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La primera planta eléctrica fue instalada en México por una de las compañías extranjeras que empezaron a desarrollar esta industria. Al principio, solo abastecieron a las zonas urbanas, pues les hubiera resultado muy costoso invertir en la infraestructura necesaria para llevar electricidad a los hogares e industrias alejadas de las áreas conurbadas. Así ocurrió hasta antes de los años 60, cuando el entonces Presidente Adolfo López Mateos (1958-1962) “mexicanizó” la industria eléctrica. En el contexto del triunfo de la Revolución Cubana y en plena Guerra Fría, el Presidente usó cautelosamente el concepto “mexicanización” para no hablar de expropiación o nacionalización, ya que había mucha tensión internacional. Esto fue muy importante.
La Comisión Federal de Electricidad (CFE) tuvo el objetivo de llevar electricidad a las zonas donde el libre mercado no estaba dispuesto a entrar. Actualmente, la tarea de la CFE es “el desarrollo de actividades empresariales, económicas, industriales y comerciales en términos de su objeto, generando valor económico y rentabilidad para el Estado Mexicano como su propietario”. Es decir, pone énfasis en generar ingresos al Estado con la venta del servicio eléctrico y no prioriza en que el servicio cubra todo el país.
Por su condición de monopolio estatal, la CFE es blanco constante del libre mercado. Por ello, la reforma energética anterior promovió la competencia interna con el pretexto de que la CFE resulta altamente contaminante y opera a costos muy altos. Para producir electricidad, hay diferentes tecnologías, pero la mayoría utilizan turbinas que, para generar electricidad, utilizan el movimiento del agua, el calentamiento de ésta hasta convertirla en vapor; o la fuerza del viento. Para calentar el agua, se recurre al gas natural, el carbón o el combustóleo; estos dos últimos son los combustibles que más contaminan el medio ambiente y los más costosos porque sus precios, aun siendo baratos, no compiten con los costos de producción de las energías renovables.
La nueva Ley de la Industria Eléctrica (LIE) da prioridad a la electricidad que produce la CFE para que utilice mejor su capacidad instalada, que en su mayoría está conformada con plantas que consumen combustibles fósiles, precisamente los que resultan más costosos y contaminantes. El presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) usa el concepto soberanía energética cuando defiende la LIE, pero si realmente le interesara este objetivo, debería invertir más, por ejemplo, en mejorar los sistemas de generación y transmisión de energía, así como en hacer más eficientes el sistema de consumo eléctrico en todos los hogares de la República. Es decir, implicaría que la CFE usara sus ganancias en invertir en infraestructura y reducir las aportaciones del Estado.
Pero en lugar de ello, la reforma energética de AMLO provoca que los ingresos del Estado se destinen a financiar el incremento en los costos de producción de la CFE, los cuales se habían reducido sustancialmente con el uso de las energías renovables. Pero estas consecuencias no le importan al Presidente porque su objetivo es que la paraestatal recupere su poder monopólico. La recaudación es, entonces, el tema central en la discusión de la LIE y no la soberanía energética, como se pretende mostrar.
AMLO está muy lejos de parecerse a López Mateos en materia energética, porque mientras éste logró la electrificación de México cuidando las formas políticas para evitar problemas con el exterior, aquél solo ha logrado poner en alerta a la plutocracia mundial, al no cumplir con los tratados comerciales suscritos por México y el compromiso del Estado nacional de luchar contra el calentamiento global mediante la promoción de energías renovables.
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Escrito por Redacción