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El encargado de Materiales Educativos de la Secretaría de Educación Pública (SEP), Marx Arriaga, en cuyo caso se prueba que los nombres no hacen hombres, aseguró: “leer por el hecho mismo de leer es un acto consumista; es decir, el que lee sin un propósito social es realmente un consumidor ramplón”. Orgulloso debería estar el Presidente, pues, en su diatriba, Arriaga usó el mismo tono del discurso presidencial: algunos brochazos de verdad que envuelven mentiras aberrantes, frases descontextualizadas, contaminadas de grosera “hiperbolización”, que buscan un discurso radical y “polarizante”; pero que, contrastado con la luz de los hechos, parecen una vil tomada de pelo, una burla cínica. Veamos.
¿Cuál es la base para promover exitosamente los hábitos de lectura en una sociedad? Este hábito está directamente relacionado con el nivel educativo y cultural de un país. Nunca habrá una sociedad ignorante con muchos lectores. Si nosotros tenemos malos hábitos de lectura, es porque nuestro nivel educativo tiene varias deficiencias.
Ahora bien, los impulsos para promover la lectura serán infructuosos si no hay un esfuerzo adjunto para elevar la calidad educativa en general. Es notable que haya libros a bajo costo o gratuitos; pero sin una población educada, esto no tiene sentido. En China abren una biblioteca pública cada dos días; eso está relacionado con el hecho de que este país ocupa los primeros lugares en la prueba PISA en relación con la lectura y las habilidades matemáticas. Este esfuerzo no es de ayer, sino que procede de un viejo plan de gobierno que tiene el objetivo de sacar de la pobreza a millones de chinos con base en la educación. La inversión educativa no es menor: el 12.6 por ciento de su Producto Interno Bruto (PIB) (https://datosmacro.expansion.com/estado/gasto/china).
En contraste, el gobierno de la “Cuarta Transformación” (4T) inauguró su política educativa borrando de tajo las escuelas de tiempo completo; en 2020 recortó el 11 por ciento del presupuesto para educación básica; en 2021 desaparecerán al menos 13 programas que atendían a sectores vulnerables de la población estudiantil, así como la capacitación de docentes; y fue recortado el 95 por ciento del presupuesto a las escuelas normales, lo que implica un golpe mortal para su existencia. Por ello, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) anunció que el rezago educativo aumentó en 2020 y que tres de cada 10 mexicanos tienen inconclusa su educación básica.
No hay una revolución educativa, entre otras cosas, porque la economía nacional, desde antes de la pandemia, descendía. Arriaga, si profesa el marxismo como insinúa, debe tener por principio elemental que la elevación cultural de un pueblo depende, en buena medida, del desarrollo de las condiciones económicas. Hoy, en México, hay más pobres: cuatro millones más en relación con 2018. Hoy son 55.7 millones de pobres, según el Coneval, en pobreza extrema se hallan 10.8 millones; y las personas con insuficiencia alimentaria son 28.6 millones, o sea 1.1 millón más con respecto a 2018. En síntesis: no hay un combate a la pobreza. Los programas sociales son chascos de políticas públicas.
¿Qué programa de divulgación masiva de hábitos de lectura puede ser exitoso sin un combate efectivo de la pobreza? Ahora bien, si el reproche de este amigo de Beatriz Gutiérrez Müller es que la lectura se concentra en gente de clase media, que goza como consumista de estética literaria, el delito no está en ellos –antes bien hacen que la industria editorial no languidezca– sino en los que incrementan la miseria, el obstáculo fundamental para el aculturamiento de los pueblos.
Con todo, este discurso muestra palmariamente la misma absurda aversión presidencial a la población educada. ¿Cómo pretenden generar la cooperación de estos sectores para difundir masivamente la cultura, si estigmatizan y hostilizan a los profesionales y artistas? El escritor Jorge F. Hernández, otrora agregado cultural de México en España, ironizó, en su columna, sobre lo dicho por aquel funcionario. A pocos días, le pidieron su renuncia. La Secretaría de Relaciones Exteriores atribuyó su decisión a “comportamientos poco dignos”. Sin duda, los discursos más radicales del Movimiento Regeneración Nacional esconden las más burdas inconsecuencias. Actúan como “cortina de humo” para engañar a incautos y ocultar su verdadera política conservadora y antipopular.
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Escrito por Marco Antonio Aquiáhuatl
Columnista