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Cuando Quetzalcóatl robó a los dioses los huesos con que formó al hombre y luego robó el maíz con que lo alimentó, le dio energía e inteligencia, su sacrificio valió la pena porque gracias a él logró trascender en la vida. Atrás quedaron cuatro experiencias fallidas marcadas por sus respectivos soles, pero cuando se inició la era del quinto sol el hombre estaba listo para enseñorear a la naturaleza y transformarla con la compañía del sol en los días de quehacer productivo y la de la luna en las noches de sueños y reflexiones profundas. Para los antiguos nahuas el sol exigía acciones valerosas y sacrificio para que continuara la vida y de igual importancia eran la luna y el firmamento, a los que estudiaron con precisión asombrosa, como lo demuestran las pocas y perfectas construcciones que quedan.
Los pueblos prehispánicos temieron que la tierra se quedara permanentemente en tinieblas y el amanecer representaba la esperanza de continuidad de la vida. Y fue el más pequeño de los pajarillos quien se los recordaba, el colibrí, cuyos aleteos incesantes en los primeros rayos del sol anunciaban la llegada de un nuevo día, así como en la tarde es el primero que busca el cobijo de las hojas de naranjo.
El día termina para dar paso a la noche de estrellas y con este nombre hay un evento astronómico de nivel internacional que se organiza cada 17 de noviembre de manera simultánea en diversos lugares del orbe para que el público pueda disfrutar la vista de la bóveda celeste. Observar las estrellas por un momento llena a la gente de reflexiones sobre lo pequeño que es el hombre ante la inmensidad y la lleva a pensar irremediablemente en el papel que le toca jugar dentro de la sociedad. Aun con los avances científicos de la actualidad, los astros presentan misterios e interrogantes no sólo de la posible vida fuera del planeta, sino también del rumbo que la humanidad ha tomado con la vigencia de un modo de producción que cada vez acerca a ésta a la destrucción.
Sirva este esfuerzo de difusión científica para encontrar en el corto plazo el progreso y la fraternidad que han soñado los pueblos de la tierra. En el caso de México este evento se ha venido desarrollando desde 2009 –el de este año fue su décima edición– en más de 90 lugares. Ya son tres años que el científico mexicano Javier Zapata Nava, estudiantes y maestros del Instituto Tecnológico Superior de Zacapoaxtla, lo han organizado en la Sierra Nororiental de Puebla, con una particularidad que lo hace muy especial: la mayor parte de los habitantes de esta región son indígenas de muy escasos recursos económicos y por la lejanía y el olvido gubernamental no tienen oportunidad de acercarse a la ciencia.
Este año la noche de estrellas tuvo su primera edición en Huitzilan de Serdán que, como el pequeño colibrí de la literatura náhuatl, se ha convertido en un mensajero de esperanza y progreso. Huitzilan es un pueblo enclavado en la Sierra Nororiental, cuya altura de más de mil metros sobre el nivel del mar (MSNM) le permite producir el mejor café de la región. Este municipio es constantemente asolado por el cacicazgo local, que busca recuperar el poder mediante el uso de la violencia y el terror a fin de seguir explotando el trabajo indígena, pero tal objetivo no se logrará porque los pueblos aprenden de sus dolores y Huitzilan se levanta una y otra vez como ejemplo de desarrollo rural.
Desde su magnífica unidad deportiva, alejada un poco de las luces eléctricas, podía verse a simple vista el cielo estrellado mientras la luna se ocultaba momentáneamente detrás de unas nubes para luego dejarse ver con todo su esplendor. Por primera vez en sus vidas niños, jóvenes y campesinos adultos tuvieron la oportunidad de ver a las estrellas un poco más de cerca, gracias a los potentes telescopios. En un ambiente de cordialidad, con una de verbena popular, danzas y conferencias científicas, un pueblo que ama la paz participó con gran entusiasmo y ávido de conocimiento. En este ambiente festivo los niños, cuyas mentes vuelan libres como los colibríes, dijeron ver en las estrellas a dos de sus recientes mártires: el compañero Manuel Hernández Pasión y a la compañera Berenice, quienes sin duda, al igual que el sol, la luna y las constelaciones, nos acompañan en el trabajo diario cuando aportamos un granito de arena en la construcción de una patria mejor.
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Escrito por Capitán Nemo
COLUMNISTA