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Los hermanos Joel y Ethan Coen son dos realizadores estadounidenses de origen judío cuya filmografía ha sido caracterizada por la crítica cinematográfica como “cine independiente, pero cautivado por lo comercial”. Y así ha sido toda la carrera de estos hermanos, que han desarrollado un estilo particular, una mezcla de comedia de humor negro con drama. Pero cabe preguntarse: ¿puede haber verdadera independencia creativa e ideológica en una industria en la que el dinero y los intereses políticos son clave para tener éxito? Lo cierto es que, aunque se puede tener cierto margen de independencia en el contenido y la forma de abordar los temas, la narrativa artística encauzada por senderos independientes en una sociedad como la estadounidense, a final de cuentas resulta prácticamente imposible; es muy difícil que algún artista, sea del ámbito cinematográfico o fuera de él, pueda alcanzar fama y altas ganancias monetarias si no se apega a los cánones que establecen el mercado y el imperio de los intereses políticos de los grandes potentados que dominan el cine, tanto en su producción como en su distribución.
Pese a estas limitaciones creativas y temáticas hay realizadores que logran desplegar su talento y salirse un tanto de los esquemas establecidos por el cine comercial. Y los hermanos Coen lo han logrado en sus obras fílmicas. Por lo que en esta colaboración quiero comentar la última cinta de Joely Ethan Coen: La balada de Buster Scruggs (2018). Este filme ha sido nominado en tres categorías para la próxima edición del premio Oscar: mejor guion adaptado, mejor canción y mejor vestuario. Lo que llama la atención de estas nominaciones es que con las de Roma —la cinta del mexicano Alfonso Cuarón, que tiene 10 (mejor película, director, actriz, actriz de reparto, cinta extranjera, guion original, fotografía, sonido, mejor diseño de producción y mejor edición de sonido)— suman 13 y ambas pertenecen a la plataforma Netflix. El cine, dadas sus necesidades comerciales, está abriéndose a nuevas formas de disfrute individual, diferentes a las salas de exhibición pública.
El guion de la cinta que ahora comento está basado en las seis historias que los hermanos Coen reunieron en La balada de Buster Scruggs y otros cuentos de la frontera americana, un libro de su autoría que elaboraron durante 25 años y en el que reseñan acontecimientos que tienen en común la sucesión de muertes no accidentales, contadas con una buena dosis de humor negro. Pero éste no es el rasgo más destacado en la obra de los hermanos Coen, sino la visión realista, corrosiva y descarnada de un humor negro con el que éstos evocan el cine del viejo oeste estadounidense, que Hollywood se encargó de idealizar durante varias décadas mediante la proyección de personajes que representaban la lucha entre el bien y el mal, la justicia y el desorden, etcétera.
En La balada de Buster Scruggs no hay héroes paradigmáticos, no hay historias en las que el “bien se imponga al mal” y en las que los buenos cuidadores de orden y la justicia logren imponerse sobre los facinerosos que dañan a la sociedad. Las historias de los hermanos Coen están llenas de crueldad, infortunio, ambiciones y deslealtad; y es precisamente por esta forma objetiva, realista, que su filme hurga en los orígenes de la idiosincrasia de muchos estadounidenses y logra retratar una sociedad en la que la ambición, los afanes inescrupulosos de la rapiña y las distintas actividades deshumanizadas fueron conformando la base de la superpotencia agresiva, violenta y depredadora que hoy es Estados Unidos.
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Escrito por Cousteau
COLUMNISTA