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ATENEA
La cinta nos muestra cómo Francia está llena de pobreza y marginación social, pues millones de inmigrantes y sus descendientes conforman un tejido social marcado por una profunda desigualdad social, racismo, etc.
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El cine político de Costa Gavras siempre fue polémico, porque oscilaba entre la crítica y la denuncia de las dictaduras militares, la participación de Estados Unidos en los golpes de Estado en América Latina y otras partes del mundo, las torturas y las arbitrariedades de la CIA, etcétera, y la crítica al socialismo soviético –al estalinismo en particular–. En ese sentido, Costa Gavras nunca se definió claramente por una posición firme y comprometida con las sociedades que dejaron el capitalismo para buscar una mejor distribución de la riqueza social (fue, como se decía hace ya varias décadas, un “francotirador” político).

A propósito del estallido de manifestaciones de protesta en Francia por la decisión del presidente de ese país, Emmanuel Macron, de elevar la edad para la jubilación de los trabajadores galos de 62 a 64 años, es oportuno comentar un singular filme: se trata de Atenea (2022), del realizador francés Romain Gavras, hijo de Costa Gavras.

Atenea narra los disturbios que provoca la muerte de un niño de origen argelino, supuestamente a manos de la policía parisina. En el barrio Atenea se desarrolla una verdadera revuelta popular en la que están relacionados cuatro hermanos. La cinta nos muestra como Francia, a pesar de ser superpotencia económica, está llena de pobreza y de marginación social, pues millones de inmigrantes y sus descendientes nacidos en aquel país (sobre todo los originarios del norte de África y los subsaharianos) conforman un tejido social marcado por una profunda desigualdad social, por el desprecio hacia ellos, por el racismo, lo que genera un ambiente lleno de resentimiento e indignación generalizada entre los inmigrantes y sus descendientes.

El menor de los hermanos es Idir (Mohamed Amri) de once años, quien es asesinado por la policía; Abdel (Dalí Bensalah) trabaja en el ejército francés; Karim (Sami Slimani) es la cabeza de la revuelta popular en el barrio Atenea; y Moktar (Ouassini Embarek), es narcotraficante y sólo ve por sus propios intereses. En el encontronazo entre los amotinados y la policía parisina, el policía Jerome (Anthony Majon) se infiltra en la base desde la que se despliegan los ataques de los inconformes; pero es descubierto tomado como rehén. Karim es asesinado por la policía cuando los tripulantes de un helicóptero logran ubicarlo y le disparan, provocando que estalle en las manos de Karim una bomba molotov. Abdel intenta evitar que los pobladores sufran las consecuencias de la brutal represión policial y busca la forma de evacuar a niños, mujeres y ancianos. Abdel mata a golpes a su hermano Moktar al ver que solamente le importa salvar su pellejo utilizando como salvoconducto a Jerome.

Otro personaje importante de la narración de Romain Gavras es Sebastien (Alexis Manenti), un terrorista altamente peligroso que representa a las fuerzas más irracionales de cualquier movimiento social y quien provoca una potente explosión en el edificio que ocupan los rebeldes. Al final de la cinta Abdel muere en esa explosión.

En Atenea, Romain Gavras hace un despliegue muy efectivo de recursos técnicos que obligan al espectador a mantenerse enganchado en todo momento y, además, le dan un poderoso realismo que raya en lo virtuoso desde el punto de vista fotográfico; Gavras no recurre a los efectos especiales, a los que sustituye por recursos que van desde grúas telescópicas y camiones adaptados para realizar planos muy espectaculares, hasta cámaras especiales instaladas en drones, lo que redunda en una cinta muy bien lograda visualmente.

Sin embargo, Gavras no hace de este despliegue técnico un instrumento para dar aliento a las masas explotadas; se queda en una historia más bien emparentada con el cine negro (en la que reina, al final, cierto desaliento, dado que el movimiento rebelde fracasa). En lo personal pienso que el movimiento de los obreros franceses es un gran ejemplo para el proletariado de todo el mundo, pues ante el recrudecimiento de la explotación hacia los trabajadores con el decreto de Macron, la clase obrera francesa nos recuerda aquella sentencia de Carlos Marx que dice que en Francia la lucha de clases históricamente se ha manifestado hasta sus últimas consecuencias (en clara referencia a la Revolución Francesa del Siglo XVIII y a la Comuna de París.


Escrito por Cousteau

COLUMNISTA


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