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Carlos Marx y la crisis que se avecina
¿Es el capitalismo el estado natural y permanente de la sociedad? La crisis global que estalló hace 10 años en Estados Unidos (EE. UU.) nos recordó que no es así.
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¿Es el capitalismo el estado natural y permanente de la sociedad? La crisis global que estalló hace 10 años en Estados Unidos (EE. UU.) nos recordó que no es así. A raíz de este suceso, mucha gente cobró conciencia de que así como el sistema es capaz de producir ingentes cantidades de riqueza, también puede generar un enorme sufrimiento humano, incluso en los países más ricos.

En muchos partidarios del libre mercado ha surgido la pregunta: ¿es posible un capitalismo sin crisis? Carlos Marx responde negativamente. Para él, las crisis del capitalismo eran al mismo tiempo inevitables y necesarias.

Son inevitables porque la libre competencia, al incentivar un cambio técnico que sustituye trabajo vivo por medios de producción, genera una tendencia a la baja en la tasa de ganancia, lo que provoca una disminución en la inversión y, llegada a cierto punto, estalla la crisis cuando los bancos o empresas menos eficientes, o que tomaron los mayores riesgos, no pueden soportar más la presión competitiva de sus rivales. La interdependencia empresarial genera una reacción en cadena que rápidamente se extiende a todo el mundo a través de los vínculos mercantiles. Los inventarios crecen, las fábricas operan a media capacidad y la gente padece hambre y desempleo.

Es en este contexto en el que se hace evidente el carácter necesario de las crisis. La caída en los salarios, la liquidación de activos y la baja en las tasas de interés, que acompañan a toda crisis durante un periodo de sufrimiento y desesperación total, crean las condiciones propicias para hacer negocios de nuevo y poner en marcha un ciclo ascendente.

Pero esta dinámica tiene un límite y Marx lo tenía claro desde 1948, cuando redactó, junto con Federico Engels, el Manifiesto del Partido Comunista: “¿Cómo supera las crisis la burguesía? Por un lado, mediante la forzada destrucción de una masa de fuerzas productivas; por otro, conquistando nuevos mercados y explotando más a fondo los viejos. ¿De qué manera entonces? ¿Preparando crisis más universales y violentas y disminuyendo los medios de prevenirlas?”.

Esta breve cita contiene una enseñanza fundamental: para vislumbrar las características de la crisis por venir es necesario entender cómo se salió de la anterior. La recesión de los años 70 del siglo pasado fue una manifestación de que el modelo keynesiano de posguerra estaba agotado. Para salir de ella, la burguesía mundial comenzó a implantar el modelo neoliberal: trasladó sus empresas a países subdesarrollados y atacó frontalmente las prestaciones, los salarios y los servicios públicos que había otorgado a los trabajadores.

Pero no solo eso. Necesitada de espacios de valorización para su capital, la burguesía pujó por la liberalización del sistema financiero. Y lo consiguió. La subsiguiente creación anárquica de productos financieros con origen en la deuda generó las contradicciones que desencadenaron la crisis de 2008.

Y bien, ¿cómo se salió de esta última crisis? Profundizando la ofensiva neoliberal contra los trabajadores, aumentando la acumulación por desposesión y soltándole más la rienda al sistema financiero. En ese contexto cada vez más voces advierten la inminencia de una nueva catástrofe económica mundial.

Tan solo en EE. UU., la deuda por colegiaturas universitarias se ha duplicado desde la última crisis, alcanzando la espeluznante cifra de 1.5 trillones de dólares y la de las compañías estadounidenses representa ya el 45 por ciento del producto interno bruto (PIB). Esto evidencia que la rentabilidad de la economía estadounidense se encuentra sumamente lastimada y debe recurrir al capital ficticio para prolongar artificialmente su ciclo ascendente.

Por lo tanto, tenemos elementos históricos, teóricos y actualizados para afirmar que una nueva crisis global se avecina. Las fuerzas más reaccionarias de la sociedad tratarán de aprovecharla para alcanzar sus fines perversos. Pero los trabajadores no deben quedarse atrás, pues a 200 años del nacimiento de El Prometeo de Tréveris su exhortación a la unidad proletaria internacional y a la lucha por una sociedad más humana y racional es la única alternativa posible a la barbarie.


Escrito por Jesús Lara Jáuregui

COLUMNISTA


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