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Bellissima
Las cintas neorrealistas llegaron a criticar muchos aspectos del orden capitalista, sobre todo la incapacidad de éste para propiciar un reparto más justo de la riqueza
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La cinematografía neorrealista italiana es una verdadera delicia para los cinéfilos de cualquier parte del mundo dado a su alto contenido social y estético. Los tres grandes directores de esta corriente artística –Vittorio de Sica, Luchino Visconti y Roberto Rossellini– tuvieron su auge entre los últimos años de los 40 y finales de los 60 del siglo XX. Quien más se apegó a la estética marxista fue, sin duda alguna, Luchino Visconti. Este cineasta dirigió su visión al centro de los problemas sociales de los obreros, campesinos, pescadores, etc., y con base en ella realizó obras maestras del cine mundial como La Tierra tiembla, Obsesión, Las noches blancas (basada en la novela homónima de Fiódor Dostoyevski), Rocco y sus hermanos, El Gatopardo y otras que por razones de espacio no es posible enumerar.

En 1951, apenas seis años después de que terminara el mayor conflicto bélico sufrido por la humanidad, Visconti realizó Bellissima, un filme que contiene los elementos característicos del neorrealismo: el desempeño de actores no profesionales, la participación de las masas trabajadoras (cine coral) y, sobre todo, el enfoque realista con el que abordó los problemas específicos de la clase trabajadora, visión que las cintas neorrealistas aprendieron del “realismo socialista” soviético. Sin embargo, el neorrealismo italiano, producido en un país donde prevaleció el sistema capitalista una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, nunca se propuso criticar de forma directa y contundente al orden social que se basa en la acumulación de riqueza en unas cuantas manos por la extracción de plusvalía en detrimento de millones de seres humanos. Pese a ello, las cintas neorrealistas llegaron a criticar muchos aspectos del orden capitalista, sobre todo la incapacidad de éste para propiciar un reparto más justo de la riqueza entre las masas trabajadoras.

Bellissima es la historia de la enfermera Maddalena Cecconi (Ana Magnani); Maddalena se entera por la radio que el director Alessandro Blasetti, de la Cinecittá (Ciudad del cine, actualmente de televisión), solicita niñas de entre seis y ocho años para un casting con el que se seleccionará a los intérpretes de una película que se rodará en esos estudios. Sin pensarlo mucho, lleva a su pequeña hija María (Tina Apicella) para que audicione como posible participante en el filme. Maddalena y su esposo Espartaco (Gastone Renzelli) padecen fuertes problemas económicos y están endeudados, por lo que ella tiene la esperanza de que su hija triunfe y de que por esta vía salgan a flote económicamente. Maddalena conoce a Alberto Annovazzi (Walter Chiari), un empelado de los estudios fílmicos, quien le propone a la enfermera que si le da 50 mil liras María será la niña triunfadora. Maddalena le entrega la suma pero, en el momento en que María hace su casting, no puede declamar la poesía que ha ensayado y llora.

Esto provoca que el director de la película estalle en carcajadas y que los demás participantes se burlen de la niña. Maddalena, escondida en el set cinematográfico, escucha esas sangrientas burlas y con una fuerte crisis emocional se retira y vagabundea por la ciudad. Al llegar en la noche a su casa, se encuentra con Annovazzi y otro representante de Cinecittá, quienes le informan que María será contratada por la compañía. Pero Maddalena corre a los representantes de Cinecittá y les dice que ella no venderá a nadie el sufrimiento de su hija. Visconti hace con esta historia una profunda crítica al arte burgués, lleno de mercachifles inescrupulosos y ávidos de ganancias, en cuyo negocio quienes aspiran a una posición deben sufrir vergüenzas. Bellissima es una obra maestra del neorrealismo italiano. 


Escrito por Cousteau

COLUMNISTA


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