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El ansia de “sangre azul” de la oligarquía mexicana del Siglo XX
En una de las páginas de la novela Casi el paraíso (incorporada en la Segunda Serie de Lecturas Mexicanas de la SEP en 1986) Spota incluye una escena en la que Alonso Rondia, el aspirante a suegro del Príncipe Ugo Conti, es descrito despiadadamente como un hombre servil, ignorante y estúpido que pese a su condición de multimillonario desea “ennoblecer su linaje” y en obra de ello se humilla ante quien en realidad es un vividor profesional que intenta “cazar” su fortuna:
“Para Alonso Rondia ésa era la noche más extraordinaria de su vida. Poco después de mandar a Carmen a invitar al Príncipe recibió una llamada de la Presidencia de la República. El Presidente quiere verlo hoy, le habían dicho. En circunstancias normales Rondia hubiese cancelado todos sus compromisos, por más importantes que fuesen, para atender el llamado. Pero ésta era una noche especial: Ugo Conti, noble de sangre azul, iría a cenar a su casa y él no podía ni quería excusarse. Diga usted al Señor Presidente, había respondido al que hablaba, que me dispense por no ir y que mañana le explicaré. Él comprenderá….
“Adolfo –indicó al chofer– entre por la puerta de atrás…
“La charolada limusina tomó por el caminito que conducía a la entrada particular de la mansión. Ugo Conti, sentado junto a Rondia, vio de soslayo una casa gigantesca con todas sus ventanas iluminadas, más de un centenar de automóviles que rivalizando entre sí por su tamaño y marca se apiñaban en el jardín y en las calles adyacentes; también una muchedumbre de curiosos llenos de ansia por saber si era un artista de cine a quien esa noche agasajaban.
“Rondia fue el primero en bajar:
“–Por aquí Príncipe, haga el favor.
“Ugo fue remolcado por Rondia a una pequeña sala con muros cubiertos de finísima caoba. Frente al Príncipe había dos mujeres, una bajita, gorda, prolijamente vestida, con joyas en el cuello, en las orejas, en el pecho, en el vestido y en las manos; la otra, muy joven, morena y fresca.
“–Alteza… –Rondia respiró hondo– Alteza, ésta es mi familia.
“–Es un honor –Ugo inclinó la cabeza.
“–Mi esposa … mi hija Teresa”.
“La mujer bajita, avanzó impulsivamente hacia Ugo, se paró ante él, hizo una profunda genuflexión y tomando la mano del Príncipe la besó.
“–¡Majestad, majestad!”– fue lo único que alcanzó a decir. Ugo Conti le regaló una sonrisa cordial…”.
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Escrito por Ángel Trejo Raygadas
Periodista cultural