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Disraelí, de André Maurois
En su segundo periodo gubernamental, votó por la igualdad de obligaciones entre empleados y patrones, la ampliación de derechos laborales de los sindicatos, la reducción a 56 horas la jornada semanal, entre otras.
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La biografía del escritor francés André Maurois (1885-1967), dedicada al político británico Benjamín Disraelí (1804-1881), recuerda a sus lectores que los judíos no son errantes, que están en todas partes, nunca dejan de ser judíos, se arraigan sólidamente en los países donde nacen y que son igual de patriotas que los demás nativos. Es así como suelen ser invocados Carlos Marx y Albert Einstein en Alemania, Sigmund Freud en Austria; y Fray Luis de León, Alfonso de Valdés, Mateo Alemán y quizás Miguel de Cervantes, cuya condición de sefarditas jamás les impidió sentir y pensar como entrañables hijos de España.

Es en este contexto como Maurois –él mismo judío francés– cuenta la vida de Disraelí y lo hace invocando su ascendencia sefardita, primero en la Venecia de los Siglos XVI a XVIII y luego en la Inglaterra del XIX. En su infancia y adolescencia, Benjamín enfrentó la hostilidad antisemita de compañeros de escuela; pero su posición acomodada, gracia física e inteligencia le permitieron destacar en la literatura desde los 21 años, con la publicación de Vivian Grey (1825), la primera de sus 17 novelas, la mayoría de gran éxito, pero finalmente intrascendentes en las letras inglesas. Además escribió un libro de poemas, uno de teatro y 12 de ensayos.

Sin embargo, fue en la política donde Dizzy –apócope con el que se le conoció en Gran Bretaña– destacó mucho más hasta convertirse en uno de los primeros ministros más prestigiosos de la Inglaterra imperial de la segunda mitad del Siglo XIX. Fue dos veces Primer Ministro y tres, de Hacienda. En el inicio de su carrera fue radical y más tarde se convirtió en conservador (tory), aunque jamás fue inflexible con los whigs (industriales y comerciantes) y, en su segundo periodo gubernamental, votó por la igualdad de obligaciones entre empleados y patrones, la ampliación de derechos laborales de los sindicatos, la reducción a 56 horas la jornada semanal con descanso vespertino en sábado y la aplicación de medidas sanitarias en las fábricas.

Maurois lo describe como un hombre muy paciente y obstinado, cuyo principio rector de vida fue: “el destino es nuestra voluntad y nuestra voluntad es la naturaleza”; y pese a que siempre titubeó entre “escribir u obrar”, tardó más de 40 años en alcanzar sus objetivos políticos. En este ámbito, para el que mucho le ayudó casarse con una noble inglesa 12 años mayor que él (Mary Ann Whyndham), terminó por convertirse en un genuino gentleman, en el Lord Conde de Beacomfield, en amigo y confidente de la reina Victoria, del banquero Rothschild, del emperador francés Napoleón III, del canciller alemán Otto Bismarck y de otros personajes políticos de la Europa de su tiempo.

Dizzy fue muy popular y frecuentemente representado como John Bull, la figura emblemática de la Gran Bretaña y caricaturizado en Punch (1841-1992), revista satírica muy famosa durante más de siglo y medio en la Gran Bretaña. 


Escrito por Ángel Trejo Raygadas

Periodista cultural


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