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Que dos monarquías árabe-musulmanas del Golfo Pérsico pacten con Israel implica un cambio geoestratégico radical, pues rompe el apoyo árabe a la causa palestina y escala la amenaza contra Irán. Ese pacto de gran alcance diplomático, político-militar y comercial muestra que el capital corporativo usa las disputas regionales para ganar más dividendos.
Por años, el imperialismo estadounidense buscó reconfigurar el Medio Oriente y hoy Donald John Trump consuma ese deseo para gozar de otro cuatrienio en la Casa Blanca. Esa alineación contra la convivencia internacional debe preocupar a los estrategas mexicanos responsables de preservar la tentación capitalista de los ricos recursos en nuestro país.
En un gran giro geopolítico, dos relevantes actores del mundo árabe y musulmán sunitas, Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Bahréin, decidieron reconocer a Israel. Este estado que se constituyó arbitrariamente sobre tierra palestina en 1948, y no fue reconocido por ningún país árabe, aunque gradualmente algunos lo hicieron tras la desaparición de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
El nuevo frente que hoy forman el sionismo israelí y las dos monarquías árabes nació arropado por la arrogancia imperial y anticipa una nueva era de conflictos con millones de víctimas palestinas, árabes e iraníes. El reconocimiento de EAU y Bahréin al ocupante de la tierra palestina tendrá serio impacto geoestratégico.
Estados Unidos (EE. UU.) e Israel lanzaron una campaña para remover la cuestión Palestina, no solo en el ámbito internacional, sino también en la agenda regional y reemplazarla con el conflicto árabe-iraní. El reconocimiento mutuo de las ricas monarquías del Golfo Pérsico lastima el ideal de autodeterminación que hace más de un siglo defienden los palestinos. Su alineación con Israel insinúa que la cuestión en Gaza pasa a un segundo plano.
FIN DE UNA ERA
15 de mayo de 1948. La noche que concluyó el mandato británico en Palestina, David Ben Gurión, líder de la Organización Sionista Internacional y de la guerrilla judía Haganá, proclamó la creación del Estado de Israel. Los países árabes no reconocieron las fronteras del nuevo Estado y le declararon la guerra; Israel expulsó a cientos de miles de palestinos que se convirtieron en refugiados.
26 de marzo de 1979. Acuerdo de Paz de Camp David, entre Israel y Egipto, que traicionó la causa palestina.
1994. Jordania reconoció a Israel. Marcó el principio de la estrategia israelí para llegar a los multimillonarios estados del Golfo Pérsico y cercar a Irán, su archienemigo y de EE. UU.
2014. XXV Cumbre Árabe en Kuwait, que confirmó el rechazo “absoluto y definitivoˮ al reconocimiento de Israel.
2015. Delegaciones sauditas e israelíes compartieron su preocupación por el programa nuclear iraní.
2017. Arabia Saudita promovió el boicot diplomático contra Qatar, el mayor donante para Gaza (con más de mil 750 millones de dólares (mdd) y acogió la sede de Hamas en su capital).
2019. El canciller de Bahréin declaró al Times of Israel que reconocía el derecho del Estado hebreo a existir, que deseaba la paz y condenó el boicot a productos israelíes por la Liga Árabe. EE. UU. reconoció los Altos del Golán de Siria como territorio israelí.
15 de septiembre de 2020. Acuerdos de Abraham entre Israel, EAU y Bahréin
Además de sacudir la identidad del llamado mundo árabe, el llamado Acuerdo de Abraham pretende asfixiar a Irán y el país persa musulmán chiita no es grato a los árabes musulmanes sunitas y a los sionistas israelíes. Este pacto parece una reacción al fortalecimiento de vínculos entre China e Irán e implicaría una recomposición geopolítica.
Por eso la expresión triunfal de Jared Kushner, yerno de Trump, quien al viajar en el vuelo inaugural entre Israel y los EAU describió el pacto como “la habilidad para cambiar todo el curso de Medio Oriente”. El logro de la Casa Blanca es que Bahréin y los Emiratos vean a Irán como una amenaza mientras Israel aumenta su influencia regional, advierte el analista Lluís Bou.
