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Hombres de negocios (II de II)
La cinta no se propone una crítica al orden capitalista, ya que tiene un final clásico de las cintas en las que “el bien y los buenos hombres terminan por obtener su recompensa y resuelven sus problemas”.
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La vorágine que representa el orden socioeconómico capitalista no perdona a muchos de los que siempre se han considerado hijos mimados de ese mismo orden. De hecho, existe la “movilidad social”, pero no de la forma ilusoria en que la pintan sus panegiristas (como un continuo ascenso y descenso de los seres humanos según sus iniciativas y deseos de superación), sino como la reducción cada vez mayor de seres humanos que concentran el poder económico; y como el continuo descenso de las llamadas clases medias, que van perdiendo su estatus socioeconómico y pasando a formar a las filas del proletariado (o a veces a las del lumpenproletariado).

En Hombres de negocios el realizador Wells narra la historia de miembros de la clase media alta, altos ejecutivos que van perdiendo su nivel económico y social al perder su empleo. El ejecutivo McClary (Tommy Lee Jones) es el supuesto “brazo derecho” y “entrañable amigo” del principal directivo de la empresa, James Salinger (Craig T. Nelson) quien tiene un salario 700 veces mayor al de un trabajador manual. Sin embargo, la ambición, la falta de escrúpulos y su enorme mezquindad, lleva a Salinger a despedir a McClary, sobre todo porque este último defiende a Bobby Walker y a otro ejecutivo –Phil Woodward (Chris Cooper)– víctimas de los ajustes laborales de la poderosa empresa naviera. ¿Dónde quedó la amistad? ¿Dónde está esa posibilidad de elevarse o conservar la condición social? Para el capital no hay humanismo que valga, pues las leyes inherentes de este orden social son implacables y los capitalistas pueden subsistir solo si logran obtener las más altas tasas de ganancias, y esas mismas leyes impelen a los dueños del capital a ser feroces defensores de sus intereses.

Precisamente, Phil Woodward es el ejecutivo que lleva la peor parte en los despidos porque su edad ya no le permite encontrar empleo –ni siquiera, como Bobby, que se convierte en albañil–. Mientras Bobby se traga su orgullo y McClary sobrevive, aun con los fuertes gastos de su mujer –que es una adicta a las compras– y los gastos de su amante a quien también tiene que mantener, Woodward no tiene opciones y por eso termina suicidándose.

El personaje que se mantiene más ecuánime y con mayor entereza para seguir adelante es Jack Dolan, pues cuando el trabajo no es bien remunerado “aguanta vara”, y sigue con sus actividades, pero también es un personaje con mayor claridad sobre la problemática de su cuñado Bobby, pues de forma constante, a veces sutilmente, a veces de forma ruda, le va quitando las ínfulas de superioridad. Bobby terminará aceptando su condición de trabajador manual, aunque cuente con un título profesional y una larga experiencia como ejecutivo.

Hombres de negocios no es una cinta que se proponga una crítica al orden capitalista, pues su final es “optimista”. Final clásico de las cintas en las que “el bien y los buenos hombres terminan por obtener su recompensa y resuelven sus problemas”. La realidad, como podemos ver en el capitalismo mexicano, es muy distinta; en su modalidad neoliberal, el capitalismo ha hundido en la pobreza a cada vez más mexicanos. Cada vez hay más hambre, se agudiza el desempleo y aumenta la falta de atención médica de calidad, la educación empeora. Hay, sin duda, buenas y convincentes actuaciones de los protagonistas de esta historia.


Escrito por Cousteau

COLUMNISTA


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