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En estos momentos de tensión mundial debida la guerra que se libra en Ucrania –guerra que puede derivar en un conflicto de mayores proporciones, incluso hasta una guerra nuclear–, sería mi deseo seguir escribiendo sobre los documentales que abordan la problemática y las causas de la guerra en la exrepública soviética, que ahora se ha convertido en el país que le está sirviendo al imperialismo norteamericano para orquestar una “guerra hibrida” sobre la Federación Rusa. Para vencer a una nación, cuando ésta tiene una considerable fuerza militar –como es el caso de Rusia–, no bastan las acciones militares, ahora las acciones militares deben acompañarse de la guerra económica, de la guerra diplomática, de la guerra, tecnológica, de una guerra cibernética; en síntesis, la “guerra hibrida” consiste en buscar por todos los medios la derrota del enemigo. El más importante teórico de la guerra, Carl Von Clausewitz, decía que “la Guerra es la continuación de la política por otros medios”. Hoy, parafraseando a Clausewitz, podemos decir que “la continuación de las guerras geopolíticas se realiza por diversos medios: militares, económicos, cibernéticos, etc.”.
Sin embargo, la esencia de la guerra es la destrucción del enemigo, pues a éste se le considera como el factor principal o más poderoso para que un gobierno o un pueblo no pueda realizar sus objetivos económicos o políticos. Ahora mismo estamos viendo que el imperialismo norteamericano preparó la guerra en Ucrania desde hace mucho tiempo, pues le urgía obtener sus cometidos para seguir siendo la máxima potencia militar y geopolítica del Globo. Para que siga existiendo el mundo “unipolar”, a Estados Unidos (EE. UU.) le resulta muy importante no solo vencer a sus más fuertes contrincantes en lo militar y en lo económico; le es necesario seguir sometiendo a Europa y esta guerra le está sirviendo para reactivar el espíritu de “unidad en Occidente”; en el terreno económico, siendo una potencia en decadencia, también tiene un objetivo primordial: poder vender armamento, reactivar la carrera armamentista (los gobiernos de EE. UU. y de los integrantes de la OTAN están aumentando drásticamente sus presupuestos militares); desde el punto de vista económico, a EE. UU. le resulta necesario vender gas licuado a Europa y que el viejo continente no dependa de los energéticos que le llegan de Rusia.
Pero todo esto, amigo lector, aunque le parezca ajeno al cine hollywoodense y aunque sea una auténtica paradoja, el cine gringo puede reflejar –yo creo que de forma totalmente involuntaria a los realizadores y productores– en algunas obras cinematográficas recientes la podredumbre de las élites promotoras de la guerra. Por ejemplo: sobre la ultima cinta de Guillermo del Toro, El callejón de las almas perdidas (2021) una obra del “cine negro”, nominada en cuatro categorías de los premios Oscar (Mejor película, Mejor fotografía, Mejor diseño de producción, y mejor diseño de vestuario) y que narra la vida de Stanton Carlisle (Bradley Cooper) un hombre joven que se integra a una feria en la que un grupo de artistas trashumantes presentan diversos espectáculos. En esa feria destaca el horripilante espectáculo de un “monstruo” que, para sobrevivir, tiene que beber la sangre de una gallina todos los días, gallina a la que muerde en el cuello ante la expectación y morbo de los parroquianos. En realidad, ese “monstruo” es un alcohólico y drogadicto que, para satisfacer sus vicios, tiene que realizar tal acto de bestialidad frente al público. Stanton es contratado por el dueño de la feria. Conoce a Molly (Rooney Mara) y decide irse a Nueva York a estafar a los adinerados de la gran ciudad. Al hablar sobre su historia fílmica, Guillermo del Toro dice: “la feria es una sociedad hermética increíblemente unida…un lugar donde la gente guarda sus secretos…sin embargo, forman una sociedad fuerte…todo el mundo está para estafar a todo el mundo, pero al mismo tiempo saben que se necesitan y se protegen”. Esta descripción, sin duda, se puede extrapolar a las élites que gobiernan a la sociedad occidental. Son expoliadores de sus pueblos y de los pueblos del mundo; tal vez algunas de esas clases plutocráticas europeas odien a la élite estadounidense, pero la obedecen por que se necesitan. Valga esta analogía. Y todos los pueblos del mundo preparémonos para luchar contra esas élites que son fascistas y quieren aplastar a Rusia, a su economía, a su milenaria tradición de lucha contra los invasores occidentales, quieren aniquilar a la cultura rusa, a semejanza de Adolfo Hitler y sus hordas nazis antes y durante la Segunda Guerra mundial.
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Escrito por Cousteau
COLUMNISTA