Nuevo mapa
Los Acuerdos de Abraham dibujan un mapa con nueva distribución de fuerzas en el estratégico Golfo Pérsico. Securitiza la relación entre el sionismo israelí y las monarquías árabes, además de pactar en energía, turismo, inversiones, salud, medio ambiente, vuelos directos, tecnología, telecomunicaciones, cultura y establecimiento de embajadas recíprocas.
Con este movimiento, EE. UU. y su protegido sionista logran tres objetivos: reducir el aislamiento regional de Israel; mostrar que los demás voyantes estados árabes coinciden con su percepción de que Irán representa una fuerte amenaza y que todos logran un negocio redondo. Han convencido a los EAU y Bahréin que se beneficiarán de los avances israelíes en alta tecnología.
A su vez, el Estado hebreo ha publicitado la nueva alianza como una oportunidad de la era del Covid-19 para disfrutar y explorar playas, desiertos y los fascinantes centros comerciales de sus nuevos socios monárquicos. El tabú se rompió, afirmó Ian Black, del Centro Medio Oriente en la Escuela de Economía de Londres.
El efecto más significativo es que EAU y Bahréin se suman a la Agenda Estratégica para el Oriente Próximo de EE. UU. Entre líneas, la declaración conjunta indica que en la región “existe una perspectiva similar sobre las amenazas y oportunidades” y el compromiso para la estabilidad y una mayor integración económica.
El príncipe coronado de Abu Dhabi, líder de los EAU, Mohammed bin Zayed Sultan Al Nahayan, afirmó que impuso como condición que Israel detenga la anexión de Samaria y Judea en Cisjordania. Es decir, que puso cierto freno a la expansión sionista sobre Jerusalén y los territorios ocupados.
Pero los Acuerdos de Abraham, redactados por Donald Trump y su yerno Jared Kuschner, solo piden al primer ministro hebreo Benjamín Netanyahu que suspenda “temporalmente” su plan de anexión de Judea y Samaria en Cisjordania.
RECONOCIMIENTO O RECHAZO
Hasta el 13 de agosto, 18 de los 22 miembros de la Liga Árabe no reconocían a Israel (Arabia Saudita, Argelia, Bahréin, Comoras, Djibuti, Irak, Kuwait, Líbano, Libia, Marruecos, Omán, Qatar, Somalia, Sudán, Siria, Túnez, Emiratos Árabes Unidos y Yemen). Tras los Acuerdos de Abraham, Bahréin y Emiratos se borraron de ese compromiso.
Los analistas afirman que los Acuerdos de Abraham no se hubieran dado sin el apoyo de Arabia Saudita. “La agenda política y la economía de Bahrein tiene gran influencia saudí”, indica la red de política Al-Shabaka.
El reino saudita, pese a ser archienemigo de Irán, puntualizó que no está listo para avanzar, aunque el príncipe heredero Mohhamed bin Salman parece menos renuente. “Significa un cierre de filasˮ contra el país persa y, aunque los sauditas no darán pronto un paso semejante, es claro que están más del lado de Israel que de Teherán, estimó el académico Luis Eduardo Bosemberg de la Universidad de Los Andes.
Hace años dialogan con Israel los países del Magreb (norte de África) –Marruecos, Túnez y Mauritania– que reciben a turistas israelíes. Omán y otros Estados del Pérsico ven bien el flujo de viajeros israelíes a su región.
Qatar, situado entre los EAU y Bahréin en el Golfo Pérsico, tiene, desde 1991, excelente relación con EE. UU. y abrió un discreto diálogo con Israel. Pese a ser miembro del Consejo de Cooperación del Golfo mantiene tensas relaciones con Bahréin y Arabia Saudita que lo aislaron, y en respuesta desplegó una hábil aproximación con Turquía e Irán, lo que abrió un nuevo frente en el tablero geopolítico de la región, según el geopolitólogo J. Morillo, del Campus Internacional para la Seguridad y Defensa.
Sin embargo, rechazan a Israel los gobiernos de Afganistán, Bangladesh, Bután, Brunei, Cuba, Guinea, Indonesia, Irak, Irán, Norcorea, Malasia, Malí y Níger.
Los palestinos, confinados bajo la ocupación israelí, no recibirán ningún beneficio. De ahí que el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, llamó “traición” a la normalización de relaciones y urgió a una reunión de la Liga Árabe, la cual no prosperará porque en el horizonte se ve una ola de reconocimientos de las naciones árabes, cuyos jefes de gobierno esperan mejorar sus economías y obtener más seguridad.
Contra Irán
Además de lanzar el pacto en un momento idóneo para su campaña electoral, Donald Trump se perfila ante el mundo como el mayor negociador diplomático. Por eso era importante efectuar la ceremonia en la Casa Blanca, ya que su plan de máxima presión sobre Irán fue un golpe geoestratégico de política exterior.
La nueva alianza israelí-árabe contra Irán es el gran obsequio de Trump a Netanyahu, quien enfrenta un juicio por corrupción –que lo llevaría a prisión– y protestas semanales de opositores ante su casa por su pésima gestión de la pandemia.
NUEVOS SOCIOS DEL SIONISMO
EAU es una federación de siete emiratos (Ajmán, Dubai, Fujairah, Ras al-Khamainah, Sharjah y Umm al-Qaywayn) que lidera Abu Dhabi y ganó peso político al diversificar su economía. Ahora lo comanda Mohamed bin Zayed quien cambió su enfoque sobre el conflicto palestino-israelí e intervino en Yemen para ganar terreno frente a Irán. Los EAU pretenden ganar puertos claves en el Cuerno de África, donde aspiran a ser un pivote logístico. Con menos de un millón de habitantes nativos, su Visión 2021 los posicionó internacionalmente al impulsar fuentes alternas de energía, incursionar en el sector de aerolíneas, urbanística y turismo, y convertirse en un enclave financiero.
El comercio con México apenas suma los 900 mdd, aunque son su tercer socio comercial en Medio Oriente. En 2016 firmaron 13 acuerdos de energía, turismo, cambio climático e inversiones.
Bahréin es un minúsculo archipiélago donde reina, desde 1999, el ultraconservador emir jeque Hamad Ibn Isa Al Khalifa. Debe su prosperidad a la producción petrolera aunque durante 30 años optó por diversificar su economía al desarrollar el refinado de crudo, minerales de hierro y aluminio, así como astilleros navales y servicios. Eso atrajo a bancos y agencias financieras, por lo que hoy es referencia internacional en finanzas y negocios. Fue el primero de la región en firmar un acuerdo comercial con EE. UU., por lo que Arabia Saudita lo acusó por dañar la integración comercial de la región. Sin embargo, el desempleo creció y para reducirlo, encareció los costos de los trabajadores foráneos, que son más del el 44 por ciento.
México y Bahréin tienen relaciones desde hace 45 años, pero su intercambio es escaso, pues apenas llegan a 25.9 mdd, aunque avanzan los acuerdos para promover y proteger inversiones y evitar la doble imposición.
Irán es para los EAU el gran y potencial adversario en el otro lado del Pérsico. Con este pacto pretenden proyectarse como potencias militares –ya en Libia y Yemen usaron a sus bien equipadas tropas– y aspiran acceder a armas avanzadas (como el avión caza invisible F35 y el avión de guerra electrónica EA.18G) que no tendrán sin la mediación de EE. UU.
Con frío cálculo, EE. UU. e Israel saben que las bases aéreas israelíes están muy lejos de Irán, así que sedujeron a los Emiratos y Bahréin, que han disputado con Irán los derechos sobre ciertas zonas. Esta alianza tiene un amplio rango de nuevas opciones, mientras que los iraníes tienen ante sí un teatro de maniobras más reducido.
En 1994, Bahréin recibió a una delegación oficial israelí; en 2017, el rey Hamad bin Isa Al Khalifa se reunió con líderes israelíes en EE. UU. y se opuso al boicot comercial contra Tel Aviv, por lo que no fue una sorpresa que ese archipiélago del Golfo Pérsico normalizara su relación con el Estado hebreo. Para analistas como Farah Najjar, de Al Jazeera, este movimiento busca agradar a EE. UU., cuya Marina tiene su cuartel general en ese Estado.
Frente a esa acometida bélico-diplomática, que pone más presión a Irán, con las sanciones comerciales de Trump, su liderazgo respondió condenando el acuerdo. El presidente Hassan Ruhani subrayó que, cada día, Israel comete crímenes en Palestina y advirtió: “¿Quieren darle bases en la región? Enfrentarán severas consecuencias”.
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Escrito por Nydia Egremy
Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.