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Aurora Reyes
Por su origen humilde y el contexto de la Revolución, fue una artista muy comprometida con el destino del pueblo mexicano: militó desde muy joven en el PCM; fue lideresa del grupo feminista Las Pavorosas.
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Hombre de México

I

Algo oscuro ha pasado por el cielo de México.

Está herida la tierra

y en los labios del viento

silba el agudo filo de antigua profecía.

 

El horizonte ahoga un paisaje de alas

ceñido en ondulantes anillos de serpiente.

¡Águila deshojada!

Un sueño de poetas llora un sueño de héroes.

 

Algo ha sabido el agua de litorales libres;

la nave de la espuma

hace viajes de alarma entre azules y grises.

 

Inmóviles metales conspiran en la sombra.

Batallones de árboles manifiestan sus brazos.

La noche vigilante se apresta para el alba.

 

¿En dónde estás creciendo, silencioso gigante?

¿Qué paisaje florece distancia en tu mirada?

¿Qué sombras te transitan? ¿Qué verdades te hablan?

 

Nutrido de hambres públicas,

de olvidos de ceniza,

de espinas colectivas,

de muchedumbres-lágrimas.

¡Ya levántate y surge!

Ya congrega y trasciende

esta imposible angustia panorámica.

 

Múltiple voz eleva sus hojas verticales

clamando por el fruto maduro de tu frente.

¡Desolada bandera! Otra vez Patria suave...

Ya vienen otra vez los mercaderes.

 

II

Ya vienen a llevarse tu riqueza,

tus cándidos tesoros,

tu color solferino,

tu morado rabioso

y únicos en el mundo, los ojos de tus niños.

 

Se acabarán tus pueblos de gardenia,

tus provincias de nardo,

tus novias de amapola,

tu cempasúchil de oro

y los intensos campos de tu flor madreselva.

 

Ya no tendrás esquinas con vueltas de cilindro,

ni jardines de mantos,

ni ventanas de celo,

ni serenata tierna.

Ni habrá más lotería de cartoncitos.

 

Apagarán tus júbilos de cohete y chinampina,

la deslumbrada luz de tus “castillos”,

aquella verde danza de tu ancestral amiga

y tu alucinación de maguey líquido.

 

Se romperá el hechizo de tus sirenas,

centro de zapateado y conquián,

los irisados gallos de las peleas

y los viernes de cábala y copal.

 

En mecánico ritmo tornarán la armonía

del ardiente prodigio que modela tu mano,

la magia de tu lenta caricia, la alegría

de los florecimientos de tu amor artesano.

 

Tus veneros de azul serán cegados

en el color caliente de tu sangre.

Envolverán en dólares tus huesos

y en humo celofán tu joven aire.

 

III

Escucha cómo crecen las tinieblas del odio,

oye cómo caminan los desiertos del hambre,

cómo construye firmes paraísos la fiebre

y murmura cuchillos la prisión de la sangre.

 

Ven a ver cómo lloran las escuelas.

¡Qué cielos de amargura filtran las vecindades!

Las mujeres con alma de montaña

amasan en su rostro silencios vegetales.

 

Ven a cumplir tu entero destino, sombra clara;

te invocamos anónimo y auténtico,

hermano sin ayer y sin mañana.

¡Ven a morirte, Hombre de México!

 

Te espera la impaciencia,

los encuentros te buscan,

arden las multitudes,

se queman las palabras.

Surge ya, ¡capitán de la angustia!

Te llama la voz verde de las cañas.

 

IV

Por este barro en marcha que somos,

por el amor del agua,

por la muerte del árbol inocente

y su cosecha trágica.

Por tu serena dignidad de cacto

erguido en los desiertos de la sed,

tu corazón de tuna colorada,

y tu canción de miel.

 

Por el incomprendido desorden de tus sueños

allí, de donde parten los caminos de sal,

por la lluvia vendida,

por el pan traicionado,

por los ojos nocturnos del jacal.

 

Por el sol,

por la nube,

por la flor,

por la palabra “Tierra”,

por la voz “Libertad”,

por los dioses de elote del cañaveral.

 

V

México, abre los brazos, ¡crécelos!

 –mar que has purificado los ríos de otras aguas–

acoge nuestra voz.

¡Recíbela! ¡Levántala!

Y coloca tu cifra de justicia

en el cielo más alto del amor.

 

Abre tu antiguo rostro golpeado de infinito,

el volcán de tu entraña,

tu potencia de abismo azul.

 

Alcanza los contornos morenos de la raza,

desnuda las tinieblas,

multiplica las flechas de la luz.

 

Crece los brazos, ¡crécelos más!

Y en un himno de cumbres liberadas que crispe el huracán,

irrumpan el espacio de la Indoamérica

las palomas de azúcar de la paz.

 

(Humanos paisajes, 1953)

 

Aurora Reyes

Nació en Hidalgo del Parral, Chihuahua, el nueve de septiembre de 1908; sobrina del ilustre Alfonso Reyes. En 1910, su abuelo, el general Bernardo Reyes, fue asesinado por las fuerzas huertistas en la Decena Trágica; se desencadenó la persecución de los familiares del militar y la familia tuvo que salir de Chihuahua para instalarse en el barrio de “La Lagunillaˮ en Ciudad de México en una situación constante de pobreza.

A los 13 años ingresó a la Escuela Nacional Preparatoria (ENP) donde conoció a Frida Kahlo y a Diego Rivera, con el muralista sostuvo una amistad de toda la vida y fue quien le ayudó a convertirse en la primera mujer muralista de México. No concluyó sus estudios en la ENP y se preparó de forma autodidacta en las clases nocturnas de la Academia de San Carlos. Por su origen humilde y el contexto de la Revolución, fue una artista muy comprometida con el destino del pueblo mexicano, militó desde muy joven en el Partido Comunista Mexicano, participó en la fundación de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios, fue lideresa del grupo feminista Las Pavorosas y cercana a poetas mexicanos como Eulalia Guzmán y los estridentistas, promovió la enseñanza de las artes plásticas en niños de primaria y la creación de guarderías para los hijos de los trabajadores del magisterio.

Creó siete murales en el Auditorio 15 de Mayo, en la sede del SNTE y en la Casa de Hernán Cortés en Coyoacán. Publicó dos poemarios: Hombre de México (1947) y Humanos paisajes (1953); entre sus poemas destaca La máscara desnuda (danza mexicana en cinco tiempos) que tiene como tema central la muerte, en versos endecasílabos que rompe con un Brindis intermedio de versos decasílabos y que el intelectual Roberto López Moreno describe como “un imponente mural poéticoˮ. La poesía de Aurora Reyes trata su preocupación política por el hombre colectivo y retoma la mitología precolombina, por lo que el poeta colombiano Germán Pardo García decía de ella: “Aurora Reyes es la poetisa contemporánea de la América Indiaˮ.

Murió el 26 de abril de 1985 en la Ciudad de México. Sus cenizas descansan al pie de una magnolia que sembró en su casa de Coyoacán, calle de Xochicaltitla. En el tronco del árbol está pegada una placa de metal en donde se reproducen unos sencillos versos que ella escribió:

 

Hoy, blanca y luminosa,
naciste Yololxóchitl:
magna flor de las flores.
La luna es tu diadema cuajada de
diamantes.
Hoy, blanca y luminosa,
naciste, Yololxóchitl


Escrito por Redacción


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