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Besos, excrementos y El Sistema Periódico
Gobernar y hacer pintalabios tiene ciencia, y mucha. Primo Levi fue químico, escritor y antifascista, escribió "El Sistema Periódico", en el que, entre otras, describe cómo encontró la sustancia que hace que los labiales no se corran ni absorban.
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Un “veterano de guerra, escritor a ratos perdidos y encima recién casado” en su empleo como químico industrial es contratado por un fabricante de labiales para encontrar la sustancia que hace que éstos no se corran ni se absorban. De forma aprovechada, el fabricante hacía la prueba de duración besando ocho veces al día a sus numerosas empleadas. ¿Cómo se obtiene ese insumo y qué relación guarda con la nutrición vegetal y la producción agrícola?

Esta historia, de contenido autobiográfico, forma parte de la obra El Sistema Periódico de Primo Levi (1919–1987), quien fuera químico, escritor y militante antifascista italiano de origen judío. El libro incorpora vivencias, pasajes científicos, históricos y literarios; describe el contexto del fascismo y la Segunda Guerra Mundial; la experiencia del autor en el campo de concentración de Manowitz e incluye profundas reflexiones filosóficas. Cada capítulo lleva el nombre de un elemento químico. El Sistema Periódico constituye una obra que “establece una tensión formidable entre ciencia y narrativa” (Juan Villoro).

En el relato, el capitalista pedía a Primo Levi identificar y proporcionarle aloxana, un compuesto orgánico formado por moléculas hexagonales que evitaría que el colorante se diluyera con la grasa del lápiz labial por el calor del cuerpo y del ambiente. El reto radicaba en la forma de obtenerla debido a su rareza y altísimos precios. Lo menos complejo, aparentemente, sería mediante los excrementos de gallinas o reptiles, debido a su alto contenido de ácido úrico.

Parece un hecho insólito que tan oloroso insumo se emplee con fines estéticos (para embellecer los labios de las señoras) y a su vez tenga un uso agrícola, como abono de corral. El secreto radica en el nitrógeno, elemento presente tanto en la aloxana (C4H2N2O4) como en el ácido úrico (C5H4N4O3).

El nitrógeno es un elemento estructural en las plantas. Lo requieren para sintetizar clorofila (necesaria para la fotosíntesis), para la división celular y para formar aminoácidos, proteínas y enzimas, entre otros procesos y funciones. Lo absorben mediante sus raíces en forma de nitratos (NH3) y amonio (NH4).

Si bien el estiércol contiene nitrógeno, materia orgánica, retiene humedad y favorece la proliferación de bacterias nitrificantes y organismos descomponedores, el porcentaje de este elemento es mucho mayor en los fertilizantes inorgánicos (urea, 46 por ciento; nitrato de amonio, 34 por ciento; sulfato de amonio, 21 por ciento). Su uso se volvió intensivo en todo el mundo a partir de la década de los 60, dando lugar a la llamada “Revolución Verde” en Estados Unidos.

En nuestro país, pese al alza de los precios del fertilizante como consecuencia del conflicto ruso-ucraniano (hasta 89 por ciento en 2022, según el Grupo Consultor de Mercados Agrícolas), en marzo se importaron 407 mil toneladas, un 74 por ciento más respecto a febrero (El Financiero). Esto dificulta la promesa de la actual administración de que México será autosuficiente en producción de fertilizantes y de la rehabilitación de tres plantas de fabricación (con inversión de 300 millones de dólares). Gobernar y hacer pintalabios tiene ciencia, y mucha.

Primo Levi no se escandalizaba con la idea de “sacar un cosmético de un excremento” (aurum de stercore); el oficio de químico, reforzado por su experiencia en Manowitz, le enseñó a “superar ciertas repugnancias que no tienen nada de necesario ni de congénito”. Consideraba que “la materia es materia, ni noble ni vil, con infinitas posibilidades de transformación”.

Su prolífica vida culminó a la edad de 67 años con un cuestionable suicidio. A pesar de padecer las lacras del fascismo y de la guerra, se esmeraba por hallar la belleza y la trascendencia de las cosas. Pensaba que tanto en la química como en la arquitectura “los edificios bellos, es decir, armoniosos y sencillos, son también los más sólidos”. Para Levi, “decir bello es como decir deseable. Desde que el hombre empezó a ser constructor, ha querido construir con el mínimo gasto y con miras a la máxima duración; el gozo estético que experimenta al contemplar sus obras es algo que viene luego”.


Escrito por Daniel Lara Jáuregui

COLUMNISTA


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