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Banalidades de campaña
Es vox populi que muchos servidores públicos adquieren propiedades, empresas y bienes inimaginables que no son producto de su trabajo, sino del saqueo al erario.
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El candidato llega a la población “X”, promete hacer un puente; alguien de la muchedumbre grita: “¡Pero no tenemos río!” y el espléndido aspirante a un cargo público, sin recato alguno, contesta decidido: “¡Entonces les construiré el río!ˮ Es chiste, pero para desgracia de nuestras comunidades y del país sucede muy a menudo. Estas promesas descabelladas se escuchan sin ton ni son en cada campaña política a puestos de elección popular. Aún están frescos en la mente de los electores los ofrecimientos sugestivos del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) en 2018: acabar con la corrupción, crecer al cuatro por ciento, bajar el precio de la gasolina, que los delincuentes vuelvan al buen camino, bla, bla, bla. Nada de esto se ha cumplido y aunque no es privativo de Morena, pues cada partido tiene lo suyo, en este partido encontramos el ramillete más amplio de demagogia.

Por ello, no es sorpresa que en este arranque de campaña para renovar diputaciones federales, gubernaturas y presidencias municipales, escuchemos la misma cantaleta y veamos todo tipo de disparates de una clase política que está dispuesta a todo por conquistar el voto ciudadano. Lo que importa es ganar a costa de lo que sea; y por ello, los partidos no tienen vergüenza en postular deportistas, cantantes, algún actor famoso o delincuentes.

Éstos se prestan al “juego” no importando el partido político, ni que sean figuras decorativas que no tengan ni idea de cómo legislar o gobernar, basta con que sean conocidos y populares; si por desgracia ganan, podrán improvisar como el “diputado de cultura” Sergio Mayer o el gobernador de Morelos, Cuauhtémoc Blanco. Les tiene sin cuidado que salgan balconeados, ya que están acostumbrados a los escándalos y la paga lo vale. Por ello no ha pasado nada en relación con el escándalo por el audio de Alfredo Adame, en el que éste se pretendía “chingar 25 millones” de los 40 destinados a su campaña; y con ello reveló, además, la relación de contubernio que existe entre Morena y sus partidos satélites para utilizar figuras famosas.

Y no ha pasado nada porque el sistema político no ha cambiado, y comprueba su efectividad para que sus protagonistas se enriquezcan a costa del erario. Al amparo del poder público se ha amamantado a empresarios, narcotraficantes y “políticos profesionales”. Claro, lo hacen según el giro de su actividad, pero el resultado es el mismo: han visto crecer sus fortunas. Por ello es tan atractivo para ellos incursionar en la “política”; y esto vale incluso para los caciques de los municipios más aislados del país.

Es vox populi que muchos servidores públicos adquieren propiedades, empresas y bienes inimaginables que no son producto de su trabajo, sino del saqueo al erario. En la esfera nacional pregúntese si personajes como Manuel Bartlett, Olga Sánchez Cordero, Miguel Barbosa o los hijos de Andrés Manuel López Obrador se han enriquecido lícitamente. Los empresarios y delincuentes no han obrado con mayor honestidad porque, para arriesgarse a la exhibición pública, acuerdan ocultamente con los candidatos, invierten en sus campañas políticas y cuando éstos se definen como ganadores, les pasan la factura. Basta con mirar al actual empresario consentido del Presidente, quien se benefició de la venta de Fertinal y se alimenta de los programas gubernamentales.

Y mientras el circo sigue, los compromisos para resolver los problemas del pueblo brillan por su ausencia, salvo los de los pocos candidatos honestos que realmente buscan la transformación del país. Gran parte de lo que escuchamos son puras banalidades. El pueblo requiere acciones concretas en materia de educación, alimentos, salud, seguridad, empleo, reducción de la enorme brecha de la desigualdad; pero estas prioridades no forman parte de la agenda de los aspirantes y, si se mencionan, solo es como retórica para ganar el voto popular, como cuando escuchamos que “primero son los pobres”. Hoy, sin embargo, al fin hemos entendido el sentido de esta frase, porque se ha cumplido fatalmente: los pobres son los primeros en quedarse sin empleos, en morir por la pandemia y son las principales víctimas del crimen organizado. Por ello, el seis de junio piense bien por quién votar.


Escrito por Capitán Nemo

COLUMNISTA


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