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El pueblo de Chimalhuacán debe muchísimo a los Mártires del 18 de agosto del año 2000: su transformación radical. Hay que decirlo fuerte: sin su sacrificio, sin la entrega de su vida a la causa de los chimalhuacanos, el municipio no sería lo que es hoy. Diez mexicanos entregaron su vida porque creyeron que un Chimalhuacán mejor era posible y su sueño se cumplió, aunque lamentablemente no tuvieran oportunidad de verlo. Un cambio profundo logrado después de sortear los feroces disparos de los lobos que causaron la muerte de nuestros compañeros. #TeCumplimosChimal, hoy podemos decirle al pueblo de México que tal sacrificio no fue en vano y que su memoria debe ser defendida en todo momento y por siempre por el pueblo de Chimalhuacán. Minimizar, ocultar o mancillar su recuerdo representaría una falta grave y un desconocimiento absoluto de la historia.
Conocí personalmente a Marco Antonio Sosa Balderas, Marquitos, como le decíamos. Fue un joven entusiasta, emprendedor. Salió de Tehuacán, Puebla, su tierra natal, para estudiar en la Universidad Autónoma Chapingo (UACh). Con el tiempo, se convenció de la causa de Antorcha y entregó voluntariamente su vida a este movimiento. Marcos sabía que luchar a favor de los pobres de México implicaba riesgos, dolorosos sacrificios, que uno no tiene comprada la vida y que, en la defensa de los intereses de los desprotegidos, se le arriesga día con día. Entregó su vida a una causa suprema y, como hemos dicho, su sacrificio no fue en vano.
Conocí a Federico López Caballero gestionando un bachillerato para su pueblo. Quería el progreso de su gente, su comunidad y con el Movimiento Antorchista logró su sueño y hoy la preparatoria Nezahualcóyotl ha hecho sonreír a muchos jóvenes; pues gracias a ella, hoy cuentan con carrera universitaria. Ese hombre solidario que luchó por el bien de su comunidad, lo hizo también por el pueblo de Chimalhuacán y ahí entregó su vida, consciente de que un porvenir mejor era posible y aunque no pudo verlo, nuestros ojos son testigos del progreso.
Don Crescencio Sánchez Damián era un colono humilde que creyó también en el proyecto de Antorcha y pasó a la historia por una conmovedora fotografía, donde se le ve muerto con la bandera de Antorcha bien asida en una mano. Fue así como se convirtió en un mártir ejemplar, en un grande para la causa de Chimalhuacán. Por eso, su nombre está grabado junto al de los demás mártires en los anales del municipio.
José Guadalupe Martínez, Lupillo, como le decíamos, tenía carácter afable. Se enroló en las filas de Antorcha en Michoacán y, como los michoacanos aguerridos y buenos, entregó su vida por el proyecto del Nuevo Chimalhuacán. Una bala disparada por los asesinos fusiles de la ambición apagó la luz de sus ojos, pero nació el fuego nuevo: un Chimalhuacán de progreso, una ciudad moderna. Todavía recuerdo el llanto de su pequeña hija y el dolor que sentí al verla sufrir la muerte de su padre cuando hice guardia a un costado del féretro de Lupillo en el funeral colectivo que Antorcha organizó a los Mártires, cuya guía y liderazgo municipal se hallaban en manos del biólogo Jesús Tolentino Román Bojórquez, bien aconsejado por nuestro dirigente nacional el ingeniero Aquiles Córdova Morán.
Armando Santana Rodríguez estaba convencido de la lucha social en la que participaba; pero no esperaba la ferocidad de los lobos, encabezados por Guadalupe Buendía; una bala lo mató en su primera juventud. Tenía apenas 18 años cuando perdió la vida; su sacrificio, sin embargo, no fue en vano.
El maestro Ricardo Calva Reyes era un excelente basquetbolista; jovial y trabajador, estaba dispuesto a dar la batalla por un México mejor. Defendió valientemente la causa de Antorcha hasta que una bala enemiga le arrebató la vida. Soñaba con un Chimalhuacán mejor y este sueño se logró gracias también a su sacrificio.
Días antes del 18 de agosto, Faustino Pérez me invitó a conocer su puesto de ropa en el mercado de Santa Elena. Era un hombre afable y convencido del proyecto Nuevo Chimalhuacán; perteneció a la Unión de Mercados de Narciso Hinojosa; la muerte lo alcanzó con las balas del egoísmo de los enemigos del progreso.
Rogelio Martínez, doña Carmen Carreón y Macario Hernández sufrieron la misma suerte. Murieron por el bien de los demás, porque confiaron en que construiríamos un nuevo Chimalhuacán y cumplimos.
Compañeros mártires, su sacrificio no fue en vano. Podemos entregarles buenas cuentas; y en 21 años de trabajo entregamos al pueblo de Chimalhuacán un poderoso municipio que surgió de las entrañas de la basura. Por eso, el pueblo debe reconocer, en cada obra, la mano de los Mártires del 18 de agosto. No pueden entenderse el Guerrero Chimalli, las calles pavimentadas, la plaza Tlacaélel, el Mexibus, el planetario, los pozos de agua potable, el auditorio Acolmixtli, las albercas recreativas, el aviario, el lago artificial, las guarniciones, las banquetas, la seguridad pública, etc., sin el sacrificio de los Mártires del 18 de agosto. Derramaron su sangre con las balas asesinas de los lobos; pero con ella sembraron la semilla del progreso y hoy se los podemos demostrar. No hay duda de ello.
Por eso, el pueblo chimalhuacano, que ha decidido cambiar de opción política en el municipio, no debe mancillar la memoria de los caídos y debe recordar siempre su sacrificio; pues a ellos hay que agradecer nada menos que el Chimalhuacán de progreso que hoy existe. Por eso debemos defender las obras que derivaron de su sacrificio y el mejor homenaje que podemos brindarles es defender lo alcanzado, continuar con la unidad del pueblo y luchar contra la manipulación de la que hoy son víctimas los pueblos de Chimalhuacán y México. Que no quede duda: el antorchismo del Estado de México y de la nación está dispuesto a defender con unidad y toda su fuerza la obra de los Mártires del 18 de agosto. Que no quede duda: si alguien se atreve a mancillar su memoria.
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Escrito por Brasil Acosta Peña
Doctor en Economía por El Colegio de México, con estancia en investigación en la Universidad de Princeton. Fue catedrático en el CIDE.