Cargando, por favor espere...

Coyuntura geopolítica: Biden arremete contra China, ¿y México?
El argumento de por qué varios países no fueron invitados a la Cumbre de la Democracia, fue que no son países democráticos; el motivo real es que sus gobiernos se han negado a plegarse a los intereses estadounidenses.
Cargando...

Los días nueve y 10 de diciembre, el presidente de Estados Unidos (EE. UU.), Joseph Biden, encabezó la Cumbre por la Democracia, una reunión que convocó a representantes de varios países para supuestamente fortalecer el desarrollo de la democracia en el mundo. No todos los países asistieron, sino únicamente los que fueron invitados por el gobierno estadounidense. China, Rusia, Cuba, Venezuela, Nicaragua, Bolivia, entre otros, no fueron invitados. El argumento esgrimido fue que no son países democráticos, pero el motivo real o de fondo no es que sean ajenos a este sistema político, sino que sus gobiernos se han negado a plegarse a los intereses estadounidenses. Después de cuatro años de la administración Trump, Biden busca “lavar la cara a EE. UU”. frente a sus aliados internacionales y reclama para sí el papel de “líder del mundo libre”.

Paralelamente, Biden ha endurecido su presión contra China porque boicotea los Juegos Olímpicos de Invierno que se celebrarán en Beijing en 2022. El seis de diciembre, Washington declaró que no enviará una delegación de deportistas en protesta ante las supuestas violaciones a los derechos humanos que el Estado chino comete contra la población uigur de la provincia de Xinjiang. Al boicot estadounidense se sumaron Canadá, Reino Unido y Australia, que no enviarán delegaciones oficiales a la Olimpiada. El argumento para el boicot son los derechos humanos, aunque está documentado que éstos solo le importan al gobierno de EE. UU. cuando se trata de países que no responden a sus intereses imperialistas.

Otro tema conflictivo en la relación China-EE. UU. es la situación de Taiwán: la Isla es reivindicada por China como perteneciente a su territorio, mientras que el partido gobernante en Taiwán busca formalizar su independencia. Desde que Richard Nixon y Mao Zedong se entrevistaron en Beijing, en 1972, y reanudaron las relaciones diplomáticas entre los dos países, EE. UU. desconoció a Taiwán y se comprometió a aplicar la política de “una sola China”. La relación entre Beijing y Taiwán es difícil desde 1949; pero la tendencia a resolver pacíficamente las diferencias cambió drásticamente con la llegada de Biden al poder. El presidente estadounidense apoya públicamente a los independentistas de Taiwán; y en octubre pasado se confirmó la presencia de militares estadounidenses en suelo taiwanés, lo que obstaculiza los esfuerzos por impedir un conflicto militar en la región.

Cabe recordar que, en septiembre pasado, EE. UU., Australia y Reino Unido firmaron un tratado de seguridad militar (AUKUS), por medio del cual Australia adquirió submarinos nucleares que podría utilizar en conflictos armados, un pacto evidentemente orientado a presionar a China en el terreno militar. En septiembre, Biden actuó como anfitrión de la primera reunión presencial del Diálogo Cuadrilateral de Seguridad, mejor conocido como QUAD: los jefes de Estado de Japón, India, Australia y EE. UU. se reunieron en Washington para reactivar el mecanismo y reafirmar su alianza estratégica.

Además de estas medidas de fuerza, la administración Biden continúa la política de sanciones económicas contra China e insta a las empresas estadounidenses a abandonar el gigante asiático. Todas estas medidas, iniciadas bajo la administración de Trump, y acentuadas por Biden, han resultado insuficientes para frenar a China. En 2020 fue la única economía del mundo que creció y, según informó la consultora McKinsey en noviembre, China ya superó a EE. UU. como el país más rico del planeta.

Ante el aumento de presiones diplomáticas, militares y económicas contra China, es necesario que los países interesados en preservar la estabilidad internacional se pronuncien contra los excesos cometidos por EE. UU. y sus aliados. El gobierno de México se ha sumado al bando estadounidense y llamó a los países de América Latina a aceptar las órdenes de Washington para conformar un bloque continental que detenga a China. Éste fue el planteamiento emitido por el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ante los países de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en julio y, posteriormente, ante Biden y Trudeau en noviembre.

Debido a sus condiciones geográficas y económicas, a México le resulta complicado asumir una posición de soberanía total con respecto a los designios del imperialismo estadounidense; sin embargo, siempre han existido márgenes de negociación que pueden ser aprovechados para detener la escalada guerrerista de EE. UU. contra China. Al no hacerlo así y sumarse felizmente a la campaña estadounidense, AMLO contribuye al posible estallido de un conflicto militar; y en esa medida arriesga la seguridad de México. Es necesario que el Gobierno Federal modifique su posición y considere la coyuntura geopolítica global por el bien de los mexicanos.


Escrito por Carlos Ehécatl

Maestro en Estudios de Asia y África, especialidad en China, por El Colegio de México.


Notas relacionadas