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El Cancionero General, de Hernando del Castillo (1511), recoge la obra poética de Rodrigo Cota de Maguaque, judío converso fallecido hacia 1498, a quien se apodara El Tío o El Viejo, quizás para distinguirlo de algún pariente homónimo.
Su obra, tal vez injustamente relegada en la moderna historia de la literatura española, podría cobrar nueva importancia y atraer la atención si se considera el hecho de que se le atribuye, y no sin pruebas, la autoría de las anónimas y contestatarias Coplas del Provincial y Coplas de Mingo Revulgo y, sobre todo, de ser el antiguo auctor del primer capítulo (el mejor, para muchos estudiosos) de La Celestina, como lo aseguraba el propio Fernando de Rojas, quien reconocía la autoría de Rodrigo Cota o Juan de Mena, del argumento original de esta obra cumbre de la literatura universal, que encontrara inconclusa en un manuscrito mientras estudiaba en la Universidad de Salamanca, y en el que estarían esbozados ya los personajes y las situaciones que tanta fama le dieron.
Fernando de Rojas reconoció esto en su epístola introductoria Del Autor a un su amigo: …como mirasse su primor, su sotil artificio, su fuerte y claro metal, su modo y manera de lavor, su estilo elegante, jamás en nuestra castellana lengua visto ni oýdo, leílo tres o quatro vezes, y tantas quantas más lo leýa, tanta más necesidad me ponía de releerlo y tanto más me agradava y en su processo nuevas sentencias sentía. Vi no solo ser dulce en su principal historia o fición toda junta, pero aun de algunas sus particularidades salían delectables fontezicas de filosophía; de otras, agradables donayres; de otras, avisos y consejos contra lisonjeros y malos sirvientes y falsas mugeres hechizeras. Vi que no tenía su firma del autor, y era la causa que estava por acabar; pero quien quier que fuesse, es digno de recordable memoria por la sotil invención, por la gran copia de sentencias entrexeridas, que so color de donayres tiene. Gran filósofo era. [...] Y porque conozcáis dónde comiençan mis mal doladas razones y acaban las del antiguo actor, en la margen hallaréys una cruz; y es en fin de la primera cena. Vale.
El erudito Juan de Valdés, en su Diálogo de la lengua, reconoce que es muy alta la probabilidad de que el toledano Rodrigo de Cota sea el verdadero autor del primer capítulo de la obra, tomando en cuenta las diferencias léxicas y de estilo: “De Celestina me contenta el ingenio del autor que la començó, y no tanto el del que la acabó”.
Ramón Menéndez Pidal agregaría: “Es una arbitrariedad hipercrítica seguir hoy negando la diversidad de autor para el primer auto, cuando está declarada en el prólogo de Rojas, cuando se halla confirmada por un experto en estilos tan fino como Juan de Valdés, contemporáneo y coterráneo de Rojas, y cuando se ve reafirmada modernamente por el examen comparativo de las fuentes literarias y del lenguaje”.
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Escrito por Redacción