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Los datos sobre la pobreza en México, difundidos en estos días, nos llevan necesariamente a esta reflexión. El grave problema nacional afecta ya a 55.7 millones de personas, según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval). Aunque en palabras de muchos analistas, entre ellos Julio Boltvinik, especialista en temas de pobreza, tal cifra queda corta, porque el número real de pobres es de 96 millones, con la misma metodología del Coneval. Es decir, casi el 80 por ciento de la población mexicana se encuentra atrapada en la pobreza. El escenario podría ser peor si no se contara con las remesas que los trabajadores mexicanos envían a sus familias desde el exterior y que, por cierto, este año se estima que alcanzarán una cifra histórica: 49 mil millones de dólares (mdd). Estos envíos benefician a 10 millones de familias y, de acuerdo con datos oficiales, son la primera fuente de ingresos para esas familias; y su monto ocupa el segundo lugar tras la aportación de la industria automotriz que, en 2020, generó 70 mil 880 mdd. Las remesas representan el 3. 8 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) y superan tres veces los recursos que el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) destina a sus dichosos programas asistenciales.
Pero, por lo visto, algo pasa en México, porque ni los programas sociales, ni las remesas detienen el avance estrepitoso de la pobreza. Ésta se ha convertido en una trampa de la que parece imposible salir. Un engaño de la pobreza es un mecanismo en el que los individuos están perpetuamente atrapados en bajos niveles de desarrollo. Según la definición de Azariadis et al, una trampa de pobreza es un círculo vicioso donde la pobreza actual causa la pobreza futura. El Presidente lanza vítores a sus programas asistenciales, celebra doblemente las remesas y hace algunos días llamó héroes a los migrantes porque envían dinero a sus familias. Pero veamos bien las cosas. Los programas asistenciales siempre han existido, pero a decir del Instituto de Estudios sobre Desigualdad (IED), en 2016 llegaban al 61 por ciento de los hogares más pobres y ahora, cuando hay un “gobierno de los pobres”, solo llegan el 35 por ciento de los pobres, algo que resulta hasta grotesco. Es decir, esos recursos del gobierno ni siquiera son canalizados hacia los mexicanos con los deciles de ingreso más bajos, como tanto pregona el circo mañanero.
Por lo que respecta a las remesas, solo hay que aclarar que éstas no son un logro del gobierno; y es vergonzoso que su titular las use como tal, porque representan el fruto de una enorme cantidad de dolor humano, hogares rotos y trabajo sobreexplotado. Quienes emigran a Estados Unidos (EE. UU.), lo hacen porque en México no encuentran trabajo y aquí los salarios son insultantemente bajos. Si las remesas han aumentado pese al Covid-19, se debe a que los migrantes tienen más sensibilidad que un gobierno de cuarta. Al saber que sus familias sufren como nunca en México por el descontrol de la pandemia, los trabajadores en el exterior no han dudado en gastar sus ahorros o compartir con sus familiares los subsidios que reciben del gobierno estadounidense.
Para Forbes, en México, la gente todavía depende de los programas sociales, y éstos los han convertido en rehenes de los gobiernos en turno, cuyos dirigentes juegan con sus necesidades; y así han pasado décadas. Las personas caen cada vez con mayor profundidad en la trampa de la pobreza. Se insiste en que ésta se debe a la poca educación, a que no hay acceso a la salud y a la inexistencia de fuentes de ingreso, pero su raíz se encuentra en la injusta distribución de la riqueza. Por ello, ni los profesionistas se salvan del desempleo, pues se contabilizan más de nueve millones con ese nivel de educación ubicado en la pobreza.
Estando así las cosas, nos conviene dejar de creer en sueños guajiros de que para salir de la pobreza basta con que el individuo se decida y le eche ganas. Esto no sucede así. Los mexicanos tampoco deben creer los cuentos de los influencers y charlatanes que pregonan que el problema reside en que en la escuela se enseña a los hijos de los pobres a ser empleados y no empleadores. Nada de esto es cierto. La pobreza que nos devora es inherente al sistema económico. El capitalismo funciona concentrando la riqueza en pocas manos. Para salir de la trampa de la pobreza, los pobres deben educarse y organizarse con urgencia, pues solo así podrán exigir un mundo más justo. De no hacerlo, vendrán cosas peores que el gobierno de la “Cuarta Transformación”.
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Escrito por Capitán Nemo
COLUMNISTA