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Atrapado sin salida es también –valga la analogía– una historia de “renglones torcidos de Dios”, es la narración de un supuesto demente llamado Randle Patrick Mc Murphy (Jack Nicholson), quien comete el delito de estupro y, para evitar ir a la cárcel, finge ser un desequilibrado mental, por lo que es ingresado en un psiquiátrico. Muy a pesar de los deseos de Randle, el hospital es un verdadero infierno, pues ahí domina la enfermera Mildred Ratched (Louise Fletcher) quien es la encarnación viva de la opresión y la injusticia. De forma astuta y perversa, Ratched reprime sutilmente a los enfermos mediante una rutina pasivo-agresiva para mantenerlos intimidados.
Desde su llegada, Randle –sin ser realmente un enfermo mental– se opone a los métodos represivos de Mildred. Se establece una lucha entre Randle y Ratched, que deriva en el odio de la enfermera, quien solo espera el momento para aplicarle una medida correctiva ejemplar y que sea definitiva para doblegar a Randle. Éste, por su parte, cada vez que puede impulsa a los internos del manicomio para que se liberen de la atmósfera opresiva. La autoritaria enfermera recurre al racionamiento de cigarrillos y, sobre todo, a sofocar cualquier expresión de libre albedrío, por ejemplo, el derecho a jugar a las cartas y otros entretenimientos que producen satisfacción en los internos. La situación llega a un extremo insoportable para el dominio de Ratched; ocurre después de haberse celebrado la navidad dentro del hospital. Randle promueve y logra que los internos celebren una fiesta en la que se embriagan.
Esa reunión es la apoteosis de la liberación de la atmósfera opresiva. Pero Ratched, como castigo brutal y ejemplar, aplica un tratamiento con medicamentos obnubiladores al instigador de la rebeldía; estos fármacos anulan el estado consciente de Randle. Uno de los pacientes amigo de Randle, el gran jefe indio Bromdem (que finge ser sordomudo), al visitar a su amigo en la cama donde está “convaleciendo”, nota que Randle fue sometido a una lobotomía que lo convertirá en un ser vegetativo por el resto de su vida. El castigo del hospital resulta terrible y desproporcionado en extremo. Al final de la historia, Bromdem logra escapar del feroz centro de tortura. Atrapado sin salida es una metáfora de la sociedad capitalista, cuyas clases dominantes aplican cualquier método, cualquier medida para someter a los rebeldes que consideran “inadaptados”, aunque solo busquen ejercer su libre albedrío.
Quiero terminar esta triple colaboración con las palabras que el doctor Andrei Yefímich dirige a Iván Dmítrich Gómov: “un pensamiento libre y profundo, que aspira a comprender la vida, y un desprecio absoluto por la estúpida vanidad del mundo son los dos bienes más elevados que jamás ha conocido el hombre. Y usted puede poseerlos, a pesar de vivir detrás de una triple reja”. Dentro de mis recuerdos, cuando viví en el noroeste del país, está la imagen de aquel hombre, conocido como “un loco”, habitante de una pequeña comunidad pesquera en la ribera del Mar de Cortés, quien vivía en la calle y se quedaba en cualquier sitio, en casas a medio construir, casas abandonadas y se mantenía de la caridad de los habitantes lugareños; pero quien platicaba con él podía notar que entablaba un diálogo inteligente y bien argumentado.
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Escrito por Cousteau
COLUMNISTA