menos humano. No obstante, las obras de arte muestran análisis de la sociedad que pueden proponer un mundo más humano. La realidad es expuesta por el arte en general y por el cine en particular. A través del cine, aquella parece reducirse o dilucidarse de manera muy clara.
En el cine encontramos imágenes particulares que parecen cristalizar el tiempo, el movimiento y las relaciones que existen entre los objetos; estas imágenes se conocen como planos. En estos objetos y conjuntos de objetos se unen en una sola y misma duración; es decir, el tiempo está contenido en la imagen; el movimiento fluye a través del tiempo y atraviesa la realidad. Todo lo que tenemos en nuestra mente son imágenes tomadas de una realidad concreta externa a nosotros; es decir, son imágenes que extraemos del mundo a través de nuestros sentidos. Estos planos que extraemos sensitivamente nos ayudan a comprender lo que sucede.
Los antiguos artesanos lograron dignificar lo bello engendrando obras de arte a partir de las sensaciones. A través del perfeccionamiento de la técnica pudieron crear obras que enaltecen la belleza. Conforme la técnica se ha ido perfeccionando, hemos llegado a una producción más compleja de las obras de arte, como el cine.
El cine no nos ofrece imágenes separadas del tiempo, sino imágenes y movimiento de manera inmediata. Nos da, en efecto, cortes de la realidad; es decir, del mundo, pero son cortes móviles. Tenemos así planos temporales, imágenes móviles; a diferencia de la concepción de imagen en la antigüedad, cuando el movimiento remitía a formas inmóviles y era captado en el fluir de la materia para ser inmovilizado.
El cine es una síntesis adecuada de espacio y tiempo, un ordenamiento de los instantes privilegiados, de la realidad que transcurre. Dichos instantes privilegiados pueden ser vistos como instantes extraordinarios de la realidad. Una vez que hay acumulación de momentos ordinarios se producen instantes extraordinarios. Es decir, el aumento cuantitativo de las imágenes ordinarias da lugar a un salto cualitativo en el que surge lo relevante. Un ejemplo claro de esto lo encontramos en Los pájaros, de Alfred Hitchcock: en colectivo, los ordinarios pájaros se convierten en una fuerza inmensa, en algo extraordinario.
En la industria cinematográfica se trabaja no solo con individuos, sino con sujetos. El cine narra literalmente no la vida de individuos, sino la vida colectiva. Continuando con el ejemplo de Hitchcock: cada uno de los pájaros del mundo entero, en tanto que se unen, lleva bajo sus plumas una potencia mucho más grande que su actividad individual; ese poder es movilizado y se crea entonces una nueva especie de ave. La acumulación de las capacidades de cada sujeto origina así un excedente, algo extraordinario que puede cambiar el curso de la historia.
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Escrito por Betzy Bravo García
Investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales. Ganadora del Segundo Certamen Internacional de Ensayo Filosófico. Investiga la ontología marxista, la política educativa actual y el marxismo en el México contemporáneo.