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EL 27 de mayo llegó a mis manos un artículo titulado: “La realidad no se modifica con un simple cambio de nombre”. Su autor es, también, uno de los más prolíferos escritores con los que cuenta nuestra editorial, el ingeniero Aquiles Córdova Morán. En tal artículo, el ingeniero hizo mención del trabajo intelectual que realizaron los pensadores alemanes más influyentes de los últimos siglos: Carlos Marx y Federico Hegel. Tal como lo dice, el proceso que se lleva a cabo para que alguien pueda aportar algo a la ciencia es un proceso intelectual y material, indiscutiblemente largo, lleno de dificultades, y que no cualquiera puede hacer. Mientras leía el artículo, vino a mi mente el libro que esta semana recomiendo.
Hace 153 años se publicó en Hamburgo el primer tomo de “El Capital", uno de los libros más influyentes de la historia y, quizá, el más atacado a pesar de que muchos de sus críticos seguramente nunca lo han comprendido realmente. Pero, ¿cuál fue el proceso y los sacrificios que tuvo que hacer Marx para terminar su obra maestra?
Francis James Baird Wheen es un periodista y ensayista británico que ha trabajado en medios como “The Guardian”, “Evening Standard” o “BBC4”, y es, asimismo, autor de una biografía del pensador alemán que se publicó en el 2000. El texto del que voy a hablar fue publicado poco después, en 2006.
“La historia de “El Capital” de Carlos Marx” es importante porque nos ilustra los momentos y dificultades a las que se enfrentó Marx no sólo para escribir dicha obra, sino para ganarse su lugar como dirigente del proletariado mundial. En la introducción, Wheen comienza relatando que, en febrero de 1867, poco antes de enviar su gran obra a la imprenta, "Karl Marx le insistió a Friedrich Engels que leyera “la obra maestra desconocida” de Honoré de Balzac. Según le dijo, “la historia era en sí una pequeña obra maestra, 'repleta de la más deliciosa ironía'", haciendo referencia a su propia insatisfacción respecto a su obra maestra, pues, de acuerdo con su yerno, Paul Lafargue, "nunca estaba Marx contento de lo que hacía: siempre cambiaba alguna impresión, creyendo que de todas maneras era inferior la expresión a la concepción".
El libro de Wheen se divide en tres partes: 1. Gestación. 2. Nacimiento. 3. Vida posterior. Las dos primeras partes narran momentos cruciales para elaborar la obra y comentarios en torno a su estructura y contenido. La perfección que Marx quería plasmar en sus trabajos se comenzaba a ver desde las primeras cartas que Engels le mandaba, en octubre de 1844, con referencia a “El Capital”: “Haga un esfuerzo y acabe su libro de economía política. Aunque haya muchos aspectos en él de los que no se sienta satisfecho, le aseguro que no importa; la gente está preparada para recibirlo, y debemos golpear el hierro mientras esté caliente”. La insistencia de Engels fue en vano, pues tuvieron que pasar más de 20 años para que Marx entregara el primer volumen, pero Marx transformó la rebeldía romántica del socialismo utópico en la búsqueda de una ciencia capaz no sólo de explicar el capitalismo, sino de demostrar su necesaria desaparición.
Pese a haber prometido su manuscrito económico al editor en 1845, éste no llegó sino mucho después. Marx decía: “antes de abordar mi obra científica -le explicó a Leske-, me parecía de suma importancia escribir un ensayo polémico contra la filosofía y el socialismo alemanes tal como se han desarrollado hasta el día de hoy. Ello es necesario para preparar al público para el punto de vista que he adoptado en mi Economía, el cual es diametralmente opuesto al mantenido por los académicos alemanes en el pasado y en la actualidad”. Las primeras víctimas intelectuales de la crítica demoledora de Marx fueron el anarquista cristiano Proudhon, a quien refutó con “La miseria de la filosofía”, y sus maestros hegelianos, ridiculizados en “La Sagrada Familia” y en “La ideología alemana”.
No obstante, “todas sus obras previas y sus estudios posteriores a la publicación del primer tomo giraron alrededor de “El Capital”, en torno a su inquebrantable propósito de irlo cincelando, puliendo y mejorando todos los días para que jugara el papel central en la educación de la clase obrera alemana y mundial”, sostiene Aquiles Córdova Morán en su texto: “La importancia de estudiar “El Capital” de Marx”.
Poco antes de 1848, Marx y Engels redactaron “El manifiesto comunista” y desplazaron a los caritativos dirigentes de la Liga de los Justos, transformándola en la Liga de los Comunistas. Wheen dibuja con bastante precisión esa Europa de 1848, recordando que “marxismo” era sólo una más entre las muchas “herejías filosóficas, políticas y religiosas que pululaban en ese avispero”. Pero Marx era más que eso; participó abiertamente en la revuelta democrática, con la esperanza de llevar la revolución a Alemania. Ante la contrarrevolución triunfante, Marx, ya entonces un conspirador bien conocido por las policías de Francia, Bélgica y Prusia, llegó a Londres en 1849.
En abril de 1851, afirmó haber “avanzado tanto que habré reunido toda la información económica que necesito en cuestión de cinco semanas”. A pesar de que trabajaba desde las nueve de la mañana hasta las siete de la noche la mayor parte de los días, “los materiales en los que estoy trabajando son tan terriblemente complicados que, al margen de lo mucho que me esfuerce, no creo que termine antes de otras seis u ocho semanas -escribió en junio-. Además, hay constantes interrupciones de naturaleza práctica, inevitable desde las circunstancias lamentables en las que estamos vegetando aquí…”, pues vivían en la miseria, a pesar de que Engels los apoyaba con las ganancias de su fábrica de algodón.
En “Vida posterior”, Wheen nos muestra cómo fue recibida la obra en el mundo intelectual y entre los obreros. A pesar de que Marx desplegó una magnífica campaña de promoción a medida que se acercaba el día de su publicación, hubo pocas reseñas. “La conspiración de silencio urdida por los alemanes ha dado al traste con las secretas esperanzas que habíamos alimentado durante largo tiempo en relación con el libro de Carlos -se lamentó Jenny Marx-. Puede que la segunda entrega despierte a los holgazanes de su letargo”. Fueron necesarios cuatro años para que se agotaran las mil copias de la primera edición.
Pero, con todo y eso, Marx afirmó en el epílogo de la segunda edición que “el mejor premio a mi trabajo es la comprensión que ha encontrado prontamente “El Capital” en amplios círculos de la clase obrera alemana”. Conocedora de todos los costos y sacrificios que exigió esta obra, Jenny escribía que “debe haber pocos libros que hayan sido escritos en circunstancias tan difíciles. Si los obreros tuvieran la menor idea de los sacrificios que fueron necesarios para completar esta obra, que fue escrita para ellos y por su bien, quizá mostrarían algo más de interés”. Marx estaba consciente de que “en Alemania la economía política sigue siendo una ciencia extranjera”. Añado que no sólo era eso, sino que la actitud de la dirigencia se podía ver en la declaración del socialista alemán Wilhem Liebknecht cuando afirmó que “nunca un libro lo había decepcionado tanto.”
La primera traducción de “El Capital” fue, para sorpresa de Marx, la rusa. El primer volumen sorteó la censura del zar bajo el argumento de que “sus teorías no eran aplicables a Rusia” y, por tanto, “la obra no podía ser subversiva” ¡Perdónalo Dios, el Zar no sabe lo que dice! De tal modo que “Das Kapital” se publicó a principios de 1872 en San Petersburgo por obra del editor Nikolaj P. Poljakov, con una tirada de tres mil ejemplares. Lo demás es historia.
Aunque el autor no sea ni de lejos un marxista, es de reconocer que Wheen acepta que “mientras todo lo sólido se disuelva en el aire, la vívida descripción presente en “El Capital” de las fuerzas que gobiernan nuestras vidas -y de la inestabilidad, la alienación y la explotación que generan- nunca perderá su resonancia o su poder para analizar el mundo. Valdrá la pena leer sus libros mientras perdure el capitalismo. Lejos de acabar enterrado bajo los escombros del Muro de Berlín, Marx acaso esté ahora emergiendo en todo su sentido. Todavía cabe la posibilidad de que se convierta en el pensador más influyente del siglo XXI”.
Según algunos estudios bibliométricos, Marx es el autor científico más influyente de la historia o, al menos, el más citado. Tras el estallido de la crisis económica en 2008, Marx ha retornado a las bibliografías universitarias y a los anaqueles de las librerías con mucha fuerza. Pero, con todo y eso, como bien dice el ingeniero Aquiles en su escrito: las ideas no modifican por sí solas la realidad; mi teoría, dijo Marx, es solo una herramienta que necesita encontrar el brazo material que la haga suya y la ponga en práctica, para entonces poder producir algún resultado tangible, alguna mejora real en la sociedad.
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Escrito por Editorial Esténtor
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