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Nació en Mérida, Yucatán, el 12 de enero de 1843 y falleció en la Ciudad de México el 18 de febrero de 1907. Peón Contreras tiene un doble sitio: en las letras y en la historia médica nacional. Es el alienista más distinguido de su época y el director del manicomio de San Hipólito. Es sobre todo nuestro mejor dramaturgo romántico y aprovecha la tradición cultural iniciada por Sierra O'Reilly en Yucatán. Rodríguez Galván había descubierto los temas coloniales para el teatro; Peón Contreras los empleó diestramente, sin excluir asuntos prehispánicos ni contemporáneos. El autor de La hija del rey y muchos otros dramas en verso y en prosa fue llamado “restaurador del teatro en la patria de Alarcón y Gorostiza”. Escribió también Romances históricos y dramáticos y algunos poemas líricos en la línea becqueriana como la serie Ecos (en Obras poéticas, 1889) de la que se recogen tres ejemplos en esta compilación.
ECOS
I
Tal vez no existes: acaso
eres la imagen de un sueño,
que deleitó mis sentidos,
y embargó mi pensamiento.
Mas ha de ser realidad
aquel hermoso embeleso,
pues como te vi, dormido,
te estoy mirando despierto;
tal me parece que escucho
a todas horas tu acento;
que se refleja en mis ojos
la luz de tus ojos negros;
que en la palidez marmórea
de tu semblante hechicero,
sus alas de oro y nieve
posa mi espíritu inquieto;
que cerca del pecho mío
siento el latir de tu pecho;
¡que me quemas con tus labios,
que me abrasas con tu aliento!
Y te palpo y no te toco,
y te busco y no te encuentro;
¡y me enloquece tu sombra,
y me embriaga tu recuerdo!
Y así, sin saber lo que eres,
harto sé que eres mi dueño,
que te llevas mis dolores
en las lágrimas que vierto;
que flotando en el espacio
como una visión te veo.
¡Entre tu alma y mi alma,
entre la tierra y el cielo!
II
Cuando recuerdo tu mirada lánguida,
tu dulce sonreír;
cuando me acuerdo de tu frente pálida,
de tu talle gentil;
cuando suspiro por las horas rápidas
que huyeron junto a ti;
el llanto surca mis mejillas áridas
y me siento feliz…
¡Ay!, cuando no me quede ni una lágrima
¿qué será de mí?
III
Imagínate un sol de invierno, apenas
su luz filtrando en la morena bruma;
debajo del follaje más sombrío,
como un espejo, un lago sin espuma.
Al pie de unos bambúes casi negros
un humilde portal que se derrumba
al peso de los años, al azote
del pesado aquilón y de la lluvia.
Sobre el brocal de un pozo y a la sombra
de un pilastrón cubierto de verdura,
una triste paloma, triste y sola,
oculta el pico entre la blanca pluma.
Allá a lo lejos, junto a sauce añoso,
una desmoronada sepultura,
sin cruz, sin epitafio, ni siquiera
una lozana flor, ni una flor mustia.
Imagínate en fin, allá entre abrojos
la lira que cantaba tu hermosura,
cubierta con el polvo del olvido,
¡pedazos hecha, destrizada y muda!
¡Y ya podrás acaso imaginarte
cómo serán mis sueños de ventura,
cuando siento el dolor que siento ahora,
cuando siento estas ansias y estas dudas!
CONFIANZA
No te amedrentes si al cruzar la vía,
feroz, bramando la tormenta llega,
y el arbolado maderamen brega
contra el azote de la mar bravía.
Más tarde, luego, encontrará bahía
en donde el barco sin temor navega,
mientras la brisa entre las jarcias juega
y abrillanta la mar la luz del día.
No te amedrentes si, al mirar al cielo,
tiende el nublado pavoroso velo
y sobre nuestras frentes se desploma;
que detrás del relámpago y la lluvia,
reesplende el alba, y su cabeza rubia,
coronada de luz, el sol asoma.
VUELVE
¿Vas a buscar espacios y horizontes
y dejas tu vergel?
¿Vas a quemarte al sol de extraños climas,
ave canora?, ¡ve!
¡Ve!, si un día de dolor, te acuerdas
de tu pasado bien,
piensa en el nido que sin ti se queda,
no dejes de volver.
Ya se que vas henchida de ilusiones
que sueñas un edén,
que miras triste la enramada verde
que tu palacio fue;
que te parece lóbrega y siniestra
su agreste sencillez.
Que ya no cantas como tú solías
cantar… ¡todo lo sé!
Pero si acaso un día te arrepientes,
ave canora, ven;
aquí está el lecho de esmeralda y oro
que te miró nacer;
aquí están el estanque, la hortaliza,
la ruinosa pared,
y el cercado cocal, donde volaste
por primera vez;
aquí está todo cuanto tú querías,
aquí mi amor también.
Yo no te olvido nunca…
¡si padeces, no dejes de volver!
A MÉRIDA
En torno mío, fulgurante, vierte
relámpagos de luz la Poesía,
y salgo de las sombras de la muerte,
con el arpa en las manos, tierra mía,
para venir a verte.
Y yo quisiera hablarte de una historia
de lágrimas y amargos sinsabores;
mas, tal como la dicha, es transitoria
también la pena, y de sus tristes flores
se extingue la memoria.
¿Para qué recordar el mal que ha huido,
si te vuelvo a mirar tan hechicera,
y tú me quieres como te he querido,
y eres tú mismo como siempre has sido,
y yo lo mismo que era?
Si sentimos los dos igual anhelo
y es conforme a tu dicha mi alegría,
echemos juntos al pasado un velo,
aun cuando tenga nubes como el cielo
y sombras como el día.
Demos gracias a Dios por su ternura,
demos gracias a Dios de que nos guarde
melancólicos sueños de ventura,
al rodar de las horas de la tarde
y de la noche obscura.
Todo me habla de amor, tierra querida,
cuando voy por tus calles y te veo
en medio de los árboles tendida,
y confundo mi vida con tu vida,
tu amor con mi deseo.
Delirio de la infancia me pareces
y de mi hermosa juventud ensueño;
a halagar mi existencia te apareces,
y pienso que en tus brazos me adormeces
llamándome tu dueño.
y en tanto en torno, fulgurante, vierte
relámpagos de luz la Poesía,
yo salgo de las sombras de la muerte,
con el arpa en las manos, tierra mía,
para volver a verte.
Escrito por Redacción