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Este discreto actor asiático existe hace apenas 52 años y ahora es fundamental en la geoestrategia de los 34 Estados del Océano Índico, porque sus líderes políticos dialogan con las superpotencias, se solidarizan con otras naciones e impulsan con éxito el crecimiento de su economía para reducir la pobreza.
Como pocos Estados en el mapa contemporáneo, Bangladesh atrae la atención por su asertiva visión de futuro. En su breve existencia, este país –en el cruce entre el sur, este y sureste de Asia– ha superado graves desafíos políticos, económicos y climáticos; y hoy se proyecta como un imprescindible actor dentro y fuera de su región.
Está flanqueado por La India y Myanmar (Birmania); por el sur se asoma al Índico; dispone de grandes reservas de gas natural, de carbón y petróleo; una portentosa mano de obra y, a la par, ingeniosos agricultores que han logrado que su tierra fértil –recurso cada vez más preciado para la agricultura orgánica– produzca un tercio del arroz que se consume en el planeta.
Es de este modo, y mediante el uso atinado de los recursos y habilidades arriba descritas, como un país superpoblado con 140 millones de habitantes, repartidos en 142 mil kilómetros cuadrados (superficie similar a la de Grecia o Coahuila), ha logrado superar la pobreza que lastraba a su población y se insertara con derecho propio en el nuevo orden internacional.
En 1990 se propuso reducir el índice de pobreza de 57 por ciento y en 2010 era de solo 31.5 por ciento. En 2016, Bangladesh ya se convertía en un protagonista tan prometedor ante la escena global, que los estrategas de Goldman Sachs lo incluyeron en el grupo N-11 o Next 11. Se trata del conjunto de países cuya estructura interna experimenta cambios significativos y cuya singular geografía resulta muy atractiva para la inversión extranjera.
Según la estratega Kathryn Koch, los miembros del bloque de los N-11 son Bangladesh, Egipto, Indonesia, Irán, Surcorea, México, Nigeria, Pakistán, Filipinas, Turquía y Vietnam. Todos se benefician con el crecimiento de China, las inversiones en infraestructura han transformado sus economías y su mercado de consumo ha crecido hasta reducir la dependencia del mercado desarrollado.
Ver al joven Estado bangladesí a la cabeza de esas economías emergentes confirma las atinadas medidas de la primera ministra Sheikh Hasina. En corto tiempo impulsó la inversión en infraestructura agrícola y en los sectores industrial, de comunicaciones y tecnología, en particular la digital.
Para algunos analistas, Bangladesh adaptó ese paradigma de desarrollo indio que optó por invertir en la industria tecnológica; y le ha sacado ventajas en el exterior. Lo cierto es que su éxito se basa en la diversificación de actividades económicas y en una mayor oferta de oportunidades laborales, sobre todo para los jóvenes.
Hasta ahora, el sector textil y la confección genera más empleos con más de tres millones de trabajadores y representa casi tres cuartas partes de sus ingresos por exportación. El objetivo actual de su gobierno consiste en independizarse de esa industria.
Entre sus principales desafíos se halla el agua, que a la vez representa ventaja y desventaja, porque su territorio está situado en el delta del río Ganges y su ribera en el Océano Índico; por lo que con frecuencia es víctima de inundaciones y deslizamientos de tierra en temporada de monzones y ciclones. A la par, sus casi 57 ríos sufren de contaminación por los desechos orgánicos y químicos que dificultan su consumo.
Otro de los desafíos de Bangladesh radica en el terrorismo, particularmente el yihadista. El 2016, el llamado Estado Islámico ejecutó una serie de ataques en Dacca, la capital, que obligó al gobierno a establecer medidas antiterroristas, refiere el analista Iftekharul Bashar.
Diplomacia virtuosa
Gran parte del discreto encanto del joven Estado consiste en su política exterior, inspirada en el padre de la patria, Bangabandhu Sheikh Mujibur Rahman, quien postuló el lema: “Amistad para todos, maldad para nadie”.
De ahí su política de autonomía ante cualquier bloque de poder que hoy se traduce en su virtuosa diplomacia del equilibrio. Es notable observar cómo este pequeño Estado dialoga, negocia y proyecta sus intereses asertivamente de cara a las superpotencias.
De igual modo lo hace con los 27 miembros de la Unión Europea (UE) que con los Estados nacionales de América Latina y el Caribe. Bangladesh es una democracia parlamentaria e integra la Mancomunidad de Naciones (Commonwealth) con Gran Bretaña.
Su relación con los tres protagonistas de la escena global evidencia el control bien balanceado de su política exterior. Estados Unidos (EE. UU.) ha sido el mayor mercado de exportación y una de sus mayores fuentes de inversión extranjera directa; además de que mantiene su cooperación con Washington en materia de defensa, antiterrorismo y efectos del cambio climático.
En la última década, China se perfiló como su mejor aliado y socio, porque accede al mercado chino con productos libres de aranceles; Beijing contribuyó al lanzamiento del primer satélite espacial de Bangladesh, a construir el ferrocarril Chittagong-Cokbaza y el puerto de aguas profundas en la isla de Sagur. También se ha beneficiado de proyectos por la Iniciativa de la Faja y la Ruta. Bangladesh apoya a China en los diferendos con Taiwán y Tíbet en foros internacionales.
La India es otro de los países con los que Bangladesh mantiene importantes relaciones exteriores; es su mayor socio comercial hacia el sur de Asia y en 2022 firmaron siete acuerdos multisectoriales. En abril de este año, ambos países sorprendieron al mundo al anunciar que habían pactado realizar operaciones bilaterales con sus monedas (la rupia y el taka) para evitar el uso del dólar.
La medida confirma la tendencia a la “descentralización monetaria” que alientan las economías asiáticas emergentes, refirió el Hindustan Times. En 2015, ambos Estados simplificaron su frontera para saldar una añeja disputa, con lo que se benefició a 52 mil personas.
Bangladesh ofreció asilo a más de un millón de refugiados de la comunidad rohingya, que huyen de la situación en Myanmar (Birmania), a los que acoge en Kutupalong, llamado “el mayor campo de refugiados del mundo”.Su relación con México se formalizó en julio de 1975, a cuatro años de que Bangladesh obtuviera su independencia de Pakistán. En marzo pasado, el Congreso de nuestro país estableció el Grupo de Amistad México-Bangladesh, que se propone generar condiciones para alcanzar un Acuerdo Comercial bilateral. México no tiene embajada en Dacca, sino que atiende esos asuntos mediante nuestra representación desde La India.
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Escrito por Nydia Egremy
Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.