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En su libro Guía de los perplejos, el médico y teólogo judío sefardita Moisés ben Maimón (Córdoba, España, 1135-El Cairo, Egipto 1204), también conocido como Maimónides y Abú Amrán Ibn Allah en árabe, escribió que el acrónimo Jehová no representa un nombre sino la frase de respuesta que el dios hebreo otorgó a Moisés en el monte Sinaí: yod he vav he: “soy el que soy” (YVHE). Por ello Jehová es una nomenclatura distinta a la de otras divinidades que deben su denominación a acciones humanas o a atributos físicos. Con esta distinción, Maimónedes enfatiza no solo la “unicidad” de su dios, sino además impone a sus creyentes la obligación de buscarle pseudónimos para aludirlo porque no puede ni debe nombrársele.
Sin embargo, esta deidad suprema, posteriormente adoptada por la religión cristiana –la cual posee el mayor número de fieles en el mundo después del Islam– generó cerca de 30 nombres en otras tantas lenguas de Europa y varios países del Medio Oriente, según una lista publicada en los años 40 del siglo pasado por la revista Babel (Buenos Aires, 1921-Santiago de Chile, 1951). De acuerdo a esta nómina –subtitulada Algunos nombres de Dios en 100 lenguas diferentes– el nombre de Dios en alemán es gott, en polaco got; en holandés, belga e inglés god; en danés, noruego, sueco y finlandés gud. En lenguas latinas predomina el término deus, cuya más lejana raíz es deva (India) y la más cercana el indoeuropeo dhes: en castellano es dios, en catalán deu, en portugués y sardo deus; en francés dieu, en bretón deuse, en corso dio, en italiano iddio, en provenzal dieu, en letón dieva, en lituano dievas, en irlandés día, en galés duw, en griego theo y en rumano deis.
En África hay 17 dioses con nombres propios de las lenguas originales y desde luego muy distintos al de Allah, la divinidad del Islam, cuya presencia en Medio Oriente y buena parte de Asia resulta ser la más vasta y dominante; y el del dios cristiano que el colonialismo inglés, portugués y francés impuso en otras naciones de ese continente. En el llamado Extremo Oriente se localizaron 15 nombres en grandes naciones como China, Japón e India, donde las creencias predominantes están repartidas entre las deidades sheng di, kami y deva, respectivamente. En el idioma ruso, con predominio del cristianismo ortodoxo, la divinidad suprema es denominada bog, aunque en su extenso territorio –el más grande en el orbe– existen múltiples grupos étnicos eslavos que tienen tanto filiación religiosa musulmana como originales o indígenas.
Esto mismo ocurre en Oceanía (Australia y Nueva Zelanda, países cristianos) y gran parte de América Latina, donde la mayoría de los dioses prehispánicos se mezclaron con vírgenes y santos cristianos. El ejemplo más famoso de sincretismo religioso latinoamericano se halla en la imagen de la Virgen de Guadalupe, cuya primera versión surgió en Medellín, Extremadura, España –población natal de Hernán Cortés– y desde la tercera década del Siglo XVI apareció asociada a la diosa nahua Tonantzin.
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Escrito por Ángel Trejo Raygadas
Periodista cultural