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Arthur Miller: el teatro como denuncia
¿Qué tienen en común Joe Keller, Eddie Carbone, John Proctor y Willy Lomman?
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¿Qué tienen en común Joe Keller, Eddie Carbone, John Proctor y Willy Lomman? Que los cuatro personajes cobraron vida gracias al genio de uno de los dramaturgos estadounidenses más importantes del siglo XX: Arthur Miller. Así es, La muerte de un viajante, Todos eran mis hijos, Panorama desde el puente y Las brujas de Salem, son algunas de las obras más relevantes que escribiera Miller; la primera, según la crítica teatral, fue su obra cumbre.

Arthur Miller fue un escritor y artista cuya preocupación social lo llevó a acercarse a las filas del Partido Comunista. Nació en 1915, en el seno de una familia de inmigrantes judíos y falleció en 2005. Hasta antes del crack del 29 su familia tuvo una vida holgada pero, a raíz de este desastroso suceso, comenzó a pasar verdaderas penurias, situación que se convirtió en uno de los pilares en su trayectoria dramática. Diversos trabajos temporales, la Gran Depresión, la Segunda Guerra Mundial, sus primeros escritos, la constante búsqueda de su voz narrativa y dramática, la Universidad de Michigan, la Guerra Fría, su paso por el periodismo, su licenciatura en Lengua y literatura inglesas, el macartismo, la vida agitada de los años 60, las protestas generalizadas en contra de la Guerra de Vietnam, la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), fueron hechos que moldearon a quien fuera una de las grandes voces críticas del siglo XX; un hombre que con el teatro analizó a la sociedad en que vivió con el fin de remover la conciencia de espectadores y lectores. Recibió, entre muchos otros, el Premio Pulitzer en 1949 y el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2002. Su trabajo mejor valorado fue el de literatura dramática, pero también incursionó en la novela y, sobre todo, en el ensayo.

Sus obras teatrales son la síntesis de su vida y sus sentimientos. La muerte de un viajante, obra que lo consolidó en su carrera dramática, es una de las críticas más directas al fracaso del sistema capitalista. Miller logró desentrañar y mostrar algunos de los problemas fundamentales que aquejaban a la sociedad estadounidense tras la crisis del 29 y lo hizo de forma grandiosa en cuanto a la técnica. Su obra logró compaginar la crítica social con la belleza artística, evitando caer en un mero panfleto.

Esta pieza dramática, que se estrenó en 1949, muestra a un hombre, Willy Lomman, que cree fervientemente en todo lo que promete “el mejor país del mundo”: el éxito depende de tu apariencia física y de las relaciones que tengas, solo así puedes ganar dinero y ocupar un puesto importante. Eso es lo que Willy persigue toda su vida, la idea que siembra en sus hijos, lo que arrastra a uno al fracaso y a otro a la total superficialidad.

Los Lomman viven atrapados en el ideario que promueve el mundo capitalista: el individualismo y la vanidad como fuente de poder para todo ser humano. ¿Qué sucede? Que la realidad les da un golpe y les muestra que las cosas no funcionan así, ni en Estados Unidos ni en otro lugar del mundo que se rija por las mismas leyes.

Vemos a un Willy que ha trabajado todos los días de su vida y que, a sus más de 60 años, no ha podido terminar siquiera de pagar la hipoteca de su casa. Luego de 34 años de trabajar para la misma empresa, es despedido, como si le quitaran la cáscara a una fruta y la arrojaran a la basura. Willy tiene deudas y un trabajo miserable; vive un “sueño americano” que aparentemente le brinda tranquilidad y bienestar, pero que pudre a su familia y a él. La crítica despiadada de Arthur Miller a la superpotencia mundial no tiene desperdicio.


Escrito por Redacción


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