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Se ha hablado mucho de que La Ilíada, atribuida a Homero, es una obra magistral tanto en su forma como en su contenido, ya que por un lado narra con sencillez y belleza sucesos extraordinarios y por otro retrata, de la manera más precisa y deseable, a cada uno de los personajes.
La épica no pasa por alto lo ruin del espíritu humano. Su tema central es precisamente la cólera de Aquiles, uno de sus protagonistas y el más grande de los guerreros descritos en su relato.
La cólera del guerrero se desata en dos momentos, ambos causados por injusticias cometidas contra Aquiles: el primero ocurre cuando el rey Agamenón se apodera de su esclava Briseida y el segundo cuando es asesinado su gran amigo Patroclo. El lector puede comprender el enojo de Aquiles, pero también se pregunta si vale la pena el sacrificio de tantos soldados para subsanar su orgullo herido.
La cólera nubló la razón del héroe. Su orgullo y su egoísmo lo aislaron de los demás, a quienes ignoró. Y esto también lo afecta, pues el cúmulo de quejas, además de aislarlo, lo hacen sufrir. La ira lo alcanza antes que la flecha de Paris y elimina en él lo que había de humano, ya que sus acciones se guían por el rencor y porque su objetivo de doblegar a quien le ha causado daño, lo cumple sin importar el precio.
Sabemos de Aquiles en el inicio y al final de la obra, pero la narración destaca también que las proezas son de los demás héroes. La ira de Aquiles solo interesa durante breve tiempo; Atenea, la diosa de la razón, no le asiste porque pierde los estribos fácilmente y deja al descubierto su gran vulnerabilidad, que está oculta bajo su apariencia de poder.
Aquiles es un buen amigo, pero tiene un pésimo carácter que responde al temor de ser herido. La iracundia no obedece a la razón y puede llegar a provocar desgracias. En su reacción emocional no considera que produce sufrimiento en los demás y cree que sus actos se justifican plenamente. La furia disfraza su debilidad y es, sobre todo, un medio de defensa.
Otra característica de Aquiles, que acompaña a su cólera, es el orgullo, que le impide reconocer su fragilidad. Es verdad que para corregir nuestros errores es necesario reconocerlos en primer lugar, pero si el carácter violento es también orgulloso, la mejoría se vuelve casi inalcanzable.
Aquiles vivió y murió enfermo de cólera, lo que parece en primer momento algo “autorizado”. Sin embargo, al pasar las páginas, vemos cómo no es bueno enojarse al grado de terminar con las vidas de otros, incluso ocasionar la pérdida de su amigo, que lo hace percatarse de las consecuencias por su apasionamiento. ¿De qué le sirvió dejar fluir su enojo y jactarse de sus cualidades, si al final perdió a su mejor amigo? ¿De qué le sirvió ser el mejor dotado bélicamente, si no puso su vida al servicio de todos y prefirió su arrogancia a la vida de muchos?
Esta enseñanza también forma parte de la grandeza de La Ilíada. Homero la narró en un escenario magnífico: una guerra sanguinaria en cuyas vilezas se describe y enaltece a los hombres que las cometen.
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Escrito por Betzy Bravo
Investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales. Ganadora del Segundo Certamen Internacional de Ensayo Filosófico. Investiga la ontología marxista, la política educativa actual y el marxismo en el México contemporáneo.