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En días pasados, Editorial Esténtor tuvo la oportunidad de colaborar con la H. Cámara de Diputados en la edición del libro El voto particular de 1847 de Mariano Otero. Implicaciones en el Estado de derecho actual, que se puede adquirir de modo gratuito escribiendo a las redes o a la página web de la Cámara.
Si bien se pudiera pensar que este libro está dirigido a los estudiosos del Derecho, el lector encontrará aquí grandes similitudes (con sus evidentes particularidades) con la situación actual de México en cuanto a la forma como se está gobernando y legislando.
Mariano Otero fue “casi con seguridad, la mente más lúcida y penetrante de la primera mitad del Siglo XIX mexicano” (Aquiles Córdova Morán). Supo vislumbrar, ya desde aquella época en que apenas nos estábamos sacudiendo la dominación española y sus resabios, qué tipo de leyes necesitaba México para avanzar como nación y constituirse en un país soberano e independiente; “su visión científica del mundo le permitió dar luz en un momento en que el rumbo de la nación estaba en riesgo” (Brasil Acosta Peña).
Requiero hacer un poco de historia para dimensionar correctamente las aportaciones de Otero al Estado de Derecho mexicano. El cuatro de octubre de 1824 entró en vigor la primera Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos, donde se decretaba el carácter independiente de México y se establecía el federalismo como sistema político. Sin embargo, en 1836 se publicaron las Leyes Constitucionales de la República Mexicana, siete cambios constitucionales promovidos por Antonio López de Santa Anna que modificaban el sistema de gobierno, convirtiéndolo en un sistema centralista; se estableció así un cuarto poder: el Supremo Poder Conservador, que tenía la facultad de regular las acciones de los tres poderes independientes (ejecutivo, legislativo y judicial), así como las operaciones de los estados.
En ese ambiente hostil y represivo se hallaba el país cuando estalló la guerra con Estados Unidos, en 1846. Para las dos Cámaras (de Senadores y Diputados), era ya evidente que México debía modificar su Constitución vigente. Fue así como se creó la Comisión de Constitución, integrada por siete miembros (entre ellos Mariano Otero), cuya tarea era revisar qué tipo de constitución debía darse México. La mayoría se decidió por reestablecer la Constitución de 1824 sin ninguna modificación, pues creía que alterarla sería perturbar aún más el orden social; sin embargo, Mariano Otero, visionario como pocos, señaló que, aunque estaba de acuerdo en reestablecer la Constitución del 24, ésta debía sufrir algunas modificaciones. Así surgió su voto particular de 1847.
¿Qué cambios estableció Otero? En principio, señaló que los tres poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) deben ser independientes unos de otros, más no los últimos supeditados al primero, como venía sucediendo. De igual manera, estableció la soberanía de los estados con respecto al poder ejecutivo, afirmando que tienen derecho a establecer las leyes que más les convengan y que el apoyo federal no debe estar condicionado por cuestiones políticas. Además, propuso sustituir al Supremo Poder Conservador por la Suprema Corte de Justicia, cuya labor sería velar por la constitucionalidad de los actos de los tres poderes, manteniéndose, por tanto, completamente independiente de éstos.
Su mayor aportación a la legislación mexicana fue, precisamente, el Juicio de Amparo. En 1843, fue acusado de conspirar “contra la paz de la República” y fue detenido junto con Mariano Riva Palacio y José María Lafragua; las irregularidades del juicio y la poca legalidad del proceso lo llevaron a idear la defensa de los derechos de los ciudadanos ante la autoridad. El juicio de amparo es, pues, una protección de los ciudadanos ante los actos arbitrarios cometidos por cualquier autoridad; es decir, la defensa de los derechos y garantías de los mexicanos ante los abusos del poder.
Con algunas modificaciones, su voto particular fue aprobado el 11 de mayo de 1847, y en la Constitución de 1917 –que nos rige hoy– se retomaron varias de sus leyes y reformas. He ahí el legado de Mariano Otero y la importancia de conocer y entender su obra. La “Cuarta Transformación” avanza sin freno hacia el control de los tres poderes y las instituciones autónomas; hoy se están eliminando las herramientas para que el ciudadano se defienda del abuso de los poderosos. Retomemos las enseñanzas de este gran jurista jalisciense y no dejemos que nos quiten los derechos que con tanto esfuerzo se han ganado.
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Escrito por Libia Carvajal
Colaboradora