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El presidente Lázaro Cárdenas creó hace 70 años, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) para que se dedicara a investigar, conservar y difundir el patrimonio arqueológico, antropológico, histórico y paleontológico de la nación para fortalecer el conocimiento y las raíces de los mexicanos. La labor que desde entonces ha hecho el INAH es nutrida, pues tiene a su cargo 162 museos, 53 mil zonas arqueológicas –muchas encontradas por él– 110 mil monumentos históricos de los Siglos XVI-XIX, así como tres instituciones de educación superior.
A pesar de que la investigación y el cuidado de estos emplazamientos corren a su cargo, y de lo mucho que ha aportado al desarrollo de los valores históricos nacionales, hoy el INAH se encuentra a la deriva. Con el recorte del 75 por ciento al presupuesto de distintas instituciones ordenado por el Presidente de la República, fiel a su principio de austeridad, lo pasó a afectar. La reacción de los directivos y de la Secretaría de Cultura fue nula, por lo que los investigadores salieron a pedir que se hiciera una excepción, pues si no cuentan con ese porcentaje, los proyectos académicos en marcha, los museos y las escuelas a su cargo quedarían sin recursos, con lo que la institución entraría en crisis económica, ya que sus propios ingresos han disminuido debido al cierre de lugares públicos provocado por la pandemia del Covid-19.
La situación por la que atraviesan los museos y sitios arqueológicos del INAH y las universidades públicas es sumamente grave, ya que dependen del presupuesto federal. Pero su caso no es único, ya que la política de austeridad del Gobierno actual afecta a todos los organismos encargados de la producción y difusión de la cultura en nuestro país. El caso más reciente fue el intento de eliminar el Fondo de Inversión y Estímulos al Cine (Fidecine).
La solución a los problemas de corrupción o la búsqueda de un mejor aprovechamiento de los recursos públicos en estas instituciones no son los recortes, ni mucho menos dejarlos sin dinero, porque ello limita demasiado sus actividades. Además, esta actitud evidencia que las promesas de apoyar a la cultura y el arte nacionales fueron solo demagogia, ya que entre lo dicho en 2018 y lo hecho ahora hay mucho trecho. Se recorta mucho y se apoya muy poco.
Estas acciones exhiben también la incongruencia del discurso populista de la Cuarta Transformación (4T), pues mientras en la tribuna pública se ensalzan el pasado de nuestro país y las vestimentas típicas, se pregonan rituales ancestrales y se aclama la creación artística mexicana para ganar simpatías electorales, nada sustantivo se hace para respaldar los proyectos de investigación encargados de rescatar y difundir las expresiones culturales.
Es correcta la actitud de los investigadores del INAH y los artistas que salen a protestar contra los recortes y la falta de apoyo al arte y la cultura nacionales. Si ellos no lo hacen, ¿quién o quiénes tienen que hacerlo? Sin duda, todos los ciudadanos, que también son afectados por la política de austeridad. Por ello y a la vista del poco efecto que esas manifestaciones han tenido frente un gobierno que no está dispuesto a rectificar, la mejor alternativa para los artistas e investigadores está en que unan sus voces a las de los campesinos, obreros y estudiantes que también fueron olvidados por la 4T. Solo así, unidos como la roca, es posible llegar a los oídos sordos del Gobierno Federal.
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Escrito por Jenny Acosta
Maestra en Filosofía por la Universidad Autónoma Metropolitana.