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Seguramente que existen definiciones precisas de “unipolar” y “multipolar” por parte de los expertos en geopolítica, pero yo daré mi interpretación, tratando de hacerme entender. Esos conceptos se refieren a la dominación económica e ideológica del mundo. “Unipolar” sería entonces la dominación absoluta de un solo país o grupo de países, de una sola economía y de una sola ideología, mientras que “multipolar” se referiría al hecho de que se conquiste que en el mundo existan varios modos de producir los satisfactores que necesita el hombre y varias formas de concebir y organizar a la sociedad; derechos iguales para todos los seres humanos.
Casi al término de la Segunda Guerra Mundial surgió el mundo bipolar. Se aceptaría la existencia de dos modos de producción y, consecuentemente, dos formas de concebir a la sociedad y de organizarla. Entre el cuatro y el 11 de febrero de 1944, se reunieron en la ciudad de Yalta, o sea, en Rusia, los dirigentes de los aliados, José Stalin de Rusia, Winston Churchill del Reino Unido y Franklin D. Roosevelt de Estados Unidos (EE. UU.), a tratar la nueva conformación del mundo pues, durante la Segunda Guerra Mundial, los nazis alemanes habían invadido numerosos países, habían derrocado a sus gobiernos y les habían impuesto su dominación; bien puede decirse que los países de antes de la guerra ya no existían.
Los representantes de los países occidentales, EE. UU. e Inglaterra, tuvieron que aceptar el hecho evidente de que la Unión Soviética y su Ejército Rojo habían ganado la guerra casi sin su ayuda. A la Unión Soviética la atacaron y la invadieron las dos terceras partes del ejército alemán y le causaron 27 millones de muertos. La URSS tuvo que esperar tres años a que sus “aliados” occidentales se decidieran a abrir un segundo frente de ataque a los alemanes por el oeste y esos “aliados” solo lo hicieron cuando se dieron cuenta de que el Ejército Rojo había logrado detener el avance alemán y se encaminaba a entrar a Alemania y tomar Berlín.
En Europa oriental hay ahora gente que por sí o porque les paga EE. UU., ya no quieren que la gente se acuerde de que el Ejército Rojo entró a liberar numerosas ciudades y capitales de esa región de Europa, Varsovia, Budapest, Viena, Praga, entre muchas otras. Ya no se quieren acordar que fue un soldado del Ejército Rojo el que abrió la puerta e inició la liberación de los presos en Auschwitz III, una de las unidades del espantoso complejo de campos de concentración conocidos genéricamente como Auschwitz. Tampoco quieren que se les recuerde que Georgy Zhukov, el general soviético más importante de la Segunda Guerra Mundial, recorrió caminando la Berlín vencida y derrotada mucho antes que ningún general aliado. La victoria del Ejército Rojo y su aportación a la liberación, ya no solo de los ciudadanos de la URSS, sino de millones de europeos y judíos, pues, tuvo que ser reconocida. Por eso, Roosevelt y Churchill aceptaron acuerdos e hicieron compromisos para garantizar la seguridad y la existencia de la URSS. Surgió el mundo bipolar.
En los hechos, no obstante, nunca se le dejó existir en paz. Largo sería enumerar todos los ataques de todo tipo que sufrieron la URSS y los países socialistas que surgieron de la Segunda Guerra Mundial. Y aunque los ataques se iniciaron en 1918, a pocos meses de la Revolución de Octubre de 1917, algunas gentes consideran que la llamada Guerra Fría comenzó en 1947 con el artículo que publicó George Kennan en la revista Foreign Affairs, llamando abiertamente a contener a la URSS. G. Kennan y otros geopolíticos norteamericanos ya habían elaborado un modelo de configuración de zonas globales que conduciría a la dominación de Rusia.
Rusia se defendió, apoyó a la Revolución China, apoyó a los revolucionarios de Corea que enfrentaban a EE. UU. en esa península y apoyó a la Revolución Cubana. Pero la guerra ideológica, apoyada en la televisión y la radio que llegaban a todo el mundo, comenzó a hacer estragos. Nikita Krushchov pronunció un informe dizque secreto en el año de 1956, en el XX Congreso del PCUS, supuestamente para denunciar los crímenes de Stalin pero, en realidad, para afirmar su poder, ya que ese informe en nada cambió la vida cotidiana de los ciudadanos soviéticos pero sí fue muy útil para impulsar y enardecer la campaña de los países occidentales contra el socialismo. El informe también nutrió a los disidentes de Europa oriental, la URSS y el mundo entero, todos ellos abierta o secretamente partidarios del capital.
El fallecido Mijaíl Gorbachov llegó al poder en la URSS y, en solo seis años, logró lo que en más de 80 años no había logrado el imperialismo: la disolución de la URSS y una severa amenaza de fragmentación de Rusia. Las reformas que emprendió Gorbachov culminaron en 1991 con una capitulación unilateral en la que un sistema completo acabó desmoronándose y dejando en el mundo un gran vacío de poder que ocupó Occidente. Así se explica que la muerte de Mijaíl Gorbachov haya desatado en Occidente “una avalancha de homenajes”.
La Unión Soviética dejó de existir el ocho de diciembre de 1991 como consecuencia del contubernio entre tres presidentes de repúblicas soviéticas que firmaron un convenio en una apartada región de Bielorrusia. Ahí estaba Mijaíl Gorbachov. Hoy se sabe que, en marzo de ese mismo año, la población de la URSS, 148 millones de los 185 con derecho a voto, había participado en un referéndum sobre el mantenimiento de una URSS renovada, en el que el “sí” obtuvo el 76 por ciento de la votación.
Los soviéticos no se equivocaban, detrás del canto de las sirenas de los disidentes locales y extranjeros, detrás de la pavorosa campaña contra el marxismo y el socialismo, asomaba la oreja la feroz explotación del hombre por el hombre. En 1992, la inflación ya era del dos mil 500 por ciento; en 1993, de mil por ciento; y en 1994, de 315 por ciento; el dólar, que en 1990 se compraba en seis rublos, pasó a 120 rublos en mayo de 1992 y a 500 en enero de 1993. En 1993, los trabajadores de la industria solo recibieron, en promedio, el 58 por ciento de sus salarios; los de la construcción, el 74 por ciento; y los de la agricultura, el 67 por ciento; el consumo promedio de los principales alimentos básicos cayó entre un 30 y un 40 por ciento desde 1990 hasta 1994. Para resumir, un solo dato brutal: la esperanza de vida cayó 10 años, a 57 años de vida para los hombres. Mijaíl Gorbachov fue un traidor o un aprendiz de brujo.
Pero los pueblos no se han resignado a vivir en un mundo unipolar. Varios países, como China y Rusia misma (que se ha estado recuperando de los destrozos de Gorbachov y de Yeltsin), han seguido creciendo y progresando y desafían la furia de la metrópoli norteamericana que pretende seguir explotando y dictando pensamientos y conductas; China y Rusia se han agrupado ahora en un gran movimiento mundial en favor del multilateralismo, es decir, por el derecho universal a existir y mejorar sus niveles de vida en el planeta que nos pertenece a todos.
Aludo al respecto al discurso de Vladimir Putin en Múnich en 2007; ahí dijo: “para el mundo contemporáneo, el modelo unipolar no es solamente inaceptable, sino completamente imposible… todo el sistema de derechos de un país, en primer lugar, por supuesto, de EE. UU., traspasó sus fronteras nacionales hacia todos los países: en economía, en política y en la esfera humanitaria se impone a sí mismo sobre otros gobiernos… con una mano se entrega la ayuda de caridad, pero con la otra, no solo se mantiene el atraso económico, sino también se extrae un beneficio” (como sucede en la actualidad en México).
Ahora que Rusia se defiende de la peligrosísima amenaza a su existencia por parte de EE. UU. y la OTAN, que usan a los ucranianos como carne de cañón y a los europeos como solidarios a fortiori, queda claro que el mundo se encamina a un nuevo modelo multipolar en el que todos los pueblos de la tierra tengan los mismos derechos y las mismas obligaciones; se encamina seriamente hacia el fin de las odiosas hegemonías. Nosotros, afrontando la represión y las calumnias, también luchamos y avanzamos con decisión inquebrantable hacia un mundo más justo y más equitativo.
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Escrito por Omar Carreón Abud
Ingeniero Agrónomo por la Universidad Autónoma Chapingo y luchador social. Autor del libro "Reivindicar la verdad".