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Charlas de café, de Santiago Ramón y Cajal (II de II)
En esta segunda parte, el sabio español habla de Federico Nietzsche, el filósofo decimonónico que presuntamente inspiró al nazismo alemán que “provocó la II Guerra Mundial”. Su antipatía y desaprobación hacia él son contundentes.
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Se calumnia al lobo comparándolo con el hombre.

Otro de los apuntes luminosos del médico y científico Santiago Ramón y Cajal (España, 1852-1934) incluido en este libro de “pensamientos, anécdotas y confidencias”, explica la naturaleza genérica del hombre y la de ciertos periodos históricos en los que se ha mostrado particularmente agresivo contra los individuos de su misma especie. El siguiente texto, por ejemplo, parece haber sido escrito con relación a lo que hoy ocurre en México, cuya población se halla atribulada por las bandas delictivas que asesinan, destazan o incineran con bestialidad animal en un promedio diario a 100 personas y con la complacencia e insensibilidad de un gobierno inepto o quizás cómplice de estos hechos:

“Estimo que en la manoseada frase de Hobbes ‘el hombre es lobo para el hombre’ se calumnia un poco al lobo. Ambos poseen el instinto de matar, pero el lobo devora para saciar el hambre y no para satisfacer sus ansias de dominio. Además el ‘hermano lobo’, como decía San Francisco, no se degrada hasta el punto de formular una cínica teoría para justificar sus crímenes”, escribe Ramón y Cajal en este breve apunte crítico, que viene acompañado de una nota a pie de página en la que informa que muchas de estas reflexiones se hacían en referencia a las múltiples y “monstruosas” guerras que, en el pasado, asolaron a gran parte de los países de Europa.

En otra parte de Charlas de café –distribuido en 11 capítulos, donde también discierne sobre la ciencia, el amor, las mujeres, la muerte, la educación, la política y el humor– el sabio español habla de Federico Nietzsche, el filósofo decimonónico que presuntamente inspiró al nazismo alemán que “provocó la II Guerra Mundial”. Su antipatía y desaprobación hacia él son contundentes: “Nietzsche, tan encomiado por muchos de nuestros literatos, fue un Atila teórico, que escribía con el refinamiento y sutileza de un ateniense… ¿No le asusta a usted pensarme decía un admirador suyo– lo que habría sido de Europa si este genio ultra-aristocrático y ultra-individualista hubiera dispuesto de los soldados de César, de Aníbal o de Napoleón?... Dispénseme usted –le contesté–. En mi sentir no habría ocurrido nada. Su primera salida quijotesca le habría conducido a una casa de salud. Porque los verdaderos héroes de la voluntad dispusieron de un cerebro muy firme, poco emocionable y limpio de mesianismos, y de odios filosóficos y raciales”.

En esta anécdota, Ramón y Cajal exponía su preocupación por la empatía que el pensamiento “pre-existencialista” de Nietzsche generaba en las élites intelectuales de Europa y Estados Unidos, inconscientes de que las principales consecuencias de la Primera Guerra Mundial –el hambre y el desempleo masivos, además del revanchismo de las oligarquías derrotadas– eran el caldo de cultivo idóneo para la emergencia del fascismo que, entre los años 20 y 40 del siglo anterior, habría de provocar la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).


Escrito por Ángel Trejo Raygadas

Periodista cultural


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