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Carlos Noé Sánchez Rodríguez nació en Acatlán de Osorio, Puebla, el nueve de septiembre de 1950. Su padre, Rómulo Sánchez Paz, era director de la escuela primaria en ese lugar y, en 1954, fue trasladado como supervisor de las escuelas de la Sierra Norte de Puebla. Su madre, Amparo Rodríguez, ama de casa e hija de una familia dedicada a la encuadernación de libros y rayado de hojas. Su familia se trasladó a la ciudad de Puebla donde estudió hasta la preparatoria.
En 1970 ingresó como becado interno en el curso propedéutico de la Escuela Nacional de Agricultura (ENA), Chapingo. En 1973 fue miembro del consejo departamental de Fitotecnia, como tal participó en las discusiones para expulsar a algunos profesores de izquierda y él votó a favor de que se quedaran, lo cual le ganó la animadversión de la mayoría de sus compañeros y profesores. Ese año se integró a la primera generación de estudiantes de un nuevo programa que, a la postre, se convirtió en el Departamento de Sociología Rural. Ahí, a finales de ese año, conoció al ingeniero Aquiles Córdova Morán, de quien le impresionó la claridad con que explicaba el golpe de Estado en Chile y los errores que cometieron los comunistas de ese país.
En 1974 participó en la huelga que generó el proyecto para transformar la ENA en la Universidad Autónoma Chapingo (UACh). Para ese momento era ya miembro del Grupo Bolchevique; había egresado, era profesor de la preparatoria y trabajaba de la mano con el profesor Efraím Hernández Xolocotzi. Trabajó activamente en defensa del proyecto UACh propuesto por el Ing. Aquiles Córdova, hasta que el ejército tomó la ENA y expulsó al grupo de profesores, entre los que se hallaba él.
Entre 1977 y 1983 trabajó en los programas gubernamentales Coplamar y Plan Zacapoaxtla en la Sierra Norte de Puebla, donde se hicieron algunas pequeñas obras de caminos y cooperativas de consumo, en las que participaron campesinos indígenas cuya principal actividad era el cultivo y comercialización de azúcar. La lucha por este producto aglutinó a una masa importante de agricultores, pero su inexperiencia organizativa y falta de claridad en los objetivos evitó que se consolidara. Las cooperativas, en cambio, sirvieron para dar consistencia a la verdadera lucha de liberación de los pueblos. La cooperativa Tosepan Titatanisque, creada por iniciativa del ingeniero Carlos Sánchez, es muestra de ello.
Las cooperativas de consumo intentaron convertirse en cooperativas comercializadoras de los productos agrícolas, pimienta y café, pero los caciques de la región exigieron al gobierno del estado que pusiera un alto a la actividad de Antorcha Campesina. Lejos de ser detenidos en 1982, los antorchistas gestionaron la apertura del Centro de Bachillerato Tecnológico Agropecuario (CBTa) 168, en Zacapoaxtla, que empezó a funcionar en las instalaciones de Instituto Nacional Indigenista (INI). En 1983 se formalizó este centro educativo y, ese mismo año, el ingeniero Carlos Sánchez se trasladó a Tecomatlán, donde se integró al personal docente del CBTa y a atender algunos asuntos jurídicos bajo la asesoría del licenciado Luis Córdova, también en la dinámica de trabajo social del antorchismo. Entre los problemas legales resueltos estuvieron un conflicto de límites de tierras ejidales en Tlanchinola, municipio de Tehuitzingo; y en Tetla, municipio de Piaxtla, en los que salieron perdiendo los caciques de ambas poblaciones.
Durante el año 1984 participó en la gestión del Instituto Tecnológico de Tecomatlán (ITa) e hizo trabajos de asesoría agrícola en comunidades de los municipios de Tecomatlán, Olomatlán, Quicayán, Ilamacingo, Progreso, Tetla, Independencia. Entre 1990 y 1995 estuvo comisionado en Tehuitzingo; entre 1995 y 1999 volvió al ITa de Tecomatlán y brindó asesoría tecnológica a los campesinos de Olomatlán y Progreso. De 1999 a 2017 trabajó en Tlaxcala, donde logró cosas importantes: gestionó el reconocimiento de seis escuelas preparatorias, entre ellas la primera y más importante: la de El Rosario. Otra de las iniciativas relevantes del maestro Carlitos, como le llamábamos sus amigos y compañeros, fue la creación y consolidación de la Casa del Estudiante Tlahuicole, que ha ayudado a varios jóvenes humildes a concluir sus estudios superiores y gracias a la que hoy cuentan con títulos universitarios. Estos esfuerzos no han sido en vano y ahora esos jóvenes, que crecieron y se formaron bajo la dirección del maestro Carlos y la línea de Antorcha, defienden la causa de nuestra lucha organizada.
En 2017 le diagnosticaron atrofia sistémica múltiple. En estos años se mostró muy combativo, primero para alargar su vida útil y luego para mantenerse lo más entero posible al servicio de las tareas de la organización. El 17 de agosto de 2021 falleció a causa de Covid-19, que atacó a un organismo muy debilitado por la enfermedad crónica.
Todo lo transcrito hasta aquí nos fue informado por la doctora en economía Vania Sánchez Trujillo, hija de nuestro querido compañero Carlos Noé Sánchez Rodríguez. La doctora Vania no lo dice, pero eso me toca a mí expresarlo: ella, lo mismo que Eneas y Samira, sus hermanos, así como la compañera de toda la vida del maestro Carlitos, la ingeniera Ana Lilia Trujillo, están en la organización entregados de tiempo completo a luchar por los más necesitados de México. La doctora Vania es directora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales (CEMEES), importante institución de investigación científica. Como se ve, lo más preciado de un ser humano, su familia, está puesto al servicio de la causa de los desprotegidos de México; y el maestro Carlitos fue más allá, pues convenció a hombres y mujeres buenos a integrarse a dicha causa.
Este artículo pretende ser un sencillo pero profundo homenaje al maestro Carlitos. Tuve la ocasión de trabajar con él en la Comisión Nacional Estudiantil (CNE) y descubrir su empeño y entrega a la causa de los pobres. Personas muy cercanas a mí tuvieron ocasión de convivir con el maestro Carlitos y reconocen en él a un hombre bueno que entregó su vida a la causa de los pobres, y que merece ser reconocido por todos los antorchistas y el pueblo humilde de México. Las condiciones de este país nos dictan que hay mucho por hacer. Hoy se persigue a los enemigos políticos y se manipula al pueblo. Por tanto, el mejor homenaje que le podemos hacer al maestro Carlitos es seguir luchando por la liberación de nuestra patria.
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Escrito por Brasil Acosta Peña
Doctor en Economía por El Colegio de México, con estancia en investigación en la Universidad de Princeton. Fue catedrático en el CIDE.