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A veinte años de los atentados del 11 de septiembre a las Torres Gemelas de Nueva York y al edificio del Pentágono, sede del poder militar de Estados Unidos, las dudas sobre el verdadero origen de los mismos siguen estando vigentes. Quien mejor ha expuesto una versión que denuncia críticamente el trasfondo de esos atentados es el periodista francés Thierry Meyssan en su libro La gran impostura, en el que señala claramente que los atentados no fueron planeados y ejecutados por el terrorista Osama Bin Laden y su grupo terrorista Al Qaeda, sino por la cúpula del poder de la superpotencia imperialista. Para Meyssan fueron dos los objetivos principales que llevaron a las élites del poder yanqui a orquestar la monstruosa agresión que dejó un saldo de más de tres mil muertos y varias decenas de miles de heridos o afectados en su salud física y mental.
Las grandes corporaciones norteamericanas de fabricación de armamento, de extracción y refinamiento de petróleo, la farmacéutica y otras ramas de la gran producción gringa, en su hambre de expandir sus lucrativos negocios, alentaron a la cúpula militar y política para que se realizara una cruzada en contra del Islam. Las invasiones a Afganistán e Irak fueron planeadas mucho antes de los atentados del 11 de septiembre de 2001: Meyssan señala en su libro que el objetivo fue fortalecer el régimen militar norteamericano. Y el otro objetivo ha sido desde entonces el endurecer a este régimen opresivo, coartando las libertades de los ciudadanos norteamericanos con el pretexto de la “lucha contra el terrorismo”, y justificando ante el mismo pueblo norteamericano cualquier acción al interior y exterior de Estados Unidos que permitiese salvaguardar los intereses de la potencia, aunque esto implique la violación de los derechos humanos de los ciudadanos norteamericanos y las peores brutalidades a otros pueblos. En su libro, Meyssan demuestra cómo el gobierno norteamericano nunca pudo demostrar que el Pentágono haya sido impactado por un avión Boeing, pues nunca presentó un solo resto del mismo (ni la caja negra), y cómo siendo el país con una tecnología militar y aérea muy avanzadas, nunca se pudo detectar que el avión se dirigía a impactar a la sede militar más importante del país, lo que hace suponer que lo que impactó al Pentágono fue un misil que viajó 500 kilómetros a ras de tierra.
La cinta ¿Cuánto vale la vida? (2020) de la realizadora Sara Colangelo, aborda otro aspecto de los atentados del 2001; aborda el problema de las indemnizaciones que debieron pagar las compañías aéreas a los familiares de los fallecidos o a los que sufrieron mutilaciones u otro tipo de afectaciones incapacitantes para el trabajo. La historia se centra en la ardua labor que debe realizar el abogado Keneth Feinberg (Michael Keaton) para convencer a los que deben recibir las indemnizaciones. Feinberg debe lidiar con la burocracia gubernamental y con la codicia e insensibilidad de las compañías aéreas. Pero la parte verdaderamente difícil a la que se enfrenta es la negativa de los familiares de los muertos, pues no están dispuestos a que se establezca un pago injusto. En una primera reunión que tiene con los deudos, Feinberg recibe las más duras recriminaciones por algunos de los participantes, lo cual no lo arredra. Pero él y su equipo jurídico tienen de plazo dos años para resolver el conflicto.
Cuando ese plazo está por expirar, Feinbergh y su equipo toman la decisión de agotar el último recurso para convencer al resto de los beneficiarios de que acepten la propuesta de indemnización: platicar uno por uno con los que esperan la solución del conflicto. “No se trata de dinero se trata de entender lo que siente cada uno de los deudos” es su visión. A dos días de agotarse el plazo, repentinamente, la aplastante mayoría acepta la propuesta de Feinberg. ¿Cuánto vale la vida? es una cinta que “conmueve”, pues está llena de sentimientos elevados y muestra los buenos oficios de un abogado honesto y de alta sensibilidad hacia los deudos que da una solución al problema, evitando que prescriba el derecho de los afectados. Pero, al igual que otras cintas que abordan el tema, no se atreve a cuestionar la versión oficial sobre esta terrible tragedia que esconde la monstruosa calidad de los verdaderos culpables de la misma.
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Escrito por Cousteau
COLUMNISTA