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En la región de La Montaña de Guerrero, integrada por 19 municipios y cientos de comunidades, es imposible habilitar el modelo educativo en “línea” empleado por el Gobierno Federal, porque la mayoría de los maestros y alumnos carece de computadoras, laptop, tabletas, Internet, teléfonos con alta tecnología, televisores y hasta de luz eléctrica, lo cual está provocando un alto nivel de deserción escolar.
Gustavo Félix Cristóbal, maestro del 3º “A” y 3º “B” de la Escuela Primaria Federal Bilingüe Moisés Sáenz, en la comunidad Arroyo Prieto del municipio Cochoapa El Grande, indicó que solo cuatro de los 234 inscritos cuentan con televisión y que los demás fueron excluidos del sistema educativo en línea establecido por la Secretaría de Educación Pública (SEP), porque no cuentan con las herramientas tecnológicas para recibir clases.
Por esta razón, Gustavo y todos los docentes de “la Moisés Sáenz” acordaron acudir a la comunidad dos veces a la semana para entregar trabajos y explicar a sus alumnos lo que deben hacer, a pesar de las restricciones impuestas por la emergencia sanitaria. Es decir, quieren evitar que los niños y jóvenes se retrasen en su aprendizaje.
Los maestros también se dan tiempo para hacer visitas domiciliarias de 30 minutos en cada casa, a fin de ayudar a los estudiantes a comprender y a realizar sus tareas. Desarrollan estas actividades con cubrebocas, guardando su distancia, usando gel antibacterial y limpiando continuamente los espacios, obedeciendo las recomendaciones de la Secretaría de Salud federal (SS).
Los pequeños, que anhelan salir de sus pueblos para conocer otros lugares diferentes a las montañas que los rodean, acuden siempre entusiastas al llamado de sus maestros y con la cabeza llena de ilusiones. La mayoría vive en jacales construidos con materiales frágiles de la región, llegan descalzos y solo algunos usan huaraches de plástico.
Los niños tienen interés en prepararse académicamente, pero no pueden acceder a la educación en línea porque, en sus hogares, no cuentan con la tecnología de comunicación necesaria; y sus padres, que tampoco tuvieron oportunidad de aprender, no pueden ayudarlos a realizar sus tareas.
En Guerrero, 54 de cada 100 personas mayores de 15 años y más no concluyeron su educación básica; y el 14 por ciento de la población adulta no sabe leer ni escribir, según información proporcionada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). Es decir, 68 de cada 100 guerrerenses no se encuentran en condiciones de apoyar a sus hijos, hermanos o familiares en sus actividades escolares que, debido a la pandemia, deben realizarse en casa.
A La Montaña ni comida llega
Situada en el noroeste del estado, colindando con Puebla hacia el norte; con Oaxaca al este y otros municipios guerrerenses al sur y el poniente, La Montaña está catalogada como una de las regiones con mayor pobreza extrema en México. Metlatónoc, uno de sus 19 municipios, registró 98.4 de su población en esta condición; el 77 por ciento no tiene para comer, menos para comprar una computadora, una tableta o para contratar Internet.
De acuerdo con la Medición de la Pobreza Municipal del Inegi, en 2015, en La Montaña “había cuatro de los cinco municipios más pobres de Guerrero en el país: Metlatónoc, Atlixcac, Atlamajalcingo del Monte y Acatepec”. La pobreza y la pobreza extrema en estos sitios afecta a más del 97 por ciento de su población.
Sus habitantes hablan diferentes lenguas y pertenecen a varias etnias indígenas; su índice de analfabetismo resulta muy alto y carecen de los servicios públicos más básicos como centros de salud, de educación, servicios de agua potable y drenaje e infraestructura carretera y seguridad.
En el año 2000, Metlatónoc fue considerado el municipio con el más alto nivel de marginación en la República Mexicana; pero en 2005, Cochoapa El Grande, al que pertenece la comunidad na savi (mixteca) Arroyo Prieto, le “arrebató” esta “presea” nacional.
A esta situación de abandono u olvido de los gobiernos estatal y Federal se han sumado los problemas colaterales de la contingencia sanitaria generada por la pandemia de Covid-19, cuyo sistema de alarma epidemiológico impuso, por segunda ocasión, el semáforo rojo.
Por ello, muchos docentes con notable sentido de responsabilidad vocacional han resuelto viajar a las comunidades de La Montaña para realizar labores educativas presenciales en centros escolares y hogares para suplir las carencias de señal de televisión, telefónica y de Internet.
“Nos sujetamos a las indicaciones de la SEP; pero, francamente, en los pueblos de La Montaña no es posible trabajar en línea o en TV porque no hay cobertura. En algunos lugares sí hay servicio de Internet y telefonía celular, pero las fichas de Internet cuestan 40 pesos y duran 24 horas. No se puede avanzar a distancia en pueblos originarios, por eso reiniciamos clases presenciales con todas las medidas sanitarias que se requieren”, aseguró a este semanario Gustavo Félix Cristóbal.
Para llegar a los pueblos de la región, algunos docentes deben caminar hasta dos horas, debido a las malas condiciones físicas de las sendas, la mayoría de terracería. “Pero no podemos quedarnos con los brazos cruzados”, advierte el maestro rural, quien oficia en Arroyo Prieto, comunidad de difícil acceso, sin energía eléctrica, señal de Internet, teléfonos ni televisiones.
“Se nos complica mucho impartir enseñanza con este nuevo modelo educativo que no sirve para nada en los pueblos de La Montaña, por lo que los ocho docentes del plantel determinamos impartir clases presenciales dos días a la semana”, explicó el maestro.
En la comunidad Ocoapa, del municipio de Copanatoyac, coinciden en que el nuevo modelo educativo impulsado por el Gobierno Federal no funciona por la falta de los aparatos electrónicos indispensables para completar la labor. En este poblado, el 100 por ciento de los habitantes es mixteco.
El nombre Ocoapa (náhuatl), Yita Yiti en mixteco, significa en español “río de los ocotes”. En esta comunidad, ni siquiera el cinco por ciento de los alumnos tiene acceso a los servicios de SKY, Internet, incluso algunos carecen de energía eléctrica, por lo que el nuevo modelo educativo resulta inviable.
A este problema operativo se suma otro no menos grave, pero evitable por cuenta de la SEP: que las clases en línea no se trasmiten en las lenguas maternas de las comunidades: el mixteco, el tlapaneco y el náhuatl, entre otros idiomas, lo que dificulta aun más la enseñanza básica en la región más pobre de Guerrero.
Los alumnos de secundaria y bachillerato intercultural deberían disponer de un teléfono celular con diversas aplicaciones para acceder a las clases en línea, que resulta muy costoso y sus recargas mínimas cuestan 40 pesos con duración de solo 24 horas, tiempo insuficiente para cubrir las actividades escolares.
Información reciente del Inegi reveló que el 14.8 por ciento de los hogares de Guerrero no cuentan con televisión, aproximadamente 146 mil 984 familias, y varias organizaciones no gubernamentales indagaron que el 60 por ciento de éstas no cuentan con servicio de Internet.
Los maestros de preescolar, primaria y del albergue de la niñez indígena Caritino Maldonado Pérez, del Instituto Nacional de Pueblos Indígenas (INPI), acuden a la comunidad una vez a la semana, o cada 15 días, para revisar trabajos y entregar nuevas tareas, método insuficiente para avanzar en materia educativa.
Esta situación, sin embargo, no es exclusiva de La Montaña y del estado de Guerrero; según datos del Inegi, más de tres millones de hogares con personas en edad escolar no cuentan con televisión ni señal digital abierta.
El modelo educativo es excluyente
Manuel Gálvez, maestro de la escuela primaria de la comunidad Xalpitzáhuac, municipio de Atlixtac, afirma que el modelo Aprende en Casa está provocando la exclusión de los niños en las comunidades más alejadas, más pobres y marginadas de la región de La Montaña.
Explicó que al inicio de la pandemia, los maestros acudieron a las comunidades, dos veces a la semana, con cuadernillos impresos, para explicar a los alumnos las tareas que debían efectuar en sus casas; pero ahora que Guerrero regresó al semáforo rojo, solamente acuden una vez cada quince días.
También señaló que la falta de clases asistenciales está disminuyendo el aprovechamiento escolar, provocando la deserción escolar y el rezago educativo en la zona 023, que incluye a los municipios Chilapa, Atlixtac y Xalpatláhuac y cuyos docentes están afiliados a la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación en Guerrero (CETEG).
Precisó que ante la falta de atención en las aulas y porque no resuelven las tareas, los niños optan por ir a trabajar para ocuparse en algo. Antes de la pandemia, el profesor atendía a 44 alumnos; y más tarde, el grupo se dividió en dos, y ahora solo va a trabajar con 20 estudiantes, a quienes enseña en náhuatl, ya que el 90 por ciento de la población habla esta lengua.
Las comunidades más alejadas y de más difícil acceso en la zona escolar a la que pertenece son Coamancingo y Acalco, municipio de Chilapa de Álvarez y Alpoyecazingo, de Ahuacuotzingo. En casi toda La Montaña, el personal docente atiende así a los niños: va a las comunidades a revisar, explicar y asignar tareas utilizando libros y cuadernillos impresos, porque las clases en línea no son una opción.
Este modelo de educación, impulsado para evitar contagios y contrarrestar los daños de la pandemia del Covid-19, es también desdeñado por los trabajadores de la educación porque la SEP no consideró a las comunidades indígenas donde los alumnos hablan solamente su lengua materna.
En realidad, la pandemia solo ha desnudado las carencias que siempre han existido en el sector educativo, y puesto en evidencia que las autoridades actúan de manera asertiva, sin preocuparse por investigar la situación real del sistema docente, –que se encuentra colapsado– ni mucho menos plantearse una remodelación y modernización planificada.
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Escrito por Olivia Ortíz
Reportera