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Recientemente tuve oportunidad de hablar con el novel escritor Gerardo Almaraz de su poemario Vestigios, que publicó la Editorial Esténtor y fue presentado en la Feria del Libro de la Universidad Autónoma Chapingo (UACh), institución con mucha historia y ligada a los movimientos estudiantiles de resistencia a las represiones del Estado. Gerardo es un claro ejemplo de lucha por la superación personal. En la que hace muchos años fue la Escuela Nacional de Agricultura (ENA), eran mínimas las posibilidades de que un estudiante oaxaqueño de bajos recursos ingresara a un centro de estudios de tanto prestigio, pero el movimiento estudiantil que convirtió la ENA en UACh fue el que promovió las modificaciones que le permitieron a Gerardo y a muchos otros jóvenes adquirir una educación de los más altos estándares de calidad.
Me detengo un poco para aclarar que antes de llegar a la ENA, el autor del poemario no tuvo ningún acercamiento con la poesía, porque las bibliotecas de su pueblo estaban cerradas y las librerías eran escasas. Fue en Chapingo donde sus profesores lo introdujeron al mundo de la poesía y desarrollaron su gusto por la escritura y la búsqueda de bellas expresiones de su alma en versos y estrofas. Vaya mi reconocimiento a la UACh por su excelente labor de acercar a los jóvenes a la cultura y abrir un espacio a la difusión de los títulos de nuestros autores.
Me ocupo ahora de la obra. Vestigios es el primer libro de poesía de Gerardo Almaraz. Es un poemario crudo, en desarrollo, que apenas comienza a enraizar en su fuente de creación e inspiración, pero que desde sus primeras páginas evidencia el contenido social que lo imbuye.
Toma extractos de la vida cotidiana del mexicano (que, valga decir, no es cotidiana en muchos aspectos) y los convierte en poemas descarnados que desnudan fríamente nuestra realidad: el padre que ha perdido a su hija a manos de la violencia desatada contra las mujeres; la vida casi fantasmal de las ciudades asoladas por las guerras del narcotráfico; la migración laboral cada vez más incontenible, tanto del interior como del exterior; la muerte que ha hecho de México sus dominios y se pasea sin restricciones provocando dolor en muchas familias por la pérdida de hijos y padres, y la explotación y la pobreza de millones de trabajadores mexicanos. Comparto unos versos:
Ante tanta cólera que gira alrededor,
llorar
(¿alma de la furia?)
aqueja, mira con odio y rabia,
mientras en sus manos
cuenta los huesos de sus hijos muertos,
uno
a
uno
con el mismo amor
con que contaba los dedos
de su recién nacido.
(…)
Un cadáver en la noche podría ser el mío,
pero otro es enterrado ahora.
(…)
La tierra llora a la una de la madrugada
mientras una mano mecánica tala los árboles.
Es triste cuando nada puede detenerlos:
una cicatriz se abreva para abrazar ese
[cuerpo sin nombre.
En las páginas de este poemario se retrata, como si se tratara de un espejo, el México enfermo de hoy; el México carente, feminicida, desigual, violento. Del esplendor de lo que fuimos solo quedan, como dice el poeta, vestigios. Por todo lo anterior considero importante recomendar este libro, porque en pocos versos condensa el sufrimiento del pueblo mexicano y de sus páginas sale un clamor desesperado de cambio, transformación que solo puede ser posible mediante la unión de todas las conciencias para crear un país mejor.
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Escrito por Libia Carvajal
Colaboradora