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La inspiración de Manuel del Cabral dio vida y puso a andar sobre la tierra al héroe popular más dominicano, Compadre Mon; pero si el extenso poema épico se hubiese limitado a cantar los amoríos, las hazañas y los triunfos de un caudillo, por mucho cuidado que el autor hubiera puesto en cada verso, el resultado hubiera sido una obra perecedera; su originalidad y trascendencia residen en que el poeta hace depositario al personaje de los valores, pasiones y más arraigados simbolismos de su pueblo. La tierra misma, la isla que está “como una ñapa” (*) en la geografía de América, se agiganta a través de él y se apresta a combatir al yanqui expoliador.
Ésta es la tierra, viejo Mon, tu tierra,
la que con la mirada pisotearon
los hombres de otro idioma,
los que siempre a enterrar
carne humana te enseñaron.
(Poema 20)
Si los grandes poetas del pasado dejaron su impronta en la obra de Del Cabral, los de su generación lo harían con una mayor profundidad. En la entrega anterior nos referimos a la influencia velardeana y ahora es preciso poner de relieve el tono elegíaco, rural e intimista que nos remite, inevitablemente, a uno de los mayores poetas españoles, Miguel Hernández.
Frente, tal vez, a los alegres lutos
de los ojos, allá, de las muchachas;
tus silencios también eran tus hachas...
Por tu silencio labrador, sencilla,
la voz te sale de la carne y trae
el oficio que tiene la semilla.
(Poema 23)
El poeta convoca a todos los sentidos para expresar la realidad interior, el descubrimiento del héroe viviendo dentro de su propia imaginación y cobrando vida e historia propias en una complejísima sinestesia más allá de lo puramente sensorial.
Y enterrándome velas, se quedaron
tus ojos en mi carne, me caminan
como un poco de monte; me enseñaron
a oír con el olfato tus raíces.
Oigo también, ahora, con los ojos,
oigo el discurso de tus cicatrices.
(Poema 25)
Denuncia de la explotación y el saqueo imperialista, Compadre Mon es también un poema en que asoma la visión esperanzada de su autor, que alienta a sus coterráneos a defender su tierra, “Porque no todo tiene tamaño de moneda”.
Mas hoy, Compadre Mon, también se
[va tu llano,
míralo en el bolsillo dcl norteamericano...
Pero no todo se te va... se queda
como el cielo en el río lo tuyo, lo sencillo.
Porque no todo cabe en el bolsillo...
Porque no tiene todo tamaño de moneda.
Su poesía negrista, por la que obtuviera amplio reconocimiento, no tiene como eje la raza, sino la protesta contra la salvaje explotación, como lo grita en Trago, que recuerda sin duda a otro grande: Nicolás Guillén.
Me cabe el cañaveral
en cuatro dedos de ron.
Poco paga el gringo ya
por este millón de cañas
que el negro sembró y cortó.
Mas no me trago este trago
porque es trago de sudor.
Aquí el borracho es marino,
pero si se pone a andar
se ve que es de tierra el mar.
La ola suelta de un trago
aquí siempre es de huracán...
Mas si aquello va al hocico
con el instinto del cacho,
es que el ron siempre al borracho
le quema primero el pico.
Y por el pico esta vez
no es mi tufo el que echaré:
le voy a tirar al rico
desde aquí toda mi sed.
Cantando tal vez no pueda
meter algodón por seda...
Mas como quiero cantar
bien claro, me voy a echar
todo el Caribe en un trago.
Y este viaje yo no pago
si ya el viajero es el mar.
Y mataré con mi boca
lo que con balas no mato.
Si un hombre cuerdo es barato
que se me baje a los pies
el trago que no me achata,
que calientes de bachata
con mis pies quiero esta vez
un idioma hablar que diga
que el ron no está en mi barriga,
que bajo este sol mulato
el ron está en mis zapatos,
pero que también sin fiesta,
si está el gringo, se me junta
el ron en aquella punta
con la que mi potro vuela,
porque ante el gringo borracho
se me emborracha la espuela...
Es que poco o mucho ya
me saco lo mío hoy;
me lo saco, porque el mar,
aunque se pone a golpear
puertos que de aquí no son,
siempre con mañas de ron
¡qué criollo camina el mar!
Me saco este grito hoy,
me saco este hueso ya:
que como en olas van rumbas
nunca será gringo el mar.
Pero como el negro suelta
agua-triste como yo.
Mientras el gringo en el bar
duerme su siesta de ron.
Este trago no me trago
porque es trago de sudor.
(*) Viene de la voz quechua yapa (ayuda, aumento). vocablo empleado en varios países de Hispanoamérica para referirse a un pequeño regalo o añadidura que los comerciantes otorgan al comprador.
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Escrito por Tania Zapata Ortega
Correctora de estilo y editora.