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Debo decir enfáticamente que la revista Proceso miente, miente descaradamente cuando señala que tres importantes líderes antorchistas son delincuentes. En la edición 2204, que entró en circulación a partir del domingo 27 de enero, la reportera Patricia Dávila, escribió lo siguiente: “los posibles implicados (en el robo de combustible en la zona de San Martín Texmelucan) son Jesús Kamez Manzano, Friné Soraya Córdova Morán –presunta exdiputada federal– y Aristóteles Campos Flores, líder de Antorcha Campesina”. El periodismo de investigación, el responsable, el agudo y crítico, está casi muerto, ha sido sustituido por el boletín, la consigna y la diatriba. Con la misma cantidad y calidad de pruebas que aporta Patricia Dávila para hacer tan graves imputaciones a nuestros compañeros, o sea, con ninguna prueba, se podría asegurar que en el robo de combustible en Puebla está involucrada cualquier otra persona, incluyendo, “posiblemente”, a la propia Patricia Dávila.
Jesús Cames (así se escribe su apellido y no como lo consignó Patricia Dávila, quien ni siquiera investigó el apellido correcto), es un joven limpio, miembro del Comité Seccional del Movimiento Antorchista en la zona de San Martín Texmelucan que no tiene –como muchos otros poblanos– ni la más remota idea de la ruta que siguen los ductos de Pemex; Aristóteles Campos Flores es el dirigente de ese Comité Seccional y se dedica siempre, junto con sus compañeros antorchistas, a las labores de gestoría de obras y servicios para las clases más necesitadas de la región, su vida pública es ampliamente conocida y, finalmente, la doctora Soraya Córdova Morán es, por elección directa, miembro de la Dirección Nacional y del Comité Ejecutivo Nacional del Movimiento Antorchista, también por elección directa, funge como vicepresidenta del Comité Estatal en Puebla y fue diputada federal (no es “presunta exdiputada federal” como dice la reportera de Proceso, pues en ella –en P. Dávila– si hubiera investigado lo suficiente, estaba por acabar con la presunción y presentar el dato en su escrito como un hecho demostrado). La Doctora Soraya es, a mucho orgullo de quienes somos sus compañeros, no solo una incansable gestora que ha conquistado numerosos beneficios para los antorchistas poblanos, sino una importantísima promotora de la cultura, es fundadora del Instituto de Artes Macuilxóchitl, trascendente institución que ha formado ya cientos de maestros que están al servicio de la cultura para el pueblo. La vida de ella y la de los otros dos compañeros, por una parte, y la de los delincuentes que roban combustible, por otra, transcurren por líneas paralelas euclidianas muy alejadas una de la otra, nunca han estado reunidas y jamás se van a tocar, son dos mundos totalmente diferentes, acusarlos de delincuentes es un crimen, atenta no solo contra su buen nombre, expone sus vidas.
Sobre el Movimiento Antorchista Nacional se acumulan ya miles de imputaciones que jamás han sido probadas. Sobre las cabezas de los antorchistas se han tirado ya miles de calumnias y nunca, nadie, nadie, repito, se ha ocupado en demostrar su dicho, este fenómeno, algún día hará vergonzosa historia en el periodismo nacional. Sobre Antorcha pesa, desde sus primeros días, hace 45 años, una catarata de inventos que pretende restarle credibilidad y prestigio, se teme, como ha sucedido a pesar de todo, que los pobres de México se organicen y luchen con una organización auténticamente independiente. Estamos, pues, ante una guerra de medios absolutamente política. Pero, si Antorcha no es brazo armado, ni grupo violento o de choque y si no forma parte de ninguna organización de delincuentes, entonces ¿por qué se le ataca tanto?, ¿por qué tanto empeño en destruir su prestigio? Se le ataca así porque, primero, agrupa a una buena parte del pueblo mexicano y, segundo, porque no se le ha podido vencer en la batalla de las ideas.
No debe quedar ninguna duda de que, de lo que se trata, es de preparar a la opinión pública para descargar un golpe represivo contra los mexicanos modestos que han decidido organizarse en el Movimiento Antorchista. Es ya vieja la táctica de medios que presenta a los objetivos de la represión durante meses o años, incluso, como monstruos a los que debe erradicarse de la sociedad para luego proceder en contra de ellos y cosechar hasta aplausos. Tal ha sucedido con Venezuela y su presidente Nicolás Maduro.
A pesar de toda la mejoría pasajera, las condiciones de existencia de las grandes economías capitalistas, incluido Estados Unidos, no han mejorado lo suficiente como para asegurar que han dejado atrás los fantasmas de 2008. Tienen problemas estructurales graves. En la mayor parte de ellas existe una clase trabajadora en edad avanzada, se ha estado dando un crecimiento muy débil de la productividad, hay un excesivo ahorro global, la capacidad industrial es gigantesca y todo ello sucede en un mundo en el que la riqueza mundial está exageradamente mal repartida y, en consecuencia, se padece una severa contracción de la demanda. En tales condiciones, han proliferado quienes ya desconfían del neoliberalismo globalizador y de varias maneras propias han estado propugnando –no sin disidencias internas– nuevas formas de proteccionismo. Tales son los casos de los euroescépticos, entre quienes se encuentran los promotores del Brexit y también los propios norteamericanos con Donald Trump a la cabeza, que han enarbolado la bandera de America first. Ello ha conducido a Estados Unidos a poner más atención a la sumisión y control de su entorno cercano, en ese contexto hay que entender el golpe de Estado contra Venezuela.
Porque estamos ante un golpe de Estado en curso. El señor Juan Guaidó, un oscuro político (una encuesta señala que una semana antes el 80 por ciento de los venezolanos no sabían de su existencia) del partido derechista Voluntad Popular, ante una manifestación de sus partidarios, simplemente se declaró a sí mismo presidente de la República. Nunca fue electo presidente, no contendió en ninguna elección por el cargo ni fue nombrado por ninguna autoridad facultada para ello; él, por su cuenta, se autonombró para desempeñar la más alta magistratura del país. Nicolás Maduro, por su parte, ganó una votación celebrada en el mes de mayo pasado y hay quienes aseguran que la oposición la hubiera ganado si hubiera decidido participar, quizá, pero decidió abstenerse y no participar; precisamente, con base en ello, Nicolás Maduro acaba de asumir el cargo para un nuevo mandato.
La maniobra de la oposición se sustenta supuestamente en el Artículo 233 de la Constitución que faculta a la Asamblea Nacional para nombrar presidente en caso de ausencia de éste, pero, evidentemente, la ausencia del presidente no existe. Por lo demás, esa Asamblea Nacional fue declarada ilegal por una autoridad facultada para ello: la Suprema Corte. No hay, pues, de parte de Juan Guaidó, ningún acto de carácter legal, se trata de una usurpación del cargo. A Nicolás Maduro ya lo ha respaldado plenamente el ejército venezolano y aunque existe oposición a él, hasta ahora, puede decirse que la fuerza principal que respalda a Juan Guaidó es Estados Unidos. Me permito hacer votos porque se respete la ley en Venezuela, se mantenga el presidente que se dieron los venezolanos y no vayan a sufrir un baño de sangre.
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Escrito por Omar Carreón Abud
Ingeniero Agrónomo por la Universidad Autónoma Chapingo y luchador social. Autor del libro "Reivindicar la verdad